Presidentas en serie
Las mujeres en el poder se multiplican en la ficción televisiva. Una nueva hornada de series vuelve a situarlas en lo más alto del escalafón. ¿Están abriendo camino a las políticas en la vida real?
Cuando Barack Obama se convirtió en nuevo inquilino de la Casa Blanca, expertos y ciudadanos de a pie se pusieron de acuerdo en que, sin los presidentes negros que le habían precedido en la ficción televisiva y del séptimo arte, los estadounidenses nunca habrían contemplado la posibilidad de convertirlo en jefe de Gobierno sin sentir auténtico pavor. Si esta máxima es cierta, las mujeres tendrían que acceder masivamente a cargos políticos de relevancia en un futuro no muy lejano.
¿Estamos en la antesala de la llegada de Hillary Clinton a la presidencia de Estados Unidos? En los estertores finales del mandato de Obama se ha especulado muchísimo sobre el elevado perfil que la ex primera dama ha mantenido durante sus cuatro años de jefa de la diplomacia estadounidense. Y muchos analistas lo tienen claro: en 2016 será candidata.
Caroline Heldman, profesora de Ciencias Políticas y experta en cuestiones de género en el Occidental College de Los Ángeles, explica que «el espectador observa ejercer el poder a grupos que nunca lo han poseído, hasta interiorizar que se trata de algo casi irrelevante». Cree útil que las presidentas de ficción abunden «para que las jóvenes de hoy acaben ocupando cargos de poder.
Nunca te puedes convertir en algo que no has visualizado previamente».
Todo apunta a que no les faltarán modelos en los que inspirarse. HBO acaba de estrenar Game Change, crónica del ascenso de Sarah Palin, en la que cobra el rostro de Julianne Moore. También descorchará en breve la esperadísima Veep, en la que Julia Louis-Dreyfus (Seinfeld) encarna a una vicepresidenta torpe y mediocre. La serie danesa Borgen triunfa en media Europa retratando a una primera ministra que compagina a duras penas vida familiar y ejercicio del poder.
En Francia, Nathalie Baye interpreta a una candidata con sed de victoria en Les hommes de l’ombre, que acaba de cerrar con éxito su primera temporada. Y Sigourney Weaver ha firmado para protagonizar Political Animals. Para el ensayista Christian Salmon, ahora cuesta distinguir el original de la copia. «Ficción televisiva y vida política se reflejan la una en la otra porque comparten la misma lógica de guionización», opina el autor de Storytelling – La máquina de fabricar historias y formatear mentes (Península).
Adiós al hombre blanco. Damos fe de que, no hace mucho tiempo, existió una era en la que los presidentes televisivos eran hombres blancos, canosos y providenciales. «Hoy se les requiere que sean todo lo contrario», bromea el director Rod Lurie, creador de la serie Señora presidenta (Commander in Chief), la primera que puso en órbita a una presidenta de ficción. «Quería que la perspectiva de ser gobernados por una mujer dejase de incomodar a los estadounidenses», confiesa desde su oficina californiana. La serie fue cancelada por ABC después de una única temporada en antena, pero logró romper un techo de cristal. 24 no tardaría mucho en imitar el ejemplo. Después de haber contado con dos presidentes negros, sus responsables vieron el momento de comunicar el código nuclear a una mujer.
Como sucede en la vida real, estas dirigentes ficticias adoptan códigos masculinos al abrazar el poder. La protagonista de Borgen aprende a dar golpes bajos mientras abandona la vida familiar. «Se convierte en una excelente primera ministra y en una madre infeliz», dice el creador de la serie, Adam Price. La realidad acabó imitando a la ficción. La socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt se convirtió en la primera jefa de gobierno en Dinamarca poco después de la emisión de Borgen. Price cree que la serie «no tuvo nada que ver en ello».
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