«Si tú saltas, yo salto, ¿recuerdas?»: lecciones para la vida y el mundo pandémico que nos deja ‘Titanic’
24 años después de su estreno en salas, la película de James Cameron sigue manteniendo un océano de fans que no dudan en subirse al barco que catapultó a la fama a Kate Winslet y Leonardo DiCaprio en cada nueva emisión.
“Desastre”, “catástrofe”, “una producción de 300 millones destinada a fracasar”. Como recuerda el propio Leonardo DiCaprio, estos eran algunos de los vaticinios que la desconcertadísima prensa especializada publicó durante los meses de rodaje de Titanic. No solo se equivocaron en sus malos augurios, sino que la película dirigida por James Cameron y que vio la luz en la Navidad de 1997, se alzó como un fenómeno social. Un monumento cultural difícilmente replicable que se sitúa como la tercera película más taquillera de la historia y que cosechó hasta 11 premios Oscar. Pero si por algo destaca el transatlántico cinematográfico protagonizado por Kate Winslet y el propio DiCaprio es por su perenne idilio con el público, que no duda en zarpar con ellos en cada nueva emisión televisiva. 24 años después de su estreno, y en plena sexta ola de la covid, ha sido Telecinco la última cadena en apostar por ella como el gran estrella de su programación navideña y no debería extrañarnos. A continuación, explicamos algunos de los principales motivos de un romance más eterno que el de Jack y Rose.
-Tiene algo para cada uno: ¿Qué es exactamente Titanic? ¿Es una película de desastres con escenas de acción sobrecogedoras y unos efectos especiales que justifican un presupuesto superior a los 200 millones de euros? ¿Una pastelada romántica que gira alrededor de un amor imposible entre dos jóvenes? ¿Es una película de época con el espíritu del Hollywood dorado y un vestuario que quita el hipo? ¿Un drama sobre los estragos de la estructura social? Como decía aquel, Titanic es la película del abuelo y del niño, lo que explica por qué una encuesta publicada por la web especializada en demoscopia FiveThirtyEight aseguraba que hasta el 85% de los adultos mayores de 18 años en Estados Unidos habían visto la película al menos una vez.
-Las cifras de audiencia lo corroboran: Desde que la obra maestra de James Cameron se estrenara por primera vez en la televisión en abierto en nuestro país, allá por mayo de 2001 logrando un mastodóntico 47% de audiencia, la película se ha emitido en más de una veintena de ocasiones en la parrilla y su rendimiento ha sido excelente. Como señala El televisero, el 13,1% de share que consiguió Titanic en su pase más reciente –este mismo verano, también en Telecinco–, “es una cifra impensable para una película de 1997 y con tantas repeticiones en televisión”.
-Los felices 90: Ahora que se ha instaurado en la opinión pública el debate y revisión crítica sobre la cacareada placidez y bienestar de la última década del siglo, cualquiera que desee indagar en los tótems cinematográficos de la época tiene que pasar por este epítome del Hollywood noventero. Una película con el impacto cultural y social de Titanic permite que el espectador que revisita el transatlántico experimente una especie de regresión, que recuerde sin problemas dónde estaba y qué edad tenía la primera vez que vio la película. Viajar a través de la memoria a aquellos tiempos pasados que, según algunas, fueron mejores y dejarse llevar por el romance eternamente juvenil, apasionado e inocente, valgan las redundancias, de Jack y Rose. Además, dos de sus temas principales, la desigualdad de clases y la salud mental –recordemos que en este taquillazo ‘familiar’ su protagonista intenta suicidarse en los primeros 40 minutos del metraje–, siguen vigentes en la conversación mediática casi 25 años después.
-Sus jóvenes estrellas siguen siéndolo: Unos semidesconocidos Kate Winslet y Leonardo DiCaprio fueron catapultados a la fama global tras el paso de la película por las taquillas, despertando reticencias instantáneas sobre su capacidad para desencasillarse de tan icónicos papeles. No solo consiguieron probar que estaban equivocados aquellos que los consideraban flores de un día –de los 11 Oscar de Titanic ninguno fue para sus intérpretes–, sino que ambos disfrutan hoy de sendas estatuillas y el reconocimiento indiscutido de crítica y público. Madurando, además, ajenos a cualquier polémica que pudiera empañar el recuerdo de sus interpretaciones en la mente del espectador (hola, Johnny Depp), y manteniendo una química palpable y una amistad entrañable entre ellos. Si tantos años después Winslet decidió que fuera Leo quien la acompañara hasta el altar en su boda, cómo no vamos a acompañar nosotros a Jack y Rose en cada travesía.
-Está repleta de frases icónicas: “Si tú saltas, yo salto, ¿recuerdas?”, “¡Soy el rey del mundo!” o “Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder” han conseguido pervivir en la memoria colectiva y hacerse un lugar propio en la cultura pop. Quizá James Cameron no cuente con la personalidad o sutileza de los grandes guionistas de Hollywood, pero sus diálogos son conmovedores y efectivos –perfectos para nuestro presente pandémico– situando perfectamente el desarrollo de la acción y las motivaciones de sus protagonistas durante las más de tres horas de duración del filme. Sentencias sobre los privilegios de las clases altas como “Su dinero no le salvará a usted ni tampoco a mí” resuenan de forma especial tras los largos meses de pandemia.
-Es la tabla, estúpido: Muy pocos hubieran imaginado, teniendo en cuenta el archiconocido destino fatal del transatlántico, que, casi un cuarto de siglo después, el desenlace de la película seguiría siendo objeto de estudio y polémica. Cameron acertó al situar la incertidumbre dramática no en si el barco se hundiría, sino en el misterio de si Jack y Rose podrían sobrevivir a la catástrofe. Lo que seguro que fue incapaz de anticipar es que décadas después las teorías sobre si la puerta habría aguantado el peso de la pareja –parece que sí– coparían titulares para renovar, en cada nuevo visionado, las discusiones entre los que ven la tabla medio vacía o medio llena. Cuestión de perspectiva.
–My heart will go on: La balada de Celine Dion y Titanic es el ejemplo más claro de hasta qué punto el maridaje entre banda sonora y película puede ofrecer un resultado memorable. Así podemos corroborarlo los millones de españoles que aprendimos a tocar la flauta torpedeando sus notas. El éxito radiofónico de la canción, ese clímax sonoro que no deja de crecer y crecer, se convirtió en la mejor campaña de promoción del filme pese a que, en un principio, ni James Cameron ni Celine Dion –la grabó por la insistencia de su esposo– apostaban por ella. El tema principal de la banda sonora de James Horner ha generado cerca de mil millones de euros en ingresos, razón más que suficiente para que la cantante canadiense viva en su particular día de la marmota con ella. “Todas las noches en Las Vegas pienso, ‘Dios, no voy a volver a cantar esta canción’. Pero luego se abre el talón, sale el humo y veo que la gente ya está llorando. Y cuando comienzo a cantarla me digo, ‘¡Qué canción, qué momento!”, manifestó a Billboard.
-Y resulta que también es una película navideña: Este pasado 19 de diciembre la tuitera Sissy Macalister compartió en la red social su desconcierto después de que Netflix USA le hubiera recomendado el filme al teclear en su buscador los términos ‘película Navidad’. Pero la prescripción no parece ningún error del algoritmo. En España, y basándose en las experiencias de otros usuarios, la plataforma Amazon Prime Video también sugiere otras propuestas de temática navideña como La sorpresa de Navidad o Entre el amor y el deber como reemplazos idóneos al no tener actualmente Titanic alojada en sus servidores. No nos extraña, sus 190 minutos de duración son perfectos para hacer la digestión después de acabar con todo un panettone.
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