«Si trabajas las redes sociales, de repente llega un día en el que mucha gente quiere tu producto»: Ze García abre tienda en Madrid
Sobre tules, lentejuelas y seguidores de Instagram José María García ha creado un pequeño emporio en el que ya trabajan más de 20 personas.
Son jornadas intensas para José María García (Santander, 35 años): en solo cuatro días vestirá a una invitada para la alfombra roja de los Premios Goya e inaugurará la primera tienda de su marca, Ze García, en Madrid. Este espacio abrirá sus puertas de manera oficial el miércoles, con tres plantas en las que ya se disponen sus colecciones de prêt-à-porter, un salón para pruebas y un taller de costura. “El barrio de Salamanca siempre me ha gustado, porque estéticamente me recuerda al casco antiguo de Santander, y cuando descubrí el callejón de Jorge Juan me flipó”, dice el cántabro. Su local se sitúa precisamente en ese espacio peatonal en el que también tienen su sede Isabel Marant, Missoni o Pedro García.
La apertura en la capital es importante para la firma, pero lo que realmente supuso un salto al vacío fue la inauguración de su primera tienda, en Barcelona, hace cuatro años. Allí cuenta con 600 metros cuadrados en los que su compañía se transformó de pequeño atelier de costura en una empresa sólida con más de 20 personas contratadas. Hoy a los vestidos a medida suma novias, la línea de prendas confeccionadas y una colección de accesorios: “Si trabajas las redes sociales (una gran ventana que tenemos hoy los diseñadores para mostrarnos) de repente llega un día en el que mucha gente quiere tu producto. Nos dimos cuenta de que para según qué piezas podíamos generar un nuevo concepto de prêt-à-couture. En el que siguiéramos controlando los stocks, todo hecho en España, con el ADN de la firma, pero sin la necesidad de picar el timbre o pedir cita”. Prendas listas para ser compradas que enseguida encontraron demanda, tanto en físico como en la tienda online. Los precios oscilan entre los 200 euros de un body y los más de 2.000 de varios vestidos.
Todo empezó en casa, cuando el creador le regaló a su hermana pequeña por Navidad un vestido que supuso el germen de Ze García. Aquella prenda era la culminación de muchos años diseñando (con 13 años ya estaba apuntado a clases de costura) y el inicio de su carrera profesional. Aunque el verdadero impulso llegó unos años después, cuando una barcelonesa le escribió por Instagram para pedirle un vestido. Era Aida Domenech (Dulceida para sus 3,2 millones de seguidores en Instagram), por entonces una joven que, como García, estaba empezando. “Todos estábamos empezando, Aida tenía unos 20.000 seguidores. Era una época en la que las grandes compañías no querían saber nada de ellas, no les hacían caso. Yo hacía vestidos con una señora que conocí, en su casa, y empecé a vestirlas para los eventos a los que iban”. Las colaboraciones se transformaron en muchos casos en amistad y en el desfile de Ze García en 2018, subió a la pasarela a un ejército de las que hoy son las influencers más seguidas de España: Aida Domènech, pero también María Pombo, Laura Escanes, Patry Jordan, Gigi Vives, Jessica Goicoechea, Carla Hinojosa, Marta Lozano, Nina Urgell…
¿El punto de inflexión? La boda en 2016 de Domènech con su pareja de entonces, Alba Paul. Como cualquier novia famosa que se precie como tal, Aida recibió una importante oferta de parte de una gran marca de vestidos de novia (práctica habitual en las bodas que acaban en Hola: la firma confecciona el traje y además paga a la celebrity una cuantiosa cantidad por lucirlo). Pero la instagramer decidió que las prendas para aquel día se las confeccionara su amigo Ze García. “Fue todo muy mediático, ella había empezado en la tele, llamaba la atención la boda de dos chicas y de repente tuvimos con aquel vestido más repercusión que en toda la historia de la marca con nuestros vestidos de fiesta. La gente nos ubicó como una firma de novias y empezamos a recibir solicitudes. Tuve que pararme a reflexionar si quería ir por ahí, porque un vestido de novia no es lo mismo que uno de fiesta en blanco. Me planteé si me apetecía, qué historia quería contar, cómo lo haría… Y a partir de ahí todo se tradujo en nuevas contrataciones, nueva estructuración, nuevos proveedores”.
A pesar de ese giro inesperado tras la boda, casi anecdótico, ni las apariciones en cuentas de influencers ni sobre la alfombra roja se traducen en ventas directas. Todo forma parte de un plan para crear marca y ganar notoriedad: “Yo intento transmitir que somos una firma de lujo, que es un producto cuidado. Como firma de lujo es necesario que estés en la red carpet y que tus vestidos los lleven ciertas celebrities, por la imagen que proyectan”. Un sentimiento aspiracional para una legión de seguidores de estas mujeres que congenian con sus estilos y con el de García.
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