Après Ski, la marca barcelonesa que transforma manteles viejos y sábanas antiguas en camisas únicas
Hace más de diez años, Lucía Vergara fundó su firma de bisutería. Ahora suma al proyecto prendas especiales que beben de los trajes regionales y la cultura popular y de las que solo fabrica una o dos unidades.
Una impoluta camisa blanca creada a partir de unas sábanas antiguas, un sombrero que en una vida pasada había sido un mantel o una chaqueta confeccionada con restos textiles de una famosa marca de ropa española. Las prendas de Après Ski no solo son únicas en cantidad (de muchas de ellas existe una sola unidad disponible), sino también en concepción. Lucía Vergara (Castellón, 1979), creadora de esta marca que nació como firma de accesorios en 2009 y que desde el año pasado comercializa también ropa, se encarga de encontrar tejidos especiales buscando y rebuscando en mercadillos, importando otros bordados por una tribu en Myanmar o recorriendo pequeños pueblos para inspirarse en sus trajes regionales, sus fiestas y costumbres. «Compro cada tejido uno a uno, elimino las manchas que tienen muchos de ellos y pienso en qué los voy a convertir. Todo es tan elaborado que no puedo producir mucho. Y tampoco quiero», explica la diseñadora al otro lado del teléfono.
Su sensibilidad para reciclar telas en desuso siguiendo la estela de marcas que triunfan a nivel internacional enarbolando la bandera del upcycling como Bode, Rave Review o The Archivist tiene doble mérito. Estudió Comunicación Audiovisual y jamás ha pisado una escuela de diseño. Todo lo que hace parte de su gusto personal y de un conocimiento autodidacta que desarrolló haciendo prácticas junto a la diseñadora Lydia Delgado. «Quería dedicarme al cine, pero acabé en televisión y aquello no era lo mío. Así que me mudé a Barcelona para aprender de moda y así fue como empecé a trabajar con Lydia. Me convertí en su mano derecha en el diseño de accesorios durante los tres años que trabajé para ella», recuerda. Y de ahí dio el salto a montar su propia marca bautizándola con el nombre de Aprés Ski a pesar de no tener nada que ver con la ropa de alta montaña. «Cuando diseñaba prendas de punto para Lydia Delgado, mi compañera y yo nos inspirábamos en ropa de après ski de los años cincuenta y en la estética de películas como Charada. Soñábamos con montar nuestra propia marca y cuando me decidí a dar le paso la llamé para preguntarle si podía utilizar el nombre con el que tanto habíamos fantaseado», cuenta Lucía a S Moda.
Al principio Après Ski era una marca dedicada en exclusiva a pendientes, pulseras y demás piezas de bisutería. Lo de la ropa llegó por casualidad. «Empecé a hacer prendas improvisadas con manteles para vestir a las modelos de mis campañas de joyería y la gente me escribía preguntándome si la ropa también estaba a la venta. Así que comencé a producir algunos diseños». Guiándose por su gusto personal por los tejidos antiguos – «no me identifico con los que se hacen ahora y lo mal que envejecen», apunta– y por la responsabilidad de no producir nada nuevo en un mundo en el que existen tantos textiles en desuso, Lucía va recopilando retales durante sus viajes a países como Turquía o Francia, colabora con la tribu asiática Naga que crea telas bordadas siguiendo tradiciones ancestrales y encuentra otros tesoros gracias a internet. «A veces llegan acompañados de cartas muy emotivas que cuentan la historia que tienen detrás. Recuerdo un mantel que había pertenecido a la abuela de la chica que me lo vendió y me contaba incluso el año en el que se había casado. Yo misma he hecho prendas utilizando los tejidos que mi abuela le regaló a mi tía como parte de su ajuar. Se llamaba como yo y sentía la misma pasión por las telas, así que lo que hago es una especie de homenaje a ella», reconoce la diseñadora.
Sus prendas, a la venta en su página web por precios que van desde los 65 euros de un sombrero a los 300 de una chaqueta, triunfan, sobre todo, en países como Estados Unidos, Japón, Bélgica o Australia. «Aquí tenemos un nivel de vida más bajo y cuesta pagar por piezas así, pero cuando imagino las horas que hay detrás de un mantel de vainica reconvertido en camisa me parece hasta barato», opina. Junto a ella, cazatesoros textil y diseñadora, trabaja una patronista que corta las telas y confecciona las prendas en Premiá de Mar, un pueblo de Barcelona. «A veces, si partimos de un mantel o una colcha grandes salen un par de camisas, pero otras el tejido solo da para una. Quizá algunos clientes se puedan frustrar al quedarse sin esa prenda que les gusta, pero al menos saben que cuando consigan hacerse con una no habrá cuarenta iguales. Algunas son tan especiales que hasta a mí me da pena venderlas».
Interesada en la parte creativa por encima de la empresarial, Lucía quiere que Après Ski continúe siendo un proyecto tan personal y pequeño como lo ha sido en sus diez primeros años de vida. «La evolución natural es crecer y hacerse grande, pero a mí no me termina de interesar. Me mantengo en un formato que me permite vivir de ello y generar algo de trabajo [junto a ella trabajan dos mujeres más en la marca, además de Ana, la patronista] sin tener que pedir dinero. De hecho me enorgullece haber creado el proyecto yo sola sin ayuda económica de nadie», afirma contradiciendo las lecciones básicas de cualquier escuela de negocios. «Si alguien quiere dedicarse a su pasión logrará hacerlo sin grandes recursos, aunque con mucho trabajo. Yo iba invirtiendo lo que ganaba en ir creciendo poquito a poquito, pero no hay duda de que es mucho esfuerzo».
Lucía sigue dedicando las noches y los fines de semana a hacer sus propios bordados para una colección inspirada en el abecedario que pondrá a la venta cuando esté terminada. El mayor hito del camino recorrido es poder seguir dedicándose a lo que le gustó desde siempre. «Tengo una foto de cuando era niña con mis primos en el pueblo en la que estamos vendiendo en un pequeño puesto las manualidades que hacíamos. Ellos salen en bañador, pero yo estaba vestida y me lo tomaba muy en serio. Me hace gracia porque ahora sigo igual que entonces, pero a otra escala».
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