Dale, Britney, una vez más: 20 años de la canción que la convirtió en una estrella
Se cumplen dos décadas del lanzamiento de …Baby one more time, el single que enterró los noventa y anticipó una nueva era en el pop.
My loneliness is killing me. Esta semana se cumplen exactamente 20 años desde que esa apertura se escuchó por primera vez en formato single. La canción tardó apenas unos días en colocarse como número uno en la lista Billboard. De hecho, alcanzó esa posición en cada uno de los mercados en los que se lanzó. Su vida como sencillo comercial se alargó durante más de un año, hasta que fue nominada –pero no ganó– el Grammy en el año 2000, pero su estela va mucho más allá. Se ha dicho que …Baby one more time hizo por los noventa lo que Gimme shelter de los Rolling Stones con los 60, enterrarlos. Con esa canción murió musicalmente la década (la era del grunge, pero también de las neocantautoras confesionales y del eurotrash) y empezaron muchas cosas: la era de la dominación de Max Martin y los otros überproductores nórdicos, un nuevo sonido comercial que mezclaba bases R&B con melodías pop y la idea de que una estrella de la música es fundamentalmente una mujer muy joven que está ahí, a la vista para que la se (sobre) analice desde todos los ángulos.
Martin había dictado el esqueleto de la canción en la grabadora que siempre tiene a mano estando casi dormido. Ya entonces la letra que improvisó era la polémica “hit me baby one more time”, que para el momento del lanzamiento del tema se había transformado en “…baby one more time” para evitar connotaciones de violencia y sadomasoquismo. No era la intención del sueco meterse en ese berenjenal. Él pensaba en “hit me” como “dame un toque” o “llámame”. El compositor ofreció primero la canción al trío TLC, que la rechazó en parte por la letra (también la entendieron como una ambigua oda a la violencia) y porque no pensaron que fuera a ser un gran éxito. A continuación, pasó por las manos de la sueca Robyn, que ya había trabajado con Martin, pero aquello tampoco fructificó. Cuando ya se la había agenciado la discográfica Jive, casa de los Backstreet Boys, para una chiquilla nueva de Louisiana que habían fichado del programa televisivo Mickey Mouse Club y que cantaba versiones de Whitney Houston y Toni Braxton, Simon Cowell, el creador de One Direction, la quiso recuperar y dársela a la boyband que en ese momento manejaba, Five. Llegó a ofrecerle a Martin un Mercedes valorado en 95.000 libras de la época a cambio de la canción, pero este permaneció fiel a la diminuta rubia de Louisiana, a la que había conocido en una reunión en Nueva York. Ambos se cayeron bien.
La canción se grabó en marzo de 1998 en los estudios Cheiron de Estocolmo y Spears la testó durante todo el verano en un tour alejado de los medios que la llevó por 26 centros comerciales. Mientras, Jive fue enviando sus comerciales a las cadenas de radio generalistas con aquello entre las manos, advirtiéndoles que tenían un hit potencial. La acompañaban de unas imágenes en las que se veía a Britney ensayando los pasos de baile para el vídeo.
Ay, el vídeo. Lo rodó Nigel Dick, un veterano de la industria, frente a la reticencia de sus colegas, que no entendían que hacía trabajando para una niña. Ambos han explicado en varias ocasiones que la idea original era muy distinta y que fue Spears quien pensó el concepto (Britney se aburre en clase y fantasea con mostrar su pasos de baile al novio al que ha perdido. Al final, se descubre que todo era una ensoñación) y, crucialmente, cambió el vestuario. Dick había ideado que tanto la cantante como los bailarines llevasen vaqueros y camisetas, pero Spears pensó en el traje de colegiala y en anudarse la camisa por encima del ombligo. La nueva ropa se adquirió a toda prisa en un K-mart cercano y, 20 años después, sigue formando parte de fiestas de Halloween y del vestuario de antros de strip tease de todo el mundo.
Esa capacidad tan clarividente que todo el mundo atribuye a Spears, que entonces tenía 16 años, se contradice en parte con las ideas que ella misma albergaba sobre su carrera. Ella quería hacer un disco tipo Sheryl Crow, pero orientado a un público adolescente. Sin embargo, en …Baby one more time copió el jadeo de las TLC y, según su propia confesión, pasó la noche antes de grabarla despierta y escuchando Tainted Love, de Soft Cell. Sin quererlo, inauguró así no sólo una forma de cantar sino una forma de hablar: el llamado vocal fry, un ronroneo que se asocia con el habla femenina, con mucha expresividad y pocas luces, según John Nix, un estudioso de la voz que ha abordado en tema en varias investigaciones.
Aunque Brian Hiatt, de Rolling Stone, dice en un episodio reciente de su podcast que hubo cierta curiosidad y benevolencia entre los críticos musicales de entonces y que en el mundo de la música ya se empezó a mirar de otra manera al, en aquel momento, desconocido Max Martin –según Hiatt, las versiones lentas y con guitarras que hicieron bandas como Travis o Fountains of Wayne no eran tanto apropiacionismo irónico como genuinos homenajes–, lo cierto es que quienes todavía creían encargarse de la gestión del gusto en una industria que no sabían moribunda (¡aun se pagaba por la música en octubre de 1998!) reaccionaron con horror ante la visión de aquella colegiala. El crítico del New Musical Express le dio una estrella sobre diez y vaticinó: “con un poco de suerte, Spears empezará pronto a vivir el asco de vida que llevamos todos, su voz reflejará esas cicatrices, dejará de tener ese puto aspecto tan autosatisfecho, encontrará refugio en las drogas y todos seremos más felices por ello. Así que, venga, chica, ¡crece! Y rápido”.
No hacía falta ser muy listo pero acertar, acertó. A Spears no tardaron mucho en llegarle las cicatrices y la vida “asquerosa”. Nadie que estuviera vivo en 2007 ha podido olvidar su crisis nerviosa y su cabeza rapada frente a los fotógrafos y la pérdida de la custodia de sus dos hijos. El “puto aspecto autosatisfecho” se transformó en una mirada perdida y vacilante. Como Elvis, está planeando un regreso –su enésimo– en Las Vegas, una residencia que le reportará 500.000 dólares al día y que arrancará en febrero. Se ha dicho que el espectáculo tendrá un aire “urbano” y “hip hop”. Puede hacer lo que quiera, pero nadie se va a levantar de su asiento sin oír ese verso inicial deletreado (my-lone-li-ness) y todo lo que viene después.
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