La joya natural de Mallorca
Ecologistas y voluntarios logran recuperar el esplendor de la finca de La Trapa
Los ojos de Pere Frau, de 82 años, no son los mismos de antaño, tampoco sus piernas, pero sus recuerdos parecen cobrar vida a medida que se aproxima al lugar donde se crió, en la finca de La Trapa, perteneciente al municipio mallorquín de Andratx. El método de transporte también ha cambiado. Frau, conocido como Pere Jutge (juez en catalán), se sube ahora a un 4×4 con algunas reticencias, despojándose del bastón que lleva a todas partes. "Hasta hace poco subía a pie", se lamenta. Con la mirada fija en las alturas para intentar avistar alguna cabra, recuerda la ayuda de su burro para cargar toda la mercancía hasta la finca 75 años atrás. Ahora detesta cualquier vehículo de motor que traspase la cadena que marca el inicio de esta reserva biológica.
El pueblo de Andratx adquirió la zona por suscripción popular en 1980
Para los ecologistas del Grup Balear d'Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB) y voluntarios en la restauración de La Trapa, Frau es la única memoria histórica del lugar después de la desaparición de los archivos documentales. Llegó con dos años, cuando el camino de acceso todavía era de tierra y las higueras crecían por doquier, y casi 80 años después reconoce sus paisajes y cada una de sus plantas y animales. "Se ha recuperado parte de su riqueza, pero no es lo que era", asegura.
Situada en el extremo suroeste de la sierra de Tramontana, la finca de La Trapa está permanentemente vigilada por la isla de La Dragonera. La reserva goza de la protección que le otorga formar parte del Paraje Natural de la Sierra de Tramontana. Pero también ser Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC), uno de los primeros refugios de fauna de las islas Baleares y Área Natural de Especial Interés (ANEI).
El amparo no le viene dado sólo por las denominaciones. El pueblo de Andratx decidió adquirir la propiedad de la finca por suscripción popular en 1980. Dejó claro así que se negaba a perder esta reserva biológica y cultural a cambio de la construcción de un complejo. Fue el segundo caso en España y, según el responsable de la reserva biológica de La Trapa, Joan Juan Beech, se consiguió con el esfuerzo del GOB y el apoyo popular, institucional e internacional de algunas organizaciones.
La amenaza volvió en 1994 en forma de un devastador incendio provocado por la quema ilegal de rastrojos, que arrasó 1.300 hectáreas. Hoy sigue ostentando el triste récord del fuego más extenso de Mallorca. Pero La Trapa también resistió heroicamente a este segundo envite y sigue coronando la sierra de Tramontana para el deleite de Frau y los 12.000 visitantes que acuden cada año.
El origen de la finca de La Trapa, de 81 hectáreas, se remonta a 1810, cuando una comunidad formada por 40 monjes trapenses llegó a Mallorca huyendo de la Revolución Francesa. El canónigo Pere Roig les facilitó unas hectáreas escondidas en lo alto de la montaña y en unos pocos años los monjes transformaron el lugar con la instalación de un sistema hídrico rural, un molino de harina, algunas casas de piedra y el monasterio.
Las estrictas normas que regían las relaciones de la comunidad trapense posibilitaron el rápido desarrollo de estas obras. Se comunicaban con gestos entre ellos y no se relacionaban con el exterior. Tan sólo el conocido como "monje del pan" bajaba al pueblo en busca de limosna y alimentos para los demás. Eran vegetarianos, dormían en una superficie dura y se dedicaban a la oración y a trabajar la tierra. Las edificaciones que contiene la finca son una muestra perfecta de la arquitectura popular mallorquina, y el sistema hídrico es uno de los legados más importantes que han llegado hasta la actualidad. Consiste en un sistema de captación de agua con fuentes de mina que consigue aprovechar las aguas pluviales a través de tres túneles de piedra.
La acción del hombre en el entorno se limita a edificaciones de piedra que parecen adaptarse a la perfección con el paisaje natural que las rodea. El amplio proyecto de restauración de La Trapa, que lleva a cabo actualmente el GOB con la ayuda de unos 20 voluntarios y la financiación de la Fundación Banco Santander, abarca todos los ámbitos: el rural, el forestal y el patrimonio arquitectónico. "Éste es el primer intento de realizar una acción integral que englobe las distintas riquezas que se unen en esta finca", explica Beech. El convenio para la rehabilitación se firmó el 22 de abril de 2008 y ya han conseguido recuperar el sistema hídrico para la actividad agrícola y para la conservación de la vegetación, hábitat natural de especies animales autóctonas y de paso. Y hasta hay una reserva de agua como prevención en caso de incendios.
El GOB y su cuadrilla de voluntarios han logrado recuperar el manto vegetal perdido por el incendio y han sembrado especies forestales para la restauración de la diversidad botánica. No se han dejado atrás la obra arquitectónica: la casa del monje del pan ya es ahora una obra totalmente restaurada y abierta a visitas de turistas. El último paso ha sido el programa para rescatar la variedad de higueras que recuerda el anciano Frau. La Trapa cuenta ahora con 16 plantas endémicas y 14 variedades de orquídeas, en un paisaje vegetal formado por dos comunidades botánicas: la garriga de acebuche y la garriga de romero y brezo. Además, se pueden observar unas 80 especies de aves, como el halcón peregrino, águila calzada, buitre negro o halcón de Eleonor, y tienen aquí su lugar de cría dos especies endémicas y amenazadas de las islas Baleares: la curruca balear y la pardela balear.
No ha sido fácil, los ecologistas y voluntarios han dedicado sus horas libres a la ardua tarea de restaurar, incluso regando una a una cada plantación, día tras día. Pero su satisfacción es sentir que ahora el futuro está garantizado para esta finca tan amenazada. Las higueras crecen tranquilas entre protecciones, las distintas plantaciones ven la luz poco a poco y los animales reconquistan el lugar. Pere Frau tiene cerca su sueño de volver a ver La Trapa como antes, pero, aun así, cada vez que sube a ella no baja sin antes almacenar cada uno de los cambios en su cabeza porque, según sus palabras, "la memoria no es lo que era, y La Trapa, todavía, tampoco".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.