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Las víctimas de Fritzl declaran ante el juez

Sus testimonios son grabados en vídeo para evitar que tengan que comparecer físicamente en el juicio contra el 'monstruo de Amstetten' previsto para finales de año

Las víctimas de Josef Fritzl, el electricista jubilado que encerró y violó a su hija durante casi un cuarto de siglo en el sótano bajo su casa en la localidad austriaca de Amstetten, han empezado a declarar ante la jueza encargada del caso, informa la emisora pública austriaca ORF. La jueza Andrea Humer ha anunciado que no va a revelar ningún detalle de las declaraciones de Elisabeth y de tres de los hijos que ésta tuvo con su padre. Las comparecencias están siendo grabadas en vídeo y serán mostradas durante el juicio al llamado monstruo de Amstetten, previsto para finales de año. De esta forma, se evita que las víctimas tengan que someterse al estrés que les provocaría declarar físicamente en el proceso, algo que podría ser muy perjudicial para su recuperación.

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La vida de todas ellas vuelve paulatinamente a la normalidad, aunque siguen viviendo en el complejo de la clínica de Amstetten bajo estrictas medidas de seguridad. Según informa hoy el diario vienés Kurier, una de las hijas-nietas de Fritzl participó el fin de semana pasado en un campamento de bomberos voluntarios de Amstetten, donde se reunió con sus amigos por primera vez desde hace dos años.

Josef Fritzl tuvo seis hijos con Elisabeth. A tres los subió a la casa familiar y los educó como sus nietos, mientras que los otros tres permanecieron bajo tierra hasta ser liberados a finales de abril pasado.

El caso conmocionó al mundo entero y cientos de periodistas informaron durante días desde esa pequeña ciudad austríaca, 130 kilómetros al oeste de Viena.

El encierro de Elisabeth salió a la luz cuando una de sus hijas, Kerstin, de 19 años, sufrió una grave y desconocida enfermedad, que obligó al padre incestuoso a llevarla a la clínica de Amstetten. Cuando los médicos hicieron un llamamiento para que la madre de la joven acudiera al hospital, Elisabeth, que se comunicaba con el mundo exterior a través de la televisión, pudo convencer a su padre de que la dejara salir del subterráneo para ayudar a su hija. Fue en la clínica donde la policía detuvo a Fritzl, y Elisabeth reveló luego todo el espanto vivido durante 24 años.

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