“Con que te calles un minutito me haces una mujer feliz” y otras frases de ‘Todo es mentira’
Hablamos con Coque Malla, que protagonizó la película junto a Penélope Cruz, sobre el rodaje de un filme que para muchos es de culto. El “Me voy a Cuenca” se nos quedó a todos grabado, pero, ¿por qué no examinar las numerosas perlas del guión?
Si hay una película española de los 90 que refleje cuestiones como la inseguridad, la frustración, el amor difícil y enfermizo en su peor estado, todo ello de una forma humorística y generacional, esa es Todo es Mentira. Un guión que disecciona con pasmosa precisión todos esos males (que por lo que vemos son imperecederos) y alguno más. La historia es sencilla: “Chico tiene mala suerte con chicas y está deseando conocer a la mujer de sus sueños –chica de sus sueños conoce a chico y se enamoran y se van a vivir juntos– y se arma la Marimorena”. El chico es Coque Malla. La chica, Penélope Cruz. Todo ello regado por las personalidades de una serie de amigos y secundarios, encarnados por Christina Rosenvinge, Jordi Mollá, Ariadna Gil, Gustavo Salmerón, Fernando Colomo… La ciudad de Madrid cobra también gran protagonismo en la película, con permiso de la mil y una veces nombrada Cuenca. El film capta a la perfección la esencia de la capital: desde el comienzo, con un cameo de Santiago Segura vendiendo vasos de caldo a veinte duros frente a una discoteca de moda de la capital, hasta la presencia del Café Central o el ambientillo de las callejuelas en que el personaje de Ariadna Gil desempeña su trabajo. Y un halo de costumbrismo lo inunda todo: sólo hay que ver el excelente retrato de una España que es así, como por ejemplo los padres de la protagonista, Penélope.
Álvaro Fernández Armero es el director y guionista de esta película para muchos de culto. Un encontronazo no deseado con la madurez, un primer saludo a la edad adulta, a lo que se supone que debes de hacer y de querer, y una zozobra descacharrante a través de lo peor de las obsesiones de un jovencísimo Coque Malla y su entorno. Así recuerda Todo es Mentira el actor y cantante: “Creo que la gente se quedó básicamente con las coñas de la película, pero era muy dura, porque retrataba el amor de una manera muy cruel y pesimista. Esto es lo que más me gustaba de la película. El momento álgido es cuando Lucía (Penélope) invita a cenar a sus amigos (Mónica López y Fernando Colomo) y Pablo, mi personaje, le suelta un discurso que la machaca”.
Unas tras otras, las escenas y el ritmo de guión son entretenidas y siguen muy vigentes, pero si hay que seleccionar las frases más memorables, apostamos por las siguientes:
“Con que te calles un minutito me haces una mujer feliz”.
Mañana de fin de semana. Pablo (Coque) despierta a Lucía (Penélope) con mucho brío y energía, cosa que a ella parece no hacerle mucha gracia. Le prepara el desayuno todo majo y amable y la cara de asco de ella no para de intensificarse. Él le dice que le pida lo que quiera, y ella, comiendo aspavientosa una manzana, le suelta: “Con que te calles un minutito, me haces una mujer feliz”, para después exigirle con desdén un zumo de naranja. Sucede en la misma cocina en la que después tendran una bronca brutal, la escena favorita de Coque Malla: “Es la escena más potente y la vez que más he disfrutado como actor. No había limitaciones, se rodaba todo, con uno o dos cámaras a hombro, y nos dieron libertad total. Alvaró no cortó la grabación hasta que nosotros acabamos. Hicimos varios masters, improvisamos mucho… fue casi como hacer teatro”, dice.
“¿Hay alguna calle de Madrid en la que no te hayan follado?”
Pablo (Coque) tiene pinta de chavalillo, pero muy mala hostia y mucha inseguridad reconcentrada. El resultado: es un celoso compulsivo con arrebatos muy machistas. El relato de Lucía (Penélope) de que se había acostado con unos 50 hombres pero que novios solo había tenido 3 antes que él apisona su cerebro. Aparentemente no puede evitar que le reconcoma: ya se sabe, los sempiternos celos ibéricos. Tampoco hace nada por remediarlo. Conclusión: van en un coche, ella menciona algo de un “amiguete suyo” que vive en la calle por la que están pasando, y él le espeta la pregunta en cuestión.
“Caldo, lo tengo baratito, no te lo vas a creer pero a la gente lo que más le gusta son las chuminadas estas de Matutano, que me las roba mi cuñao.”
El cameo de Santiago Segura. Una mesa tipo tablero con caballetes en plena calle. De las que había en la noche madrileña por ahí de vez en cuando hasta aproximadamente los dosmiles. Pablo (Coque) quiere entrar en una discoteca aparentemente de moda pero no le dejan. Acaba ahí con su caldo calentito. Este es el comienzo de la peli. Hordas de frustración… y un vaso de plástico de caldo caliente.
“¿Esto no será azul? Ponte blanco cabrón, ponte blanco hijo de puta!”
Ariel (Jordi Mollá) gritándole a un predictor junto a Lola (Christina Rosenvinge), su pareja en la ficción. No hacen falta más explicaciones, ¿no? Unos alaridos dignos de verse y escucharse, plasmados con un montaje descacharrante.
“¿Pero por qué no me abrazas?” “Que te abrace tu puta madre”.
Antes de conocer a Lucía (Penélope), Pablo (Coque) acoge un día a una amiga suya que se autoinvita a dormir a su casa. De camino a la habitación ella se va desprendiendo de su ropa, gesto que él percibe como interés en acostarse con él. Una vez en la cama ella se pone a leer un cómic y él comienza a acariciarla. La frase que precede a la seleccionada es la siguiente secuencia, en la que comienza ella:“¿Qué haces Pablo?” “Te acaricio” “Pues no sé si me apetece. Voy a apagar la luz”.
“Me suicidaría comiendo pisto”.
Cuando Pablo (Coque) pronunció estas palabras en la etapa en la que él y Lucía (Penélope) se estaban empezando a conocer, jamás habría imaginado el duelo de miradas y zarandeos que viviría tiempo después en casa de los padres de ella. Ni que terminaría comiendo pisto a decisión propia. Este es uno de los ejemplos de la asombrosa capacidad de esta película de, con pocos medios, crear tensiones dramáticas que se cortan con un cuchillo. Los caminos de la complacencia son tan ingratos…
“Me voy a Cuenca”.
La frase recurrente de Pablo (Coque) cuando le ocurre algo que no le gusta o tiene un encontronazo con Lucía (Penélope). Un no enfrentarse a los problemas como forma de vida, el resplandor de la frustración en toda su esencia, el esquinazo continuo a la madurez y al pensamiento racional. Y una bellísima imagen la de él en su meari sin más testigo que la carretera hacia Cuenca.
“Repite conmigo: ‘soy una vaca sebosa y un portero cabrón’”.
Pablo (Coque) se retrata. Más frustración. ¿Que no le dejan entrar en la discoteca? Él, borracho como una cuba y henchido en rabia, sacará una pistola de juguete, hará arrodillarse al portero y le pedirá que cante con él el villancico “María María, ven acá corriendo, que los ratoncitos se están comiendo el chocolatillo”.
“De momento sólo tengo razones para quererte porque aún no he descubierto tu lado oscuro”.
Primera noche de Pablo (Coque) y Lucía (Penélope) juntos. Una velada de ensueño que termina en la cama. Y con el primer “te quiero”, de él a ella, esta explicación. Visto con perspectiva no le falta razón, ¿no? La concepción del amor es mucho más sencilla así, ¡claro que sí!
“Hay que ser sosa pa’ traer una tarta”.
Fiesta en casa de unos amigos bastante snob. Ariel (Jordi Mollá) es escritor, Lola (Christina Rosenvinge) es su pareja y también escribe. Pablo (Coque) y Lucía (Penélope) llegan en su Meari con una caja de latas de cerveza y una tarta de fresa, esta última idea de ella. Pablo le previene de lo que les espera: una pandilla cuanto menos rarita. En la fiesta vuelan los cuchillos y las miradas inquisitorias hacia Lucía, que la tachan de pija. Una vez que se han ido y con los restos de la fiesta, Ariel y Lola comen pastel y ella espeta la frase en cuestión, a lo que Ariel, mientras engulle, responde: “Pues está de muerte”.
Un filme que con el paso de los años no pierde vigencia y que a Coque Malla le trae muy buenos recuerdos: “Es de las películas que he hecho a la que tengo más cariño. Fue una época muy especial porque retrataba realmente el grupo de amigos que se ve en la película. Para todos fue algo muy especial. Es un honor haber participado en una película que marcó a tanta gente. Pero toda la responsabilidad es de Álvaro Fernández Armero. Todo salió de su cabeza, yo solo fui un simple actor”.
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