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Viaje al centro de la joyería

Place Vendôme es el destino favorito de aquellos que buscan los tesoros más exquisitos; y el lugar que ha elegido Louis Vuitton para abrir su primera tienda dedicada exclusivamente a joyas.

Joyas Louis Vuitton
Frank Mura / WWD

El lujo estrena dirección postal: el número 23 de la Place Vendôme, en París. La elección no ha sido al azar. Con Cartier a la derecha, Boucheron a la izquierda y el emblemático Hotel Ritz enfrente, la firma Louis Vuitton, estrella del conglomerado LVMH, ha querido hacer una declaración de intenciones como líder del mercado. Las cifras avalan al grupo: con un crecimiento del 25% en el primer trimestre de 2012 –lo que se traduce en un total de 6,6 billones de euros–, el sector de la relojería y la joyería ha sido el que más ha crecido. Si a principios de 2011 los ingresos eran de 261 millones de euros, en lo que llevamos de año la cifra asciende a 630 millones. Un crecimiento del 141%. Tal y como declaraba el grupo en su cuenta de resultados financieros, «en un ambiente económico que sigue siendo incierto en Europa, LVMH continuará centrando sus esfuerzos en el desarrollo de sus firmas, manteniendo un control estricto sobre los costes y dirigiendo sus inversiones hacia la calidad, la excelencia y la innovación de sus productos». Y qué mejor forma de mostrar su propósito al mundo que con una boutique de alta joyería cuya inauguración, el día 3 de julio, coincide con la Semana de la Alta Costura de París.

El espacio, situado en una casa señorial construida en 1725, ha sido diseñado por el arquitecto e interiorista Peter Marino, que quiso mantener los códigos de la firma creando una atmósfera que reflejase su historia, «una mezcla de imaginación poética, ingenio técnico y savoir faire», explica. En las paredes, madera de rosal, cuero de color tabaco y marquetería de caña; en el suelo, alfombras de tonos tenues. «Las joyas son las estrellas, y la decoración debe fundirse en un segundo plano, no competir con ellas», comenta Marino. Como broche final, las obras de tres artistas contemporáneos llegados de diferentes rincones del planeta –Farhad Moshiri, Rashi Rana y Teresita Fernández– decoran el espacio para subrayar la relación de la firma con el mundo del arte.

D.R.

El viaje es otro de los motivos recurrentes de la firma, cuya historia empieza con una maleta. El periplo que inició monsieur Vuitton en 1854, cuando abrió su primera tienda en rue Neuve des Capucines, es precisamente el punto de partida de las colecciones de Lorenz Bäumer, director creativo de joyería de la firma. De origen alemán, se graduó como ingeniero en la École Centrale de París. Pero pronto encontró otro campo donde plasmar su creatividad. Lo que empezó como un hobbie –haciendo pequeñas piezas de bisutería con los alambres del corcho de las botellas de champán, para entretener a los invitados de las fiestas de su padre, diplomático en la capital francesa– se convirtió en una profesión en la que despuntó por su mezcla de artesanía e innovación. Con solo 30 años, su firma homónima cotizaba al alza –llegó a exponer algunas de sus piezas en la colección permanente del Museo de Artes Decorativas de París– e incluso colaboró (desde las sombras) en la creación de las joyas de Chanel Joaillerie. Hasta que Louis Vuitton lo fichó, en 2009. «Tuve el privilegio de que me dieran carta blanca a la hora de diseñar», recuerda ahora Bäumer. «Resulta curioso, porque al mismo tiempo quise respetar el ADN de la firma: el tema de los viajes, el monograma».

La tercera y última entrega de su colección L’Ame du Voyage (El alma del viaje), bautizada Escala en París, relata un recorrido por la ciudad, del Arco del Triunfo a los Jardines de las Tullerías y la Place Vendôme. «Mezclé mi pasión por las gemas de colores con los diamantes Louis Vuitton, tallados como el monograma», explica el diseñador. «Es un corte extraordinario; ha llevado tres años perfeccionarlo, pero da a las joyas una luminosidad sobrecogedora». El resultado es la unión perfecta del saber hacer con el que Louis Vuitton ha escrito su historia y el espíritu transgresor del joven diseñador. «Cuando algunos de los mejores artesanos del mundo me decían que era imposible materializar mis diseños, sabía que lo había conseguido, porque significaba que nunca nadie lo había hecho antes», concluye.

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