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Así es el proceso de creación del vestuario de una boda gitana

Se trata de un fenómeno sociológico único y también el epicentro de una singular forma de entender la moda, la belleza y la fiesta.

La modista Saray Montoya no solo es una de las artesanas más cotizadas de la moda nupcial gitana, también es estrella de la televisión (Gipsy Kings) 
e influencer en Instagram.
La modista Saray Montoya no solo es una de las artesanas más cotizadas de la moda nupcial gitana, también es estrella de la televisión (Gipsy Kings) e influencer en Instagram.antártica

«Que se me casa la niña…». Con esta frase cuenta la diseñadora y modista Saray Montoya que suele comenzar todo. Es la que le dicen al otro lado del teléfono las madres cuando la llaman para pedirle que le haga a su hija su traje de novia. Mejor dicho, sus trajes de novia. Ahí empieza el espectáculo. Porque hacer vestidos de ceremonia para una boda gitana es casi el equivalente a preparar una producción teatral.

Montoya es hoy una de las creadoras más conocidas y solicitadas de su gremio. Nieta del mítico bailaor Farruco, pero criada con él como si fuera su padre, no solo iba para bailaora, como quería su abuelo, sino que lo fue durante muchos años. Por algo había nacido en esa dinastía gitana de la que han salido sus primos Farruquito y El Farru. Pero ella lo que quería en realidad era coser. Ya de pequeña en la academia de su abuelo recortaba los manteles de lunares y hacía siluetas de prendas. Y desde hace casi una década se dedica en exclusiva a ello en su taller y tienda de Sevilla, espoleada por la fama que le ha dado participar en los programas de televisión Gipsy Kings y Supervivientes, a los que se presentó, como confiesa, sabiendo que no le entusiasmaba el formato, pero que le daría la popularidad que necesitaba para su incipiente negocio. Más de 177.000 seguidores en su cuenta de Instagram confirman que la estrategia fue certera.

La pedrería es el factor clave capaz de hacer que el coste de un vestido aumente de manera exponencial. Los cristales, las lentejuelas y las cuentas de vidrio se combinan para generar la imagen más espectacular posible.
La pedrería es el factor clave capaz de hacer que el coste de un vestido aumente de manera exponencial. Los cristales, las lentejuelas y las cuentas de vidrio se combinan para generar la imagen más espectacular posible.antártica

En ocasiones, Montoya recibe esa llamada con menos de un mes de antelación. Pero aceptar pedidos como estos suele requerir, entre las modistas más conocidas por las familias, al menos seis meses. «Una boda gitana es una locura. Ganas mucho dinero, sí, pero te vuelven literalmente loco. Hay mucha exigencia, están muy encima y te piden numerosos cambios», cuenta el diseñador canario Willy Díaz, famoso por sus creaciones de carnaval y que empezó también a hacer estilismos para estos enlaces hace ya 20 años. Su primer encargo vino de una chica que había visto sus trajes carnavalescos y quería algo similar para su enlace. Algunas modistas, como Aina Jodar, en Palma, que suma ya más de tres décadas vistiendo a las gitanas en sus celebraciones, piden incluso un año de plazo para entregar sus trabajos. Jodar confiesa que a ella este mundo gitano le ha dado «la vida», porque siempre quiso trabajar para el teatro, y esto es puro espectáculo. «Es su día más importante y hacer una boda para ellas es tirar la casa por la ventana. Así que se ponen lo más grande», resume.

Una boda gitana, no hace falta decirlo, no es una boda cualquiera. En la mayoría de zonas de España duran hoy un día, aunque todavía hay lugares donde los festejos se prolongan hasta tres. Y ataviar a una novia implica coserle al menos tres vestidos diferentes, incluso cuatro. Y cada uno implica complementos, peinado y maquillaje adecuados al look.

La flamante novia, Pipi, baila el día de su boda con el segundo vestido, de corte sirena y escote corazón.
La flamante novia, Pipi, baila el día de su boda con el segundo vestido, de corte sirena y escote corazón.ANA PALMA

Protocolo nupcial

El primer vestido es el camisón y la bata que la novia vestirá en la intimidad de su casa, rodeada de los familiares más cercanos, ese cortejo indefinido en número que forman madre, hermanas, primas y abuelas, y que, como cuentan las modistas, acompañan a la novia desde que acude a sus tiendas y talleres para encargar los vestidos. «Vienen hasta 400 personas con ella», lo exagera Antonia Cortés, que en su casa-taller del barrio de Lavapiés en Madrid lleva ya 15 años trabajando en el sector, pero también diseñando vestidos para artistas como las hermanas Estrella y Soleá Morente. Ese primer camisón es frecuente que sea comprado en alguna tienda de ropa o de lencería y no hecho a medida. Pero no así los tres siguientes.

Morabel Morales llegó a la moda nupcial para bodas gitanas por caminos insospechados: desde la música, el cabaret, las artes escénicas y el estilismo televisivo. La teatralidad es esencial para su oficio.
Morabel Morales llegó a la moda nupcial para bodas gitanas por caminos insospechados: desde la música, el cabaret, las artes escénicas y el estilismo televisivo. La teatralidad es esencial para su oficio.antártica

El vestido de novia, con el que la chica se casa, debe ser blanco. Será el único donde mande este color. A partir de ahí la paleta explotará en una gama en la que, hasta hoy, mandan los rosas, los rojos, el fucsia, los verdes o los amarillos y por supuesto el plata y el oro, que se alternan por rachas, pero nunca decaen. «Ahora se llevan los cortes tipo princesa», explica Morabel Morales, de Sant Adrià de Besòs, que llegó a este universo particular gitano por casualidad, desde el del espectáculo, cuando le hizo un traje a una gitana a la que compraba flores en Barcelona. A partir de ahí comenzó a correrse la voz y le llovieron los pedidos. «La gitana española se está volviendo más delicada», la secunda Jodar. Hoy las novias piden vestidos con corte de sirena y más ajustados, relegando así las prendas más pomposas de volúmenes imposibles. Aunque estos no desaparecen. Morales, de hecho, ensalza que la que pide un traje así lo quiere incluso cada vez más exagerado. «Si antes estábamos por los seis metros de diámetro ahora estamos llegando a los 12. Y cada una lo quiere más extremado que la anterior», explica. Lo que no falta nunca, en la que es la principal seña de identidad de casi todos los diseños, es el brilli brilli, como lo llaman. La pedrería, siempre de cristal, y las lentejuelas, de plástico, que provocan que a algunas novias haya que mirarlas «con gafas de sol para no deslumbrarte», como dice Tania López, de la tienda Gipsy Bridals, de Jerez de la Frontera. «En estos vestidos condiciona más el tipo de pedrería que la tela», explica Montoya.

A la izquierda, Aroa con su segundo vestido (ella llevó cuatro). A la derecha, Samara lleva el tercer vestido de la fiesta, el más llamativo y extravagante. En esta ocasión, su marido José eligió un traje a juego, con tejido satinado, colores brillantes y bordados.
A la izquierda, Aroa con su segundo vestido (ella llevó cuatro). A la derecha, Samara lleva el tercer vestido de la fiesta, el más llamativo y extravagante. En esta ocasión, su marido José eligió un traje a juego, con tejido satinado, colores brillantes y bordados.ANA PALMA

La elección y la cantidad determinan el precio. Un vestido sin pedrería comienza en 800 o 1.000 euros. Con ella comienzan en 1.500 euros y pueden dispararse hasta los 17.000 euros que ronda una prenda con cristales de Swarovski, lo más caros y cotizados, y que pocas familias pueden permitirse. Es el unicornio de los vestidos de novia, porque un rollo de pedrería de cinco metros cuesta entre 700 y 800 euros y, como cuenta Montoya, para hacer un vestido completo pueden ser necesarios hasta 20.

El complemento imprescindible del primer vestido es la corona. No faltan pendientes, brazaletes y pulseras, pero este es el más simbólico de todos los adornos. «Es el único básico. Aunque una niña no la quiera, la madre le insiste siempre en que la use, porque la corona es un símbolo con el que se demuestra el respeto a la familia. Estás dando tu honra y así honras a los tuyos», explica Montoya. Ella misma, el día de su enlace, llevó ese accesorio hasta el cementerio para ofrecérsela a su abuelo Farruco, colocándola sobre su lápida.

También aquí cambian las tendencias. Si antes se pedían coronas cada vez más grandes y aparatosas, hoy la influencia de las bodas árabes, que muchas gitanas emplean como referencia, ha hecho que el tamaño ceda en favor de una elegancia más sutil y que se pidan más tiaras que complementos grandes. «Ya se han terminado las ceremonias en que la novia parece que llevaba una antena en la cabeza», resume Montoya. Su colega Morales argumenta que adornos tan pomposos no encajan en la moda actual, más relacionada con los atuendos de princesa o de época, pero cuenta que el impulso por la ostentación sigue latente: «Muchas niñas ven las tiaras y dicen que las quieren, pero más hermosas».

‘Outfit’ festivo

Tras la ceremonia llega la segunda parte de la celebración y probablemente la más importante: el yeli, la conocida como prueba del pañuelo, y con ella el segundo cambio de estilismo. Hasta hace no demasiado tiempo en las bodas solo se usaba un traje, el blanco, y solo en algunas zonas se sustituía por una camisa de raso sencilla para el momento en el que se examina la virginidad de la recién casada. Sin embargo, en los últimos 20 años se ha impuesto el camisón, que no deja de ser en realidad otro vestido más, con menos volumen, pero acompañado con batas de larga cola y todo tipo de ornamentos, se ha convertido así en la prenda clave que la novia luce en esa fase del enlace. Su precio ronda los 700 euros, aunque se acompaña también de la sábana y el cojín sobre los que se tumba. Y, como siempre, requiere un cambio de complementos. Todos, salvo la corona, «son intercambiables», como explica Montoya. Se puede llevar peineta, trenzado indio, pulseras, collares… Díaz, de hecho, insiste en que, en general, «lo quieren todo».

Samara en su boda con una monumental corona que, para los expertos, es uno de los núcleos de la estética de los enlaces gitanos.
Samara en su boda con una monumental corona que, para los expertos, es uno de los núcleos de la estética de los enlaces gitanos.ANA PALMA

Una vez superado el yeli, llega la parte lúdica y con ella el estilismo más festivo. De nuevo un derroche de pedrería, plumas y volantes para diseños de colores, telas brillantes desde sedas, jacquards o guipures que se compran en tiendas españolas o se traen de Marruecos, Turquía, Tailandia o India. También las líneas son cada vez más sensuales, «tipo Beyoncé», cuenta Montoya que le piden las clientas que quieren impactar. En cualquier caso, las referencias a famosas son escasas, como desvela Cortés. «Ellas tienen su propio estilo», justifica. Así lo ve también Morales, quien dice que a ella le ponen como ejemplo todo tipo de imágenes extraídas de Internet, desde las bodas de lujo de los Emiratos Árabes o las pasarelas del libanés Zuhaid Murad hasta diseños de Chanel que quieren adaptar a su manera. «Después ya es misión tuya hacerlo a su gusto, porque un vestido de alta costura de Chanel en realidad no se parece a nada», dice.

«A algunas novias hay que mirarlas con gafas de sol, para no deslumbrarte».
«A algunas novias hay que mirarlas con gafas de sol, para no deslumbrarte».antártica

Con ese último look las novias quieren mostrar y mostrarse y piden escotes pronunciados, cortes laterales y muchas transparencias. Una tendencia que en Cataluña incluso se acentúa aún más, porque al parecer son más atrevidas. Y es que la procedencia geográfica de la pareja y de la familia sí marca algunas diferencias. En Jerez, por ejemplo, como cuenta Tania López, «se pide menos pedrería» y hay más similitudes entre una boda gitana y una boda paya. En Valencia, como apunta Díaz, gustan hoy los atuendos de estilo carnavalero. Y pone como ejemplo un curioso encargo: un diseño opulento con estructura de más de dos metros y medio y miles de plumas y un escueto vestido con pedrería que apenas cubre el cuerpo de la clienta. En Madrid y sobre todo en su zona centro, como desvela Cortés, «las novias tienen un estilazo tremendo». Y a los gitanos franceses, por ejemplo, les gusta más el volumen. Para una boda en Perpiñán confeccionó un vestido con una cola de 100 metros con ruedas y luces que «parecía una feria» y que tuvieron que llevarse en tráiler.

Adaptarse al presupuesto

En total, entre todos los vestidos, una novia se gasta entre 3.000 y 8.000 euros, según los accesorios y adornos que demande. Aunque el trabajo de estas modistas no termina ahí. Porque en una boda gitana no se viste solo a la novia. La mayoría cosen también los trajes de las madres, las hermanas y algunas primas. Cuando reciben un encargo así se lo anuncian: «Seis más la novia». Estos estilismos, aunque demandan brillo, no deben competir jamás con los de la protagonista en espectacularidad ni colores. Y muchas, también, le diseñan la ropa al novio, que dependerá de su poder adquisitivo. Lo más sencillo es un único traje ajustado y un cambio de camisa, a juego con el último vestido de la novia, para llevarlo cuando, tras el yeli, le rompan la primera que llevaba. ¿Lo más sofisticado? Hasta tres trajes diferentes, como ella, desde uno primero de ceremonia estilo principesco hasta un tercero festivo y del mismo color que el de su ya esposa. Una explosión de ostentación que, sin embargo, como apunta Jodar desde Palma, «no es para tanto». La imagen distorsionada que dice que han dado algunos programas de televisión de derroche y desvarío no se ajusta a una realidad en la que, como cuenta, las familias no se gastan tanto y pagan poco a poco y como pueden. Además, los estilismos se pueden abaratar usando telas más simples y accesorios menos complicados. «Y ahora es todo más fino», añade. Las personas que como ella les hacen los vestidos han ganado poder y tienen mayor influencia para evitar excesos y disonancias. Y las chicas –y su cortejo– se fían de las modistas si les alertan de que algunos complementos no deben llevarse o si se pasan de frenada con el brilli brilli. Saben, como dice Jodar, que si se equivocan el comentario que les harán será siempre el mismo: «Ay, habérnoslo dicho, que tú eres la que sabe y nosotras no sabemos na».

Samara luciendo un brazalete.
Samara luciendo un brazalete.ANA PALMA

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