La iglesia ortodoxa afirma que "el Papa es el primer patriarca" y Roma "la primera sede"
Constantinopla allana el camino hacia la reconciliación aunque especifica que "hay que clarificar cuál será el papel del obispo de la primera sede" y que no puede actuar como un soberano absoluto
Las iglesias ortodoxas han reconocido al Papa como "el primer patriarca" y a Roma como la "primera sede", dos reconocimientos que allanan el camino hacia la reunificación entre católicos y ortodoxos, separados desde el cisma entre Oriente y Occidente de 1054. Así lo asegura hoy el diario romano La Repubblica, que señala que ese reconocimiento es el fruto de la reunión que celebraron el pasado octubre en Rávena (noreste italiano) una delegación de la Iglesia Católica y otra de las iglesias ortodoxas.
La delegación de la Iglesia Católica estuvo encabezada por el presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, el cardenal Walter Kasper, y la de las iglesias ortodoxas fue presidida por el metropolita (arzobispo) Zizioulas del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. El documento, según el diario, es "reservado" y consta de 46 párrafos. El matutino agrega que es un "hoja de ruta" que puede llevar a la unidad rota hace casi mil años.
¿Cuál será el papel del Papa?
Aunque los ortodoxos reconocen al Papa y a Roma el primado, el texto añade que "hay que clarificar cuál será el papel del obispo de la primera sede", es decir, las prerrogativas del Pontífice. El documento, siempre de acuerdo con el diario, "delinea tres puntos fundamentales, la comunión eclesial, concilio y autoridad". Agrega que se reconoce al Obispo como jefe de la iglesia local, que nadie puede sustituir, y asegura que todas las partes acordaron reconocer que la "única y santa iglesia se realiza de manera contemporánea en todas las iglesias locales, que celebran la eucaristía y celebran la comunión (unidad) de todas las iglesias".
En otras palabras, aunque las iglesias ortodoxas reconocen al Papa el primado, la cabeza visible, subrayan que el Obispo de Roma no puede actuar como un soberano absoluto que decide por sí solo y sin tener en cuenta a las iglesias locales, según puntualiza el diario. El matutino añade que en el texto al Papa se le nombra siempre como "Obispo de Roma o uno de los cinco patriarcas históricos".
Problemas de reconocimiento en la Iglesia Ortodoxa
"Ahora le toca el turno a Benedicto XVI", destaca el diario, que recuerda que el patriarca Alejo II de la Iglesia Ortodoxa Rusa es "recalcitrante" a la hora de reconocer el primado del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y no perdona a la Iglesia Católica que se esté expandiendo en zonas que considera de su tradicional influencia. El Vaticano, de momento, no ha hecho declaración alguna.
Respecto al título de "Patriarca de Occidente", uno de los títulos tradicionales de los Pontífices romanos, el pasado año Benedicto XVI renunció al mismo por "realismo histórico y teológico", y por considerar que así "puede ayudar al diálogo ecuménico", según precisó entonces el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. "La renuncia a dicho título expresa una realidad histórica y teológica y al mismo tiempo puede ayudar al diálogo ecuménico", subrayó el organismo vaticano, que explicó la decisión papal. Benedicto XVI considera la unidad de los cristianos como uno de los objetivos de su pontificado y se ha comprometido en varias ocasiones a "dar pasos concretos en ese camino".
El Cisma de 1054
Oriente y Occidente se separaron con el cisma de 1054, con las excomuniones del papa León IX y del patriarca Miguel Celurario. Desde entonces han pasado casi mil años de incomprensiones y recelos. Les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de la Iglesia de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa. Los ortodoxos no reconocen la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la Iglesia católica que sí admite, desde el Vaticano II, los de la Iglesia ortodoxa. Además, los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.
Visto que el primado de Pedro es uno de los escollos, Juan Pablo II dijo en varias ocasiones que estaba dispuesto a que teólogos y expertos discutieran ese tema para buscar una solución que fuera aceptada por todos.
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