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ESPACIO

Un satélite de la NASA se estrellará contra la Tierra en las próximas horas

La agencia espacial cree que el riesgo de que hiera a alguien es "mínimo"

El satélite EUVE fue puesto en órbita en 1992 y, pese a que su vida útil era de tres años, no dejó de funcionar hasta el pasado mes de diciembre. Ahora se dirige hacia la Tierra y entrará en la atmósfera en las próximas horas. Pese a que la NASA ha asegurado que el peligro de que hiera a alguien es mínimo, pedazos de hasta 45 kilos de peso se estrellarán en algún lugar sin determinar de la superficie terrestre.

El Extreme Ultraviolet Explorer (Explorador de Ultravioleta Extrema) ha estudiado durante casi nueve años esta franja del espectro de luz, primero para la NASA y luego para la Universidad de California-Berkeley, según ha informado la CNN.

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Dejó de funcionar el pasado mes de diciembre, y poco después comenzó su descenso hacia la atmósfera. Al contrario que en otras ocasiones, la NASA no ha podido guiar al satélite en su último viaje porque el aparato carece de sistemas de propulsión propios que le permitan moverse.

Así, en lugar de estrellarse contra el mar, el satélite caerá en un lugar imposible de prever. La mayor parte del aparato se destruirá al entrar en la atmósfera, pero los científicos prevén que piezas de entre 1,8 y 45 kilos se estrellarán contra la superficie terrestre.

Chocará el jueves

El satélite podría entrar en la atmósfera entre las 04.00 y las 13.00 (hora española) del jueves, según calculan los especialistas de la agencia aeroespacial estadounidense.

La NASA calcula que los fragmentos del satélite podrían caer en un área de unos 1.000 kilómetros, pero no ha podido precisar exactamente dónde. La "ventana" de entrada en la atmósfera prevista para la nave va desde Orlando (Florida) a Brisbane (Australia) y el lugar exacto no se conocerá hasta horas antes del impacto.

El satélite, lanzado en 1992 para el estudio del espectro de radiaciones ultravioletas, ya no está operativo, pero posee partes que han sido fabricadas en titanio y acero que podrían resistir el rozamiento durante la entrada en la atmósfera.

A pesar de ello, el que fue director de la misión, Ronald Mahmot, cree que "la probabilidad de que las piezas que resistan el choque con la atmósfera caigan sobre un área habitada y hieran a alguien es muy pequeña. Es más posible que terminen en el océano o en una tierra despoblada".

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