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Protestas y colegios ocupados en Buenos Aires

Los estudiantes reclaman desde hace más de un mes unas instalaciones dignas en las que estudiar

Desde hace 40 días, una protesta de estudiantes de la escuela secundaria de Buenos Aires se ha extendido por casi 30 colegios ante la baja inversión del alcalde, el liberal Mauricio Macri, en las infraestructuras. Las escuelas se encuentran tomadas por los alumnos y llevan sin clases desde hace 40, 30 o 20 días, según cada caso. Los techos con humedad, las paredes descascaradas, los vidrios rotos, los baños anegados y las estructuras con riesgo de desplomarse son evidencias, no solo del estado de los colegios porteños, sino de la decadencia del sistema educativo argentino, que hasta la década de los 60 constituía un modelo para todos los países de habla hispana y que ahora envidia el progreso de otros vecinos latinoamericanos.

Las protestas estudiantiles en la capital argentina comenzaron a partir del persistente deterioro de los edificios. En los primeros seis meses de 2010, el Gobierno autónomo de Buenos Aires elevó en un 12% el gasto en educación porque a principios de año concedió un aumento de la nómina a los docentes, pero apenas ejecutó el 7,4% del presupuesto de infraestructura y mantenimiento de escuelas, cuando a esa altura del año debería haber desembolsado alrededor de la mitad. Las cartas de los padres a las autoridades y los abrazos simbólicos de los alumnos a los edificios no habían llamado la atención de los medios de comunicación ni del alcalde. Así fue como los estudiantes decidieron ocupar los colegios y suspender las clases, lo que despertó la polémica, la aparición de las cámaras de televisión y la reacción de las autoridades, que primero ordenaron la confección de una lista de los adolescentes okupas. El Gobierno de Macri advirtió después de que, si continuaban las ocupaciones de escuelas, se extenderían las clases durante el verano austral.

Con el correr de los días también se sumaron a la protesta los alumnos de universidades que dependen del Gobierno federal, que encabeza Cristina Fernández de Kirchner, rival de Macri: fueron tomadas cuatro facultades de la Universidad de Buenos Aires y el rectorado de la de La Plata. El miércoles y el jueves pasados, los docentes de las escuelas básica y media de la capital argentina hicieron una huelga en solidaridad con los estudiantes y en demanda de nuevas subidas salariales, dada la creciente inflación que azota a Argentina. También el jueves, unos 20.000 alumnos de Secundaria y universitarios marcharon desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo para reiterar sus demandas y recordar el aniversario de la Noche de los Lápices, aquella de 1976 en la que diez adolescentes fueron secuestrados por la dictadura militar cuando protestaban a favor de un billete rebajado para estudiantes. Un día antes finalizaba en la misma Buenos Aires una reunión iberoamericana de ministros de Educación que se comprometían a elevar la inversión en la próxima década.

Muchos de los adolescentes que lideran la protesta consideran que ya es hora de buscar otros métodos más efectivos para exigir obras al alcalde. Por eso se espera que esta semana la mayoría de los colegios retomen la actividad normal y el jueves se repita otra manifestación. No será un tiempo de descanso para Macri, que afronta un juicio político en la Legislatura de Buenos Aires porque está imputado por un juez en una causa por presunto espionaje.

El conflicto escolar de la ciudad más rica de Argentina refleja el deterioro de la educación de todo un país, pese a que los Gobiernos de los Kirchner han elevado la inversión en la materia. Silvina Gvirtz, directora de la maestría en Educación de la Universidad de San Andrés, opina que el sistema educativo argentino ha sufrido décadas de decadencia y crisis: "Esto empieza en la década de los 60. Hasta ese momento la escuela proveía información y el sistema argentino garantizaba tan buenos resultados que era elogiado en Latinoamérica y España. Pero en los 60, con los cambios en la sociedad, la información empieza a sobreabundar y el sistema vertical y burocrático de Argentina se volvió un problema.

En la última dictadura (1976-1983), la situación se tornó caótica porque hubo una política clara de vaciamiento de la educación pública". En 1982, el gasto en educación suponía el 1,9% del PIB. Con el regreso de la democracia mejoró este índice, pero no tanto, dada las recurrentes crisis económicas. En 1989 llegó al 2,84%. Al finalizar el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999) alcanzó el 4,57%, pero Gvirtz opina que su política fue conservadora, dado que apoyó a las universidades en detrimento de las escuelas básicas y medias, cuya gestión fue transferida a las provincias, pero sin los recursos necesarios para sustentarlas. Con la crisis de 2001-2002, el sistema educativo se transformó en uno "asistencial", al que "los chicos iban a pedir comida", recuerda Gvirtz. El Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), que llegó al poder cuando el gasto en educación suponía el 3,74% el PIB, se comprometió por ley a elevarlo al 6% en 2010, y el de su esposa ha cumplido esa meta. En cambio, ha fallado en la consecución del objetivo de que el 30% de las escuelas ofreciera una jornada de ocho horas, en lugar de cuatro. Solo el 6% lo hace.

Aún no se conocen los resultados de las evaluaciones PISA, de calidad de la educación secundaria, de 2009. En las de 2006, Argentina acabó con una puntuación de 382, por debajo de España (476), Chile (431), Uruguay (422), México (409), Brasil (384) y apenas por encima de Colombia (381). Argentina fue el país que más empeoró respecto a 2000.

La escuela primaria tampoco va mejor. En una reciente investigación de la Unesco, el Instituto Internacional de Planeamiento Educativo y la Organización de Estados Iberoamericanos a partir de pruebas de matemática, los niños de Cuba obtuvieron un 80% de respuestas correctas; los de Chile, Costa Rica, México y Uruguay, un 60%; y los de Argentina, Brasil, Colombia y Perú, un 50%. Con un 40% figuraron los alumnos de Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Panamá y Paraguay, y, con menos, los de República Dominicana.

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