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Eguzkine Zerain o cómo cambiar Euskadi por Lanzarote y convertir un taller en una forma de vida

Desde su taller de Teguise, Lanzarote, Eguzkine recibe a viajeros y turistas atraídos por el universo artesanal y la autenticidad de sus creaciones. Esta es su historia.

La artesana Eguzkine Zerain.
La artesana Eguzkine Zerain.Cortesía Eguzkine Zerain

Eguzkine Zerain nació en Vitoria, pero para entender su relación con Lanzarote, donde reside desde hace más de dos décadas, nos remontamos a un verano de su infancia. “Vinimos a pasar unas vacaciones en familia y desde entonces volvíamos cada verano. Era un lugar increíble y muy diferente por la forma de sentir de su gente y de vivir el día a día”, cuenta a S Moda por teléfono el alma máter de Eguzkine.

Empujada por aquellos recuerdos y atraída por el magnetismo de la isla, se mudó allí a los 20 años para formarse en reproducciones arqueológicas iniciando su camino en el mundo de la artesanía. “Cuando terminé el curso dos años más tarde, después de conocer el mundo de las artes y estar en contacto con todos esos materiales, decidí dedicarme a la cerámica, material que desde pequeña me había llamado la atención”, recuerda. Recién terminada su formación, la por entonces joven alavesa emprendió un taller con dos compañeros que cerraría sus puertas unos meses después. “Teníamos 20 años y no teníamos buena base, éramos muy jóvenes”.

Durante años compaginó su inclinación por la artesanía con diferentes viajes y estudios; pero fue en 2013 cuando decidió formalizar su afición por el material y emprender su proyecto artesanal Eguzkine. Instalada en el pueblito interior de Teguise, abrió un taller en su propia casa y se lanzó a crear platos y piezas de vajilla a partir de barro y porcelana. Su estudio, localizado en una carretera de paso, muy pronto llamaría la atención de curiosos y turistas que en su trayecto paraban, charlaban con Eguzkine y compraban alguna de sus artesanías. “Cada vez me visitaban más personas y he ido creciendo poco a poco hasta ahora. Ha sido un proceso muy natural que ha ido evolucionando gracias al contacto con la gente”, nos cuenta. Un secreto a voces, el de sus personales creaciones de cerámica, que desencadenó sinergias y la unión con nuevos proyectos emergentes, como su colaboración con la casa rural Buena Vista. “Empezamos ambos proyectos a la vez y desde el principio hemos ido de la mano, creciendo y evolucionando juntos”, señala. A la producción de una artesanía puramente funcional, no tardó en añadir la creación de piezas con un carácter más artístico: “Empecé a explorar otro universo fabricando lámparas, esculturas y composiciones para las paredes con una finalidad más decorativa”.

“En ningún caso ha sido fácil vender cerámica y en esa época menos aún”, confiesa sobre la dificultad de sus inicios. A lo largo de estos primeros años, el grueso de sus ventas se concentraba al otro lado de las fronteras (Alemania, Francia e Italia), pero ahora sus creaciones han incrementado el número de adeptos en el escenario nacional. “Desde hace dos años hemos notado un cambio de tendencia. Cada vez esta más equilibrado, el cliente español empieza a valorar mucho más este tipo de producto“, aclara.

Si algo caracteriza el taller de Eguzkine es la pluralidad de los materiales con los que trabaja, como la porcelana de Limoges o el barro refractario que decora con esmaltes, pigmentos y colorantes. “Me gusta tener esa diversidad y no dejar de investigar, continuar explorando nuevas formas y acabados”. Una amplitud de miras que se cristaliza en un proceso de producción artesanal que no entiende de cálculos ni de medidas exactas: se guía por la intuición dejando que el material que moldea con sus manos dicte el camino de sus creaciones. “No tengo un objetivo claro, ni busco que la pieza sea de ninguna forma en particular: dejo que sucedan cosas”. ¿El resultado? Piezas artesanales, con carácter y de las que, asegura, no hay dos iguales. “Son vivas, movidas… cada una tiene su propia personalidad”, defiende. Un proceso sustentado por la improvisación y que no descarta trasladar a otras disciplinas artísticas como la pintura. “Me gusta mucho que el lienzo sea la porcelana, pero no me importaría probar con acuarelas y acrílicos”.

“Todo lo que me rodea aquí es maravilloso, es pura vida que entra”. Inspirada por el oasis de tranquilidad natural de la isla de casitas blancas y paisaje volcánico, para la creadora el punto fuerte de su proyecto es el contacto con los clientes que visitan su casa-taller. Uno de los motivos que, junto a la premisa de continuar moldeando cada una de las piezas con sus propias manos, condiciona y limita el crecimiento de su proyecto. Porque en un mundo digitalizado conquistado por el comercio electrónico, para Zerain el modelo de negocio tradicional continúa primando sobre la venta online. “Sé que el mundo está cambiando, pero yo no promuevo la venta en Internet, sino las visitas en el taller. No quiero que esto crezca demasiado y se desorbite”.

Si emprender es un camino complicado, las barreras se multiplican cuando se trata de un proyecto artístico o artesanal. “En el arte esperas que te ayuden, que la sociedad o el ayuntamiento te subvencione… parece que siempre hay una excusa”, recalca. Pero Eguzkine afirma que la clave para alcanzar el éxito reside en lanzarse: “Si quieres emprender algo creativo, hay que exponerse, no tienes excusa para no intentarlo. Debemos hacernos responsables y arriesgarnos”.

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