Atacar el cáncer desde el plato
Cada vez más unidades de oncología cuentan con endocrinos. Una alimentación adecuada ayuda a tolerar los duros tratamientos y mejora la calidad de vida de los enfermos
Estoy baja de hierro, ¡me voy a casa a chupar clavos!", bromea una señora con gorra que acaba de salir de una consulta de oncología del hospital Ramón y Cajal de Madrid. O, mejor, a almorzar un buen plato de lentejas. Los expertos cada vez dan más importancia a la alimentación, primero como herramienta de prevención contra el cáncer, y cuando este ha dado la cara, como aliado fundamental en su tratamiento. "Un riesgo con estos pacientes es que no tienen apetito, pierden peso y vienen muy preocupados", concede Pilar Garrido, jefa de la sección de oncología médica del hospital Ramón y Cajal. Su servicio ofrece los primeros consejos y rebate una falsa creencia bastante extendida: la de que hay que comer mucho para recuperar kilos a toda costa. "Era como cuando a las embarazadas se les decía que tenían que alimentarse por dos, y no es eso. Hay que seguir una dieta mediterránea, saludable y equilibrada, hacer cinco comidas al día de menos cantidad cada una, y practicar ejercicio moderado siempre que pueda", prescribe la doctora.
La quimioterapia provoca náuseas y cambia el sabor de los alimentos
Uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres tendrán un tumor a lo largo de su vida, según datos epidemiológicos recogidos por la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Casi un 50% de hombres y un 59% de mujeres que lo sufren en España sobreviven más de cinco años. Gracias, sobre todo, a un diagnóstico precoz que permite actuar a tiempo. Cirugía, radioterapia, quimioterapia. Remedios muy agresivos que es fundamental afrontar fuertes y altos de defensas. Frutas y verduras, que suman fibra; vitaminas y minerales; proteínas, que permiten al organismo recuperarse más fácilmente y luchar contra las infecciones; carbohidratos como fuente de energía; leche y derivados para aportar calcio.
"De esa manera voy a tolerar mejor el tratamiento, voy a responder antes y voy a reducir las complicaciones", describe Francisco Jesús Arrieta, facultativo de dietética del Ramón y Cajal. Pero sin desarrollar una obesidad, que se considera factor de riesgo. Estas son las cuestiones en las que su departamento y el de oncología trabajan coordinadamente, algo cada vez más frecuente en los hospitales españoles.
Los cócteles químicos que combaten la enfermedad provocan náuseas y vómitos, y cambian el sabor y el olor de los alimentos. Es frecuente que quienes los reciben se quejen de que todo les sabe amargo, o a metálico, en particular el pescado y la carne.
¿Trucos? Cocinar platos que entren por los ojos, preferiblemente preparados por otros; probar nuevos sabores y texturas, ya que el gusto puede variar de un día para otro; sustituir la carne roja por pollo, pavo, huevos o legumbres (menos intensos al paladar); hacer las comidas más copiosas cuando el enfermo se encuentre mejor, que suele ser por las mañanas; servir los alimentos templados o fríos (así desprenden menos olor), sin aromas ni especias fuertes ni condimentos amargos como el vinagre o el limón; usar cubiertos de plástico y enjuagues con manzanilla o bicarbonato antes de sentarse a la mesa, para limpiar la boca. La web de la AECC (www.aecc.es) ofrece información nutricional y recetas.
Siéntete bien, libro auspiciado por la Sociedad Española de Oncología Médica (se puede descargar en www.seom.org), aconseja, por ejemplo, evitar los dulces, los fritos, los alimentos pesados ricos en grasa; ingerir despacio, masticando bien y sin beber demasiado líquido, mucho menos con burbujas o gas. "Una hidratación abundante es adecuada, pero tampoco debemos caer en la exageración de atiborrarnos de agua porque podríamos empeorar las náuseas y, sobre todo, porque podemos acabar aborreciéndola", reza el manual. Es recomendable comer ligero antes de una sesión de quimioterapia y, una vez terminada, volver a hacerlo cuando se sienta apetito, esperando al menos una hora.
"Del 1 al 10, diría que la nutrición es un 12 para la recuperación y la calidad de vida de un enfermo oncológico", tercia Isabel Pérez, coordinadora de voluntariado de la AECC del Ramón y Cajal, que ha visto retrasar ciclos o cortarlos porque el paciente tenía las defensas por los suelos, estaba demasiado bajo para continuar. Y eso es peligroso.
Cuando los análisis son malos, los facultativos recurren a los complementos nutricionales, cada vez más variados en cuanto a formatos y composiciones, como explica el doctor Arrieta mientras recorre la sala del hospital donde se guardan. A José, de 59 años, el aporte extra le ha ayudado a superar el ciclo completo de quimioterapia contra su cáncer de garganta. A Valentín, de 88 años, su cáncer de esófago le dificultaba el tragar. "Pesaba 65 kilos y me quedé en 54". Le recetaron tres suplementos diarios que había de combinar con una dieta equilibrada. Concluyó la radioterapia y sigue con los batidos, uno o dos al día. Ya va por los 59 kilos.
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