Laura Sánchez, Abraham Menéndez y Lulú Figueroa han descubierto el secreto para un exitoso reencuentro este verano
La modelo y los ilustradores brindan con el vino blanco Viña Esmeralda por esas mil historias que nos unen y todo lo que nos queda por vivir junto a nuestros seres queridos
En la nueva casa de la modelo Laura Sánchez no hay comedor. Lo ha hecho a propósito. “Aprendí de mi experiencia en mis anteriores casas. Yo siempre estaba preparando la cena en la cocina mientras mis amigos iban llegando y me quedaba yo ahí sola con el delantal y mi copita de Viña Esmeralda mientras cocinaba y escuchaba las risas de los invitados en el salón. Así que dije: en la casa nueva se acabó. Y ahora tengo una mesa enorme en la cocina y según va llegando todo el mundo me hace compañía. Y así me ayudan a ultimar la mesa, a abrir el vino, a preparar los aperitivos… ¡Hay que ser práctica!”, se ríe. Los ilustradores Lulú Figueroa y Abraham Menéndez la secundan: “Oye, a la próxima nos apuntamos y te hacemos de pinche y lo que haga falta mientras nos preparas una cena rica”. “¡Invitadísimos estáis! Venga, brindemos por el próximo reencuentro”.
La modelo y los ilustradores se ven en persona junto a otros amigos de la moda por primera vez tras muchos meses con la mejor compañía posible: unas botellas bien frías de Viña Esmeralda, que no han esperado ni un minuto para descorchar según han aterrizado en el chalet con jardín y piscina en Madrid donde les espera una cena de sabor mediterráneo pensada para maridar con este vino blanco fresco y afrutado. La modelo presume de sus reforzadas habilidades culinarias gracias a su participación en MasterChef Celebrity, que se encuentra grabando estos días bajo las máximas medidas de seguridad y que verá la luz en septiembre. “Hay un dicho que dice que yo cocino con vino y, a veces, se lo echo a la comida. Fuera de bromas, a mí cuando me meto en cocina me gusta ponerme una copa de vino blanco. Esa copa dura todo el cocinado, no me vuelvo a servir hasta que ya me siento a comer. Pero por el camino tengo la botella ahí de compañía y le voy diciendo cositas: ‘Ay, qué rico está saliendo esto’, y cosas así”.
Lulú Figueroa confiesa que ella prefiere acompañar a su marido, copa de Viña Esmeralda en mano, mientras él cocina. “En mi casa somos muy aficionados al buen vino. Y en verano, más. Cuando llegamos de vacaciones a nuestra casa en Jerez es que ni sacamos las maletas, nos vamos directos a la piscina y se abre una botella bien fría”. Abraham Menéndez añade que “a mi chica y a mí nos pasa igual. Sobre todo ahora en verano. Es juntarnos con dos o tres amigos y hay que abrir una botella de vino blanco”.
Les unen mil historias. Abraham tira de la memoria. “Lulú, igual no te acuerdas, pero tú y yo nos conocimos por el diseñador Moisés Nieto en el desfile donde presentó la colección del vestido que llevas ahora mismo puesto, precisamente”. “¡Es verdad! No lo recordaba. Y luego hemos coincidido en mil inauguraciones, tuyas, mías, de otros amigos artistas… Y en muchas de ellas compartiendo una buena copa de Viña Esmeralda. Las inauguraciones son un momento ideal para que se produzcan encuentros y celebrar con los amigos”.
Y Abraham le lanza un envite a Laura Sánchez. “Laura, tú tampoco te acuerdas, pero yo a ti te conozco desde antes de que nos presentaran oficialmente, porque voy mucho a una tienda de unos amigos que queda cerca de tu casa y te había visto pasar por delante mil veces”. Laura se ríe. “Así que me tenías fichada, ¿no? Si es que estábamos predestinados. Hasta que le dije a un amigo común que buscaba un ilustrador para hacer el cartel de la pasarela que organizo en Sevilla, We Love Flamenco, y me respondió: ‘¡Tengo a tu hombre!’. Y lo primero que hicimos fue irnos a tomar un Viña Esmeralda”. “Eso para conocernos; luego le siguió otro y otro, pero ya para celebrar”, completa el ilustrador. E, inevitablemente, se enredan a hablar sobre qué les inspira para su trabajo. Abraham tiene devoción por el cine de los años 40 y 50 y Lulú y Laura, que también diseña su propia firma de bañadores, Bloomers, prefieren la naturaleza.
No logran ponerse de acuerdo en cuál es el mejor momento para disfrutar de una copa de Viña Esmeralda, el vino blanco con certificación vegana que les ha reunido hoy para celebrar el reencuentro. Laura lo tiene clarísimo. “Hombre, una cena como esta es ideal pero, vamos, a mí la única ocasión que no me cuadra para tomar un vino blanco es el café de la mañana”. Y explotan en risas, aunque Abraham enseguida añade. “Pues mi abuelo se levantaba por la mañana y junto con el desayuno se tomaba su copita de vino… ¡Y vivió hasta los 101 años!”. Laura lo secunda: “Si es que esto es salud. Beber vino con moderación es uno de los grandes placeres de la vida”. Y Abraham continúa: “Pero a mí lo que más me gusta del mundo es el vino en la sobremesa. Pero una sobremesa larga, que se nos junte con la cena”. Laura sigue: “Sí, además a mí me gustan las sobremesas de vino, ¿eh? Nada de pasarse a tomar copas de otra cosa. Nos acabamos una botella de vino y abrimos otra. Esas son las sobremesas tan gustosas de verano”. “Pero lo mejor es la última hora del día, ¿no?”, interviene Lulú. “Para mí ese es el mejor momento. Cuando los niños están dormidos y tienes ahí tu momento de mimo, para disfrutarlo”.
Y mientras debaten sobre los puntos de fuga más atractivos para este verano en España (Abraham es más del norte y ellas, del sur), coinciden en que, vayan donde vayan, “este va a ser el verano de los reencuentros. Hemos aprendido en casita a valorar todo lo que realmente importa en esta vida. Si ya antes queríamos reencontrarnos para abrazar a los amigos, este año más. Así que brindemos. ¡Por los reencuentros!”.
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