Elena Anaya: “Mi carrera está hecha a base de decir que no”
Elena Anaya no teme tomar decisiones: se negó a mostrar el pecho en su segundo proyecto, no se fue a vivir a Estados Unidos, hizo un parón tras sus embarazos. Ahora interpreta a una jefa de brigada de Policía en ‘Fatum’ y protagoniza su primera serie en España, ‘Mentiras pasajeras’.
De repente, Elena Anaya (Palencia, 47 años) ha vuelto a 1996. “Rodé mi primera película en San Blas. Mi nacimiento cinematográfico fue en este barrio”, comenta mirando por la ventana del estudio donde se realizan las fotografías. Esa película fue África, de Alfonso Ungría, donde una pipiola Anaya compartía reparto con el emergente Zoe Berriatúa y el ya veterano Imanol Arias. “Solo pido que el cine no me cambie, que tenga siempre los pies en el suelo”, deseaba la joven actriz en el artículo que El País publicó con motivo del estreno. “Elena Anaya es palentina y tiene un ojo claro y otro oscuro. Se ha instalado ya en Madrid para intentar ir rematando la carrera iniciada en África”, decía el artículo. Veintisiete años después, sigue escrutando lo que la rodea con esa mirada bicolor, continúa viviendo en Madrid y asegura que el contacto con la realidad es su constante.
Cuando llegó a la ciudad vivía en Postas, “una callecita peatonal que da a la plaza Mayor”. Siempre le gustó ir al cine. ET y Memorias de África, asegura, la invitaron a imaginar de niña que podría ser actriz. “Mi madre me explicó que esto era un oficio, me enseñó a no bloquear una opción, una puerta que para mí no tenía siquiera bisagra para abrirse. Me dijo: ‘La vida son decisiones que uno toma, ¿por qué no? Es verdad que hay poca gente que puede vivir de esto, pero ¿quién dice que no vayas a ser tú?”. Si no hubiera aporreado esa puerta, intuye que se habría dedicado al trabajo social. “Me gustan mucho las personas, por eso me dedico a hacer personajes”. No ha parado de hacerlos desde los noventa: ha rodado con Pedro Almodóvar o Julio Médem, en 2012 ganó un Goya por La piel que habito, ha participado en un vídeo de Justin Timberlake y en producciones de Hollywood como Van Helsing o Wonder Woman. Tras unos años más relajados de proyectos —pandemia y maternidades mediante— en 2023 ha cogido carrerilla. El 28 de abril vuelve a los cines con Fatum, un thriller en el que comparte reparto con Luis Tosar, Álex García y Arón Piper; va a ser la protagonista de Mentiras pasajeras, serie producida por El Deseo (hermanos Almodóvar) aún pendiente de fecha de estreno, y está con otros proyectos que todavía no puede revelar.
“La posición de un actor que puede vivir de su trabajo es algo extraordinario, solo hay como un 3% que sostiene su vida únicamente con su oficio de actor. Y yo tengo el privilegio de serlo. Por eso cuando me llega un personaje trato de interpretarlo con la máxima dignidad posible, darle entereza, algo que aporte. Porque la ficción queda, y a mí me gusta hacer algo que pueda dejar un poco más de huella”, argumenta. En cada frase deja claro que se toma muy en serio su trabajo. Es algo que comparte con Nuria Costa, la jefa de brigada de la Policía Nacional a la que interpreta en Fatum. “¿A qué mujer de mi edad le iban a dar un personaje así? Normalmente sería un tío, y seguramente mayor que yo. Pero ella está ahí, se cuenta la historia desde una mujer en un puesto de poder, ¿por qué no? ¿Por qué hemos tardado tantos años en darnos cuenta?”. Anaya ve cambios, en la sociedad, en la industria. Más de una vez ha contado que no llegó a hacer su segundo proyecto cinematográfico porque el director le pidió unas escenas de desnudo. “Si fuese ahora un director que le quisiese decir a una chica de 19 enséñame los pechos me lo pensaría, porque las niñas están más informadas y la sociedad está más alerta para alzar la voz y denunciar. Yo en mi día lo que hice fue darme la vuelta y pensé que no me iban a llamar nunca más. Pero me daba igual. Y al mes me llamó Fernando León de Aranoa para hacer Familia, que marcó mi carrera de manera muy clara”, reflexiona.
La fuerza del destino
Fatum habla precisamente de eso, de cómo una decisión aparentemente intrascendente puede cambiar una vida para siempre, con la ludopatía de fondo. “Me gusta que se trate, porque no me parece que sea un tema del que se hable, no interesa… Cuántas salas de juegos tenemos en nuestro barrio, cerca de colegios, donde entran chavales. Me parece bien que se señale su peligro o cómo puede destrozar algo así no solo a la persona enferma, adicta, sino a todo su entorno, de una manera radical y determinante, para siempre. Es un asunto grave que nos afecta a todos como sociedad, al que hay que mirar de frente”, subraya. En cuanto a esas decisiones que marcan el destino, reconoce que nunca ha tenido miedo a afrontarlas: “He tomado muchas decisiones, me ha tocado ser valiente muchas veces”. En 2017 fue la mala de Wonder Woman, pero decidió no instalarse en Estados Unidos para continuar su carrera allí. “Sabía que tenía que hacer eso y lo hice de una manera muy feliz y muy tranquila”, asegura con una sonrisa. Ese mismo año fue madre por primera vez con Tina Afugu. “Trabajar en Hollywood fue muy divertido, me ha aportado cosas maravillosas. Tenía la agente más top, que lleva a Cate Blanchett, y me decía: ‘Si quieres trabajar aquí tienes que estar aquí’. Pero quedarme en ese momento me venía un poco mal, primaba mi vida por encima de un proyecto profesional”.
Tener claras sus prioridades ha sido su constante. El Deseo retrasó el rodaje de Mentiras pasajeras por ella. “Es que estaba embarazada del segundo y Esther García me dijo que esperaría. Le comenté que iba a tener que esperar mucho, porque no quería rodar con un bebé de dos meses… Y lo hizo”. Es consciente de su fortuna. “Yo he podido decir que no, de hecho mi carrera está hecha a base de decir que no muchas veces, pero porque también he tenido mucho trabajo. También me he tomado mis largas pausas para hacer cosas que eran primordiales en mi vida y me he permitido parar. No barajar la posibilidad de trabajar. Para eso he trabajado mucho antes y tenía ahorros como para poder sostenerme y llevar una vida supersencilla, sin nada extraordinario”, explica.
Sin noticias de Bold Glamour
No le gusta hablar de su vida privada, no tiene Instagram, Twitter o TikTok. No sabe qué es el filtro Bold Glamour que triunfa en esa última red social y que tantos debates sobre la autopercepción está abriendo (el reciente estudio Más allá de la belleza de M&C Saatchi revela que “el segundo deseo más popular entre jóvenes de 16 a 22 años es parecerse a su yo con filtros”).
En el cine se rejuvenece artificialmente algunos actores. Cuando ocurrió con Robert De Niro en El irlandés hubo polémica, y en la actualidad la inteligencia artificial no deja de avanzar. ¿Le preocupa?
Yo no sabía ni que había filtros, pero todo lo que filtre, todo lo que tape, oculte y te transforme en otra persona en tu vida diaria me da pavor, me provoca mucho miedo por cómo eso afecta a la psique de las personas que los usan. Qué maravilla envejecer, qué lujo, qué privilegio hacernos mayores, cuánta información hay en una cara que envejece, que crece, se arruga y se descuelga… Me parece que eso solamente aporta experiencia y una perspectiva que esos filtros quitan, arrastran, disipan, eliminan de tu cara, de tu mente.
Efectivamente, se está estudiando cómo estas aplicaciones y filtros pueden afectar a la salud mental, ¿por qué cree que cuesta tanto aceptar que uno envejece, tiene una arruga o un grano?
Antes no pasaba, cuando yo tenía 20 años tenía la cara que tenía y no había más. Ahora, si tienes 20 años te pones un filtro, te quita el grano. Y si luego tienes una cita a ver cómo haces para llegar sin él… Me preocupa mucho. Me parece que la necesidad de aceptación, de tener un like, de la dopamina que se genera en un cerebro con el que sentirte aceptado, querido, reconocido, provoca un nivel de exigencia y de estrés muy grande. La sociedad poco a poco va cayendo en una especie de precipicio, de acantilado, que lleva a un lugar muy oscuro y muy muy solitario, lleno de peligros, ¿no? Creo que es mucho más bonito pararse y enfrentarte a lo que hay cada día.
Dice que sus redes sociales no son virtuales…
Y es así. El otro día en el mercado le dije a Samuel, el frutero, que le iba a mandar una campaña de Greenpeace sobre un tema que estaba en la ONU [el Tratado Global de los Océanos] para que lo apoyara si le parecía bien. Hice lo mismo cuando llegué al rodaje, con la gente que había allí. Esas son mis redes.
Tras estrenar en 2020 Rifkin’s Festival, de Woody Allen, tardó dos años en volver al cine; lo hizo el año pasado con Jaula, ópera prima de Ignacio Tatay. Ahora Fatum también es el primer largometraje de Juan Galiñanes. “A mí no me importa lo que haya hecho antes el director, cada proyecto es un viaje irrepetible. Cuando trabajo con un director novel intento transmitir mi absoluta escucha y mi compromiso en hacerle sentir que es el capitán del barco. Y lo mismo con los actores. Hay algunos que hacen una peli porque sale no sé quién…”. ¿Cuestión de prejuicios? “Yo no los tengo, pero puede ocurrir. Aunque un actor no tenga experiencia igual te deslumbra. Para mí es supernecesario actuar con el otro, no creo en la actuación en unísono. Necesitas a tu compañero, a tu compañera, para crear la ficción”. Recuerda, por ejemplo, que el último ganador del Oscar a mejor actor, Brendan Fraser, fue su gran apoyo cuando rodaron la serie Professionals en Sudáfrica en 2020, en la que interpretaban a un matrimonio: “Este proyecto fue especialmente difícil y dificultoso por muchos motivos, el más duro de mi vida, y él fue un gran soporte”.
En el futuro cercano, enfatiza que le gustaría trabajar con alguna de las directoras españolas que tanto están dando que hablar en los últimos años. “Me fascinan Libertad, Cinco lobitos, La maternal, Alcarràs… Todas ellas han hecho un cine virtuoso, con un lenguaje cinematográfico propio”. Las sigue de cerca, en cuanto tiene un hueco va a un cine. Y todas las semanas practica un ritual de inmersión en la naturaleza, para mantener, como se prometió en sus inicios, los pies en el suelo: “Cada domingo me voy a un bosque a darme un baño de árboles, a escuchar los pájaros. Me parece que me conecta con quien soy, con lo más importante de la vida, que es el aquí y ahora. Allí no hay ruido, no hay jaleo, no hay pantallas”.
*Estilismo: Beatriz Machado. Maquillaje y peluquería: Natalia Belda (Mr. Pérez) para Guerlain y Sebastian Professional. Asistentes de fotografía: Maitane Huidobro y Mario Val. Asistente de estilismo: Julieta Sartor.
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