El manto de humo que envuelve Moscú obliga al cierre de los aeropuertos
Casi 200 incendios cercan la capital rusa en el verano más seco en un siglo
El cielo se ha oscurecido hoy como en un eclipse de sol y un acre y espeso manto de humo ha sumido a Moscú en una fantasmagórica neblina procedente de los 190 incendios forestales que continúan activos y que cercan la capital rusa en el verano más seco en un siglo. No es la primera vez que el humo envuelve este verano Moscú, pero la situación se agrava por momentos.
"La situación ecológica ha empeorado bruscamente", ha recocido un portavoz del servicio municipal de control del medioambiente, quien ha señalado que los índices de contaminación en Moscú son los más altos de los registrados este verano, el más seco en más de un siglo.
La concentración de monóxido de carbono en algunos distritos de la ciudad supera en tres y cuatro veces los niveles considerados normales por las autoridades sanitarias. De hecho, este fenómeno está afectando ya a la salud de los moscovitas. Los hospitales están recibiendo un aluvión de afectados de problemas respiratorios, si bien su estado no suscita inquietud, según los expertos, que han aconsejado a las personas mayores y a los niños más pequeños que permanezcan en sus casas.
Problemas circulatorios
Esta mañana la visibilidad en la capital rusa era sólo de entre 300 y 100 metros, lo que ha reducido la velocidad media de circulación y ha obligado a los automovilistas a transitar con las luces encendidas.
El denso humo ha provocado el cierre de los aeropuertos moscovitas, incluido al aeropuerto internacional de Sheremetievo, lo que ha obligado el desvío de todos los aviones con destino Moscú a diferentes aeropuertos de otras ciudades rusas.
Mientras tanto, los bomberos se enfrentan a las llamas con gran dificultad para combatir los incendios en los bosques que rodean Moscú debido a los yacimientos de turba situadas en las afueras de la ciudad.
La turba, un combustible natural, arde incluso hasta a diez metros de profundidad y el fuego puede propagarse de manera subterránea a grandes distancias y aflorar a la superficie donde menos se espera. Además, para apagar una superficie de turba en llamas de un centímetro cuadrado se requieren diez litros de agua.
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