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Javier Moro, el mundo en casa

Este escritor amante de la historia y viajero empedernido ha conseguido hacer de su pasión su oficio. El ganador del premio Planeta 2011 encuentra su refugio allá donde estén sus libros… y sus hijos.

Javier Moro

Un panamá, libretas, su iPad, un traje y una corbata nunca faltan en su maleta. De hecho, recién llegado de Ibiza y a punto de irse a Estados Unidos, este escritor no sabe ya las veces que las ha hecho y deshecho a lo largo de su vida. Es así desde que, cuando todavía era un niño, empezó a viajar con su padre, un ejecutivo de una compañía aérea. «El mundo me fascinaba. Y con apenas 17 años ya quería irme de casa, viajar. Me fui a estudiar a París con poco dinero, y a partir de ahí, me enganché». La curiosidad, las ganas de conocer, ya las han heredado su dos hijos de cinco y ocho años. Tanto, que han estado dibujando sus propios pasaportes para sus vacaciones en Long Island. Recorrer ahora con ellos muchos lugares que ya conoce, confiesa, le permite «descubrirlos de nuevo a través de sus ojos». Pero él sigue manteniendo su curiosidad intacta: «Siempre he sido un fisgón, de niño quería saberlo todo, rebuscaba en los armarios, los cajones; quería descubrir algo, y cuando quieres descubrir algo, acabas consiguiéndolo».

Algo parecido le sucede cuando se enfrenta a la literatura. Aunque Javier estudió Historia y Antropología, ha ejercido de periodista, guionista, investigador y, por supuesto, escritor… «Yo no suelo viajar por viajar, lo hago siguiendo una idea, una investigación; el turismo en sí me aburre». Otra herramienta esencial para su oficio, confía, es la memoria: «Sin memoria, sin recuerdos, no eres escritor. Este trabajo es una mezcla de lo que has vivido, de lo que has buscado, de lo que has imaginado. Pero, sobre todo, para mí un libro siempre es una aventura, y generalmente son aventuras largas».

Las suyas le suelen llevar tres años. Desde que publicara su primera novela sobre el Amazonas en 1992, Moro ha recorrido y rebuscado en la historia más reciente de la India, el Tíbet, China… hasta Brasil, cuya corte recreó en su última novela, El imperio eres tú, que obtuvo el premio Planeta 2011 y que, curiosamente, estos últimos meses le ha llevado a viajar mucho por la promoción. Una tarea, confiesa, «que te ayuda a saber para quién escribes. Los lectores te cuentan cosas, intercambias impresiones. Conocerlos es como cerrar un círculo».

Aunque a menudo se refugia en su casa de Ibiza para escribir y aislarse, en este amplio y luminoso piso de Madrid tiene buena parte de sus recuerdos. «Casi todo lo que tengo tiene que ver con los viajes», y señala un tanka tibetano enmarcado en su salón, cuya tela, recuerda divertido, «tuve que sacar del Tíbet enrollada en los calzoncillos». Entre esas piezas abundan las procedentes de Asia, como una vasija de Petra o un aparador de los años 20 que compró a los herederos de Anita Delgado, la esposa del marajá de Kapurtala que inspiró su superventas Pasión india (2009). 

Los personajes reales le apasionan, pero hace una aclaración sobre el género: «Yo no hago novela histórica –que es crear una novela en un contexto histórico–. Yo dramatizo la historia, todos mis libros están basados en hechos reales. Además, necesito creérmelo», asiente. La historia, la memoria… y ¿algo más que nunca falta? Javier responde enseguida: «La curiosidad. Y esta no se acaba nunca… salvo que enfermes».

Calzado cómodo, trajes ligeros y corbatas son las prendas básicas de su armario.

Germán Sáiz

Su panamá, un fular de Laos y su novela, El imperio eres tú, premio Planeta 2011.

Germán Sáiz

En su domicilio abundan recuerdos y mobiliario de sus múltiples viajes, como este mueble bar chino de los años 20.

Germán Sáiz

Una foto familiar y dibujos de sus hijos.

Germán Sáiz

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