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Además de racistas, ¿son los Oscar también homófobos?

A las quejas de la comunidad afroamericana por los #OscarsSoWhite habría que sumar las de dos colectivos marginados por la Academia: las mujeres y los gays. Hollywood, toma nota.

Kering On The Red Carpet – The 68th Annual Cannes Film Festival
Getty

Si entendemos los Oscars como esa fiesta de audiencia planetaria que resume la filosofía de toda una industria, Hollywood tiene un problema. De representación, concretamente. La comunidad afroamericana denuncia bajo el lema #OscarsSoWhite la ausencia por segundo año consecutivo de candidatos negros en las categorías de interpretación y otras principales (nótese que hasta los guionistas nominados por Straight Outta Compton son blancos), pero la falta de diversidad en los premios de la Academia también afecta a las mujeres y la comunidad LGTB.

Quizá el detalle que mejor resume la tendencia sexista de la Academia y su reticencia a abrazar historias de amor “diferentes” y eminentemente femeninas es que, inesperadamente, un film como Carol se ha quedado fuera de las nominaciones a Mejor película y Director. Cómo esta historia premiada en Cannes y de rédito artístico más que probado no ha conseguido colarse en las categorías principales es un misterio. O no tanto si atendemos al historial de desatinos con cierto tufo machista y homófobo de la Academia. ¿Recuerdas cuando Crash se llevó la estatuilla a Mejor película? Tranquilo, el resto de la humanidad tampoco. Pero es probable que sí recuerdes aquel ‘Romeo y Romeo’ que era Brokeback Mountain. O cómo hubo que esperar hasta 2010 para que, casi en un acto de condescendencia, una mujer recogiera el Oscar a mejor director por En tierra hostil. No sirvió de mucho, pues tres años más tarde, Kathryn Bigelow fue marginada en esa misma categoría cuando competía con una película ampliamente superior, La noche más oscura.

Ha tenido que llegar Carol, dirigida por un cineasta homosexual (Todd Haynes) y escrita por una guionista lesbiana (Phyllis Nagy), para volver a poner los puntos sobre las íes con una historia de amor homosexual que, albricias, huye del folletín y no es condenada a un final trágico. Así que este año la doble visibilidad –femenina y LGTB– recae sobre todo en las nominaciones de Cate Blanchett y Rooney Mara y, de manera desigual, en otras honrosas excepciones de calado feminista como Mad Max: furia en la carretera y Los odiosos ocho, Star wars: el despertar de la fuerza o Emma Donoghue, guionista de La habitación y abiertamente lesbiana.

En lo que respecta a diversidad, este año nuestros Goyas les han dado sopas con hondas a los Oscars, empezando por la paridad en la categoría de dirección y terminando con el hecho de que, de las cinco candidatas al Goya a mejor película, cuatro estaban coproducidas por mujeres. En los Oscars, de los 24 productores nominados, solo 7 son mujeres.

Pero no solo el problema está en el género, la orientación sexual también levanta ampollas en los Oscars. Los colectivos LGTB lamentan que siempre sean actores cisgénero como Eddie Redmayne los que interpreten personajes transexuales, precisamente en un año marcado por la visibilidad trans en la industria del entretenimiento (con películas como La chica danesa o Tangerine y programas como Transparent y I Am Cait). Al menos estos Oscars se han acordado del músico Antony Hegarty en la categoría de mejor canción, convirtiéndolo en la segunda persona transgénero en ser nominada en la historia de los premios.

Pero fue Ian McKellen quien protestó hace unas semanas por la falta de representación LGTB al diario The Guardian, apuntando el revelador dato de que ningún actor abiertamente gay ha ganado jamás una estatuilla. “Me pregunto si es por casualidad o por prejuicios”. Por supuesto, hay intérpretes LGTB, como Linda Hunt o Joel Grey, con un Oscar en su haber (o dos, como Jodie Foster), pero McKellen se refería a intérpretes fuera del armario en el momento de conseguirlo. En el caso de Grey, por ejemplo, no hizo pública su condición de homosexual hasta cuatro décadas más tarde de ganarlo por Cabaret.

En la otra cara de la moneda, los Oscars se pirran por premiar a heterosexuales interpretando a gays: Sean Penn, Tom Hanks, Philip Seymour Hoffman… “Qué listos, ¿por qué no me lo dan a mí por interpretar a un heterosexual?”, bromeaba McKellen, que ha confesado que las dos únicas veces que ha sido nominado llevaba preparado un agradecimiento que incluía una contundente frase en favor de la visibilidad LGTB: “Estoy orgulloso de ser el primer actor abiertamente gay en ganar el Oscar”. Pero por el momento, ese discurso tendrá que esperar en el bolsillo de su chaqueta.

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