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Las mil y una maneras de irse de picnic

Literarios, urbanos, campestres, costeros, reivindicativos, de lujo… Las posibilidades son infinitas ahora que comer sobre el mantel de cuadros vive un momento dorado.

picnic
Corbis

Los mejores sitios para comer no son siempre las mesas de los afamados restaurantes. A veces puede ser el césped de un parque, la arena de una cala o la abarrotada plaza de una gran ciudad. Los españoles nunca hemos sido muy dados a comer en la calle, en parte porque la imagen del dominguero con su fiambrera, tortilla de patatas y transistor todavía nos persigue como un fantasma y la relacionamos con gente de pocos recursos en busca de una válvula de escape en su día libre. Sin embargo, los picnics, en realidad, poco tienen que ver con esta imagen. En sus inicios, a principios del siglo XIX en Francia y luego en Inglaterra, surgieron como una costumbre de la aristocracia, que puso de moda las comidas al aire libre, en las que se desplegaban todo tipo de decoración, mobiliario, telas, vajillas y cristalerías para degustar las más sofisticadas exquisiteces, y que plasmaron pintores como Édouard Manet en Déjeuner sur l’herbe (1863) o James Tissot en La partie carrée (1870).

Muchos crecimos con la imagen del oso Yogui, tan aficionado a rebuscar en las cestas de los turistas de Yellowstone o a interrumpir sus picnics con manteles a cuadros y tartas de manzana, y nos reconciliamos con la buena imagen de esa comida campestre, que ahora vuelve a estar de moda.

Los picnic emperazon siendo una costumbre de la aristocracia en siglos pasados.

Everett Collection

Los take away que ofrecen muchos restaurantes y cadenas de comida, para que los ejecutivos puedan llevarse el tentempié del mediodía al parque más cercano y desatarse la corbata, se han ido sofisticando cada vez más y algunos sitios como Magasand (Columela, 4. Madrid), con la reputación de ofrecer los mejores sándwiches de la ciudad, disponen de cestas –que prestan a sus clientes– con mantel y todo lo necesario para disfrutar del contenido, al más puro estilo inglés.

Hoteles con encanto, como La Bastide de Moustiers, en Moustiers-Sainte-Marie, en la Provenza francesa, ofrece picnics de lujo a sus distinguidos huéspedes, que acercan al campo en un Chevrolet de 1950. Las comidas al aire libre, como les gustan a Selena Gómez y a Justin Bieber, han sustituido a las cenas a la luz de las velas como estrategia romántica. La cadena de hoteles Ruralka, en España y Portugal, ha creado para este año todo un variado catálogo de picnics, en sus diferentes establecimientos, para satisfacer los gustos más variados: el hotel Cala Grande, en Níjar (Almería) los organiza en la playa, justo a tiempo para la puesta de sol; El Convent, en La Fresneda (Matarraña-Teruel), junto al río Matarraña y la Casa da Cisterna, en Castelo Rodrigo (Portugal), realiza todo un despliegue que denomina “in the wild”, y que consiste en una deliciosa mesa y un menú gourmet en plena naturaleza, entre viñedos.

Los que quieran rizar el rizo y convertir una simple comida al aire libre en algo apto solo para millonarios pueden probar uno de los picnics más caros del mundo, organizados por Sundance Helicopters. Se trata de volar en helicóptero por el interior del Gran Cañón del Colorado, almuerzo con champán y recogida en limusina en un hotel de Las Vegas .

La prueba patente de que estas inocentes salidas al campo son última tendencia es que casi todas las firmas de moda o de objetos exclusivos no han podido resistirse, en los últimos años, a diseñar una cesta de picnic. Chanel, Carolina Herrera, Hermès con su Kelly Picnic Bag, Louis Vuitton, la firma Rolls Royce, los grandes almacenes londinenses Fortnum & Mason, La Maison Baretta y las firmas de champán G.H. Mumm y Pierre-Jouet, entre otros apellidos relacionados con el buen gusto, se han tomado su tiempo en versionear la cesta de Caperucita. En Milán, el restaurante Verger, que es también tienda de moda y objetos de cocina, organiza cada año, con la colaboración de la revista ESSEN-A Taste Magazine, un concurso entre diseñadores para crear los mejores útiles de picnics y lunch boxes. 

Cesta de picnic a la venta en ACHICA (95 euros) y cesta de Carolina Herrera. (c.p.v.)

Además de para sorprender a la pareja y presumir de moderno, los picnics son hoy en día la mejor ocasión para presentar un evento, dar a conocer al mundo un proyecto o planear actividades con carácter underground. La pasada feria del libro en Madrid, la revista Mongolia convocó una comida campestre en el Retiro para dar a conocer sus nuevas propuestas y colaboradores y las Picnics Sessions, que desde hace años se llevan realizando en Madrid –este año hasta el 11 de julio en la terraza del Centro de Arte 2 de Mayo, en Móstoles – son un compendio de las más diversas actividades artísticas con carácter alternativo.

Los picnics también sirven, como no, para protestar, reivindicar o resistir. Los estudiantes, los activistas del 15 M y todo tipo de colectivos se organizan entorno a una improvisada comida en un parque. Las chicas del colectivo Coed Pulp, que promueve la lectura, se juntan en Central Park y, en topless, celebran sus picnics literarios.

Cualquiera que sea el motivo por el que se decide comer o cenar a la fresca, ahí van algunas recomendaciones de take away en la capital. Lo único que hace falta es comprar una cesta al estilo Doris Day y rellenarla. En New York Burguer (Recoletos, 6. Madrid) están las mejores hamburguesas; Smile Thai (Alcalá, 84. Madrid) ofrece comida tailandesa buena y barata y La Mar del Alabardero (Pza. de Oriente, 6. Madrid), es la mejor opción para los amantes del pescado y el marisco.

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