Yon González o el caso de los ídolos machistas ‘forra carpetas’
Las polémicas entrevistas del actor de ‘Las chicas del cable’, malinterpretando el significado de feminismo y culpabilizando a las víctimas de violencia de género, son otro capítulo más de estrellas con tirón entre las jóvenes que normalizan actitudes misóginas.
Yon González no tiene cuenta de Twitter. Al menos, de forma pública y oficial. Afectada por esta situación, y abrumada por el alud de menciones que recibe desde hace unos días, la community manager que gestiona la del club fans del actor (@YonGonzalez_CF) no ha dejado de publicar tuits aclarando que su cuenta no es la del intérprete y que ella no tiene nada que decir sobre las polémicas declaraciones de su ídolo sobre violencia de género y feminismo que han alarmado a la red social. Hablamos de las dos entrevistas que González ha ofrecido promocionando su última serie, Las chicas del cable, una producción de Netflix que, precisamente, reivindica el papel de la mujer en una sociedad opresora y sexista.
En la primera, publicada en Eslang, el actor equipara machismo y feminismo en la misma categoría, como ya hizo en su día Cristina Pedroche:
«Creo que ni el feminismo ni el machismo son necesarios. El otro día me pareció un exceso que juzgaran a Pablo Motos. Si estuviésemos todos en el centro no habría feminismo ni machismo. El día que descubramos cómo mantener un equilibrio se acabarán todos los problemas. Realmente todo es un problema de no entender, de no ponerte en la piel del otro. Ni las feministas ni los machistas, me parece todo un error«.
En la segunda entrevista, realizada a tres bandas con sus compañeros masculinos de reparto (Martiño Rivas y Sergio Mur) a la periodista Mariló García para su blog Yo no me aburro, González iba un paso más allá al romper una lanza en favor de productos televisivos en los que se contase cómo las mujeres maltratan psicológicamente a los violentos, o culpando a éstas de recibir palizas, el ‘eso te pasa por ir provocando’ de toda la vida, afirmando que todo esto de la violencia de género «es una cosa de dos»:
«Pero sí que es verdad –continúa Yon González– que el machismo y todo esto se cuenta siempre a favor de la mujer. Y pienso que luego en la realidad también está el machismo pero al revés, a nivel psicológico, que he visto en muchas situaciones y dices: ‘¿Qué es lo que está bien?’. ¿Me explico? Quiero decir que siempre es en defensa de la mujer y no al revés, que puede haber un maltrato psicológico por parte de la mujer hacia el hombre, y creo que eso tampoco se cuenta. Y sí que en un futuro me gustaría ver. Que siempre el machismo se defiende hacia… y no es por ser machista, ¿me explico? Situaciones que puedan ser inversas… Me gusta que se hable de machismo, pero me gustaría que en un momento dado se dé la vuelta a la tortilla y se reflejase muchas veces de dónde surge… porque es lo típico, el hombre que pega a la mujer y hay luego otra parte en la que… cómo se llega a que una persona que no es maltratadora llegue a cruzar esa línea… ¿Qué función tiene la mujer ahí? Es una cosa de dos. Ella porque permite y él, porque decide cruzar la línea. Con lo cual los dos han cruzado la línea y están… Lo he explicado fatal”.
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Tras la repecusión de las declaraciones, recogidas por varios medios de comunicación y en las redes sociales, esta revista ha intentado contactar con el actor para aclarar su visión respecto a este ámbito. Desde su agencia de representación indican que González está inmerso en un rodaje y que «probablemente no quiera dar más vueltas al tema», destacando que el actor está «muy concienciado» respecto a la violencia de género y justificando/disculpando las declaraciones alegando que «él mismo aclara en la entrevista haberse hecho un lío explicándolo».
En un país en el que más de 885 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas en los últimos 15 años –solo el 20% interpuso denuncia previamente–, reducir una situación de maltrato a «qué habra hecho para que esto pase» o «ella lo permite» pone los pelos de punta a cualquier experto en asistencia a las víctimas. «El tema es mucho más grave de lo que parece», apunta Miguel Lorente, ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género y colaborador en este ámbito en El País. Para el autor de El rompecabezas: anatomía del maltratador (2004), las declaraciones del intérprete son alarmantes «tanto por el desconocimiento que demuestra sobre la realidad social y de la violencia de género como parte de ella, como por la interpretación que hace de quienes trabajan para erradicarla (feminismo) y de los que contribuyen a que todo continúe igual (machismo), unas veces de manera directa con un mensaje que claramente sitúa a las mujeres en una posición inferior (como provocadoras, malas, perversas) o con mensajes más elaborados, que es lo que conforma el posmachismo», aclara y añade que «por otra parte, se aprecia de manera clara esa fratría y camaradería tan masculina, pues sus palabras surgen para defender a Pablo Motos y con él a la posición y situación de los hombres».
Cuando González dice que «ni feministas ni machistas» está olvidando –otro más–, que el feminismo, según la RAE, es la «ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres». Si González culpabiliza a la víctima diciendo que «qué función tiene la mujer ahí para una persona que no es maltratadora llegue a cruzar ese línea» o destaca que esto de las palizas «es una cosa dos: ella porque permite y él porque decide cruzar una línea», el actor olvida (o desconoce) las dinámicas de poder en una situación de maltrato y cae en la temida victimización secundaria sobre la que instituciones públicas tanto luchan por erradicar.
La que fuese directora directora de Violencia de Género y Asistencia a Víctimas de la Junta de Andalucía, Encarnación Aguilar, ya explicó aquí (a propósito del caso de Ray Rice) que » el proceso que pasa una víctima de violencia de género dura una media de 10 años. Hasta que ha pasado esa fecha, la agredida no se plantea salir de la situación que vive» y que la complejidad afectiva de este tipo de relaciones en las que la estructura de poder de roles está muy delimitada no se soluciona con un simple «¿por qué diablos sigues con él?» o la culpabilización del «ella lo permite» que defiende González. «Probablemente nos enfrentamos a otras situaciones de maltrato verbal, violencia sexual y psicológica y una fuerte dependencia emocional que debe trabajarse sin caer en la doble victimización», defendía Aguilar.
González (30 años) enfatizó durante la entrevista que se había explicado «fatal». Pero sus declaraciones siguen la línea de pensamiento de muchos jóvenes adolescentes, esos que también siguen sus pasos con devoción desde El Internado y que si hubiesen nacido hace tres décadas, cuando todo era más analógico, probablemente habrían forrado sus carpetas con su foto. Siete de cada diez chavales creen «que los celos son una expresión del amor«. Según las encuestas del CIS, uno de cada tres menores de 30 años en España ve con buenos ojos «controlar los horarios de sus parejas, impedir que vean a sus familias o amistades, no permitirles que trabajen o estudien o decirles lo que pueden o no pueden hacer«. El 4% de las adolescentes españolas de entre 14 y 19 años han sido agredidas por el chico con el que salen o salían; y casi una de cada cuatro se ha sentido coaccionada.
Lo del coprotagonista de Las chicas del cable es un nuevo capítulo en ese género de ídolos (generalmente entre el género femenino) que han denotado actitudes o conductas machistas públicamente. Si González empezó su entrevista con Mariló García desmereciendo la ideología feminista de su serie y apuntando («riendo») que «hay chicas tan guapas en la serie que merece la pena verla sólo por esto»; otros como Jeremy Renner o Chris Evans se tuvieron que disculpar el año pasado después de que en plena promoción de Los Vengadores defendieron (riendo, esto siempre se dice entre risas) que el personaje de Scarlett Johansson en la película (la Viuda Negra, una superespía) era «una puta» y «una auténtica zorra». O Milles Teller (Whiplash, Los cuatro fantásticos) bromeando entrevistado por una periodista en Esquire (entre risas, otra vez) al hablar sobre las denuncias de violaciones y agresiones sexuales de los conductores de Uber («pide el servicio Do not rape –sin violación–) e indicar –a ella y después a la camarera que les atendía– que el clásico vaso de tubo que tenían delante era un «molde de su polla».
Lejos de esos ‘deslices’ sexistas que se escapan entre la camaradería informal de una entrevista normalmente estudiadas y planificadas al detalle por sus agentes, hay casos más graves. Como los que se descubren sin que los afectados estén de promoción. Como el vídeo de otro ídolo generacional femenino, Johnny Depp, insultando a Amber Heard y golpeando a todo lo que tenía delante en su cocina, que se hizo público cuando medio mundo acusaba a la actriz de ser una goldigger de manual en el proceso de divorcio. O como cuando saltó a los medios el mensaje de voz que Mel Gibson dejó a su ex novia, la pianista rusa Oksana Grigorieva, después de destrozarle dos dientes durante un forcejeo en el que ella sostenía a la hija recién nacida de ambos en brazos. «Te lo merecías”, gritaba Gibson al teléfono: “Si te violase una manada de negros, te lo merecerías. Voy a ir allí, y voy a prender fuego a la casa, pero primero me la vas a chupar».
«Ya no os pone Yon González y no os pondría ninguno de esos Señores™ si tuviéseis idea de lo que piensan de nosotras», tuiteaba respecto a esta polémica la periodista Adriana Andolini. Una declaración que iba en la línea de lo que Ann Friedman explicó a propósito de la caída en desgracia de James Deen, el actor porno fetiche de las mujeres, que después fue acusado de violar a compañeras de rodaje: “Tenemos que ir más allá de esas listas que ensalzan a los hombres ‘buenos’ hablando sobre las mujeres fuertes de su vida. A todos, a cualquier género, necesitamos preguntar: ¿Cómo tratas a las mujeres? No sólo a las mujeres en abstracto, sino a las mujeres que conoces y con las que trabajas cada día. Y quizá preguntar a alguna de esas mujeres sobre su experiencia directamente. Lo personal es político. Necesitamos ensalzar a hombres famosos cuando hagan cosas loables hacia las mujeres, no sólo cuando digan cosas buenas de ellas”.
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