_
_
_
_

Venecia, la cuna del cristal

Solo para sibaritas: una visita a Murano, al taller donde la prestigiosa Acqua di Parma realiza los vasos artesanales para su nueva línea de velas perfumadas.

Venecia tras el cristal

En invierno la lluvia provoca que en la ciudad se hable de «agua alta». Así llaman los venecianos al fenómeno que hace que los canales aumentan su caudal y las lanchas no puedan pasar bajo los puentes. En uno de esos días visitamos Venecia, con la Plaza de San Marcos sumergida bajo un metro de agua. Así que, en lugar de adentrarnos en las calles inundadas, tomamos el camino opuesto. Y desde el hotel Gritti Palace –el edificio de 1475 que fue el hogar de los nobles Pisani– partimos hacia Murano.

En la isla del vidrio, dedicada a inventar nuevas formas con este material desde 1291, está nuestro destino: la fábrica de Ferro & Lazzarini, fundada en 1929 por Eugenio Ferro y Giovanni Lazzarini. Un taller que produce las esculturas traslúcidas de Loredano Rosin, Pino Signoretto o Ermanno Nason. Además de sus elaborados chandelliers, algunos cotizados en 150.000 euros. Y ahora aumenta su trabajo, porque aquí se crean los vasos de la nueva línea de velas Collezione Murano de Acqua di Parma.

Interior del taller donde el maestro trabaja en uno de los vasos que albergará la fragancia Tonka.

Germán Sáiz

Ésta es la segunda visita a Murano de la firma, fundada en 1916 y creadora de la primera fragancia italiana, con el nombre de la casa. «En 2004 lanzamos Colonia Edizione Murano, una serie especial de solo 1.100 unidades, presentada en una botella de vidrio diseñada por el artista Giorgio Vigna», nos cuentan desde comunicación de Acqua di Parma.

Atracamos a unos pasos de la basílica de San Donato, en la puerta del taller de ladrillo rojo de los artesanos del cristal. «Elegimos este horno por su historia y el dominio que tienen de la técnica del soplado. Los métodos se han transmitido de padres a hijos», explican desde esta casa adquirida en 2001 por el grupo LVMH. Así lo confirma el director del taller, Romano Penso. «Nos formamos trabajando, nuestros artesanos comenzaron como aprendices con solo 14 años».

Las varillas que dan color a los vasos proceden de alargar pasta de vidrio a 1.040 grados, una técnica llamada canne.

Germán Sáiz

Aumenta la temperatura al acercarnos a los hornos de donde salen los frascos. Estos modelos son obra de la propia maison y mantienen las líneas Art Déco que caracterizan a sus históricos frascos. «En principio haremos una producción de 8.000 vasos para velas. Eso supone un incremento en nuestro trabajo de un 40%», dice Penso. Él nos explica todos los pasos en la creación de estos envases a los que dedican tres días de trabajo. «Tras el soplado, dos maestros talladores los pulen y abrillantan hasta que la luz atraviesa el cristal generando un peculiar juego de colores. El mismo que, una vez con la vela dentro, la llama descubrirá en las 30 horas de vida de la cera», concluye Penso.

El maestro vidriero suma las varillas a un cilindro de cristal, que está a 3.000 grados, y que sopla para darle forma.

Germán Sáiz

La pieza se enfría durante 12 minutos. Se corta la parte superior y se procede al alisado de los cantos y el lavado.

Germán Sáiz

Fachada original de 1929 del taller de cristal Ferro-Lazzarini.

Germán Sáiz

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_