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Rusia reclama la soberanía sobre una zona del Ártico rica en recursos naturales

Dinamarca, Canadá, EE UU y Rusia pujan por los derechos económicos del Polo Norte

Una expedición rusa asegura haber demostrado que una cadena montañosa que descansa bajo las aguas del Océano Ártico forma parte de la cordillera continental rusa, según han informado fuentes del Kremlin que cita la británica BBC. El ministro de Recursos Naturales de ese país asegura que las pruebas practicadas a las muestras de terreno recogidas por los científicos dejan muy claro la relación que existe entre Rusia y la cordillera sumergida de Lomonosov.

Moscú nunca ha escondido sus intenciones expansionistas sobre esta porción deshabitada de la Tierra, que no tiene dueño pero sí muchos pretendientes. Debido, principalmente, a su presunta abundancia en recursos como el aceite, el gas y las ricas reservas minerales. De hecho, Rusia ha organizado en los últimos meses varias expediciones a la zona, elevando con ello la tensión con los países que también tienen ambiciones en la zona -Estados Unidos, Canada y Dinamarca-. El último episodio de esta estrategia, tildada de agresiva por los analistas, consistió en plantar una bandera en el fondo marino del Polo Norte que Rusia considera de su propiedad.

La ONU pone límites

Una convención de Naciones Unidas estipula que para que un país pueda atribuirse la soberanía sobre parte del subsuelo marino del Ártico debe antes demostrar con pruebas concluyentes que ese territorio es una extensión de su cordillera continental. Moscú ha argumentado repetidamente que la cordillera de Lomonosov le pertenece, y ahora su ministro de Recursos Naturales cree haber encontrado la prueba definitiva. Este funcionario asegura que los análisis de las muestras de terreno -tomadas en mayo y junio- muestran que "la estructura de la cadena montañosa Lomonosov es similar a otras cordilleras continentales del mundo". El comunicado añade: "La cordillera es, por tanto, parte del territorio ruso".

El investigador de la Marina rusa Viktor Posyolov ha dicho, en declaraciones a la agencia TASS, que de confirmarse la noticia, las aguas territoriales rusas se elevarían hasta los 1,2 millones de kilómetros cuadrados. El mismo experto asegura que dicho territorio podría producir 10,000 millones de toneladas de combustible.

Además, en una nueva muestra de sus intenciones, el Kremlin ha anunciado que cuatro aviones bombarderos se disponen a participar en vuelos de entrenamiento sobre el Ártico y el Océano Atlántico.

Los movimientos de Rusia no han sido ajenos a los otros países con intereses estratégicos en ese área del globo terráqueo. Así, Canadá reaccionó al izado de la eseña roja bajo las aguas del Ártico con la promesa de incrementar su flota de buques rompehielos y construir dos nuevas bases militares en el Ártico. Dinamarca, por su parte, ha enviado recientemente a sus científicos para que vuelvan con pruebas que puedan corroborar que ese territorio en disputa pertenece a Groenlandia, la mayor isla del mundo cubierta casi al completo de hielo y cuya soberanía ostenta Dinamarca.

Por último, el servicio de Guarda Costas de Estados Unidos ha enviado este último mes al Ártico otro buque rompehielos en presunta misión científica (los investigadores han negado que su expedición se haga en respuesta a la rusa, porque, dicen, ya estaba planificada con anterioridad)

Lo que no cabe duda es que la competencia por quedarse con una porción de este territorio y, sobre todo, por los derechos económicos para que éste sea explotado se han incrementado en los últimos años, conforme el calentamiento global ha ido derritiendo zonas del Polo Norte, dejando al descubierto lugares hasta ahora inaccesibles al ser humano.

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