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Usera y Carabanchel, la guarida del arte de extraradio vive su gran momento

Una nueva generación de creadores busca refugio en los distritos madrileños de Carabanchel y Usera. Detrás de puertas de garajes, en naves industriales, patios abiertos o a la vista de los vecinos, late el pulso de las nuevas tendencias artísticas.

Clara Sánchez Sala sostiene piezas en las que está trabajando en su estudio de Carabanchel.
Clara Sánchez Sala sostiene piezas en las que está trabajando en su estudio de Carabanchel.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Dos mujeres en bata charlan frente a un solar que ejerce de aparcamiento improvisado. Una galería de alimentación, donde sobrevive solo un puesto, inunda de bachata la calle y una puerta de metal esconde la casa de una artista que vende en Corea. Esto sucede en una manzana de Carabanchel, un distrito del sur de Madrid con orgullo de barrio y fuerza vecinal, donde muchos artistas han encontrado su espacio. ¿La razón? La existencia de naves industriales a precios más razonables que en el centro donde vivir, compartir espacio y producir piezas artísticas. Es el caso de Clara Sánchez Sala, una creadora cuya obra está estrechamente relacionada con la literatura («Leer es una fuente de inspiración constante porque te hace producir las imágenes. Es como ilustrar la frase que estás leyendo», explica) y con el espacio que la rodea al crear. Las medidas de la pieza que acaba de adquirir el CA2M son las de su estudio madrileño, que comparte con Carlos Fernández-Pello y Alfredo Rodríguez precisamente en esta zona de Madrid. Y acaba de finalizar en Turín una exposición en la que reflexiona sobre su trabajo en casa durante la cuarentena. «Convertí mi salón en el estudio y como no podía encargar material, empecé a utilizar café, pigmentos naturales, pintalabios y telas», cuenta. Pero fue una excepción. Clara siempre ha compartido espacio con otros artistas. «Para mí es importante bucear a diario en su trabajo y ver cómo piensan», asegura. Y junto a sus dos compañeros, este verano explicará en la galería ATM de Gijón cómo tres creadores trabajan en el mismo estudio.

Amalia Wakonigg y Guillermo Borreguero forman el estudio 240×120.
Amalia Wakonigg y Guillermo Borreguero forman el estudio 240×120. Ximena Garrigues y Sergio Moya

La artista Clara Cebrián prefiere la soledad. El descansillo de su casa-estudio parece un cuarto oscuro de revelado y al atravesarlo, un espacio diáfano repleto de cuadros y pinturas por el suelo evidencia su universo de colores. Clara cuenta que desde que su morada hecha a medida por la arquitecta Pía Mendaro salió en revistas de decoración, la popularidad de su obra aumentó. Pero llevaba años seduciendo con sus alegres animaciones, ilustraciones y GIF. Confiesa que le gusta tocar todos los palos y el año pasado se lanzó a cantar. «El confinamiento me pilló en Baja California con Erlend Øye y Sebastian Maschat y acabé grabando una canción», cuenta riendo. «Nunca lo había hecho pero, como me sucede en la pintura, no creo que llegue a la gente porque lo haga bien, sino por mi sinceridad», afirma. Reconoce que casi siempre elige pintar en lienzos por practicidad. «Así lo puedo enrollar, subirlo a un avión y acabarlo en otro lugar. Siento que mi estudio es portátil», añade. Coge su móvil y lo pone a cargar en una piedra con tres enchufes incrustados. Se trata de una regleta ideada por ella y producida por el estudio 240×120, compuesto por sus amigos Amalia Wakonigg y Guillermo Borreguero. «Son unos magos», dice, «¡ella me encontró esta casa!».

Clara Cebrián, en su casa-taller de Carabanchel.
Clara Cebrián, en su casa-taller de Carabanchel.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Ellos viven en el mismo distrito que Clara, llevan meses en una nave junto al descampado que nació tras la demolición de la cárcel de Carabanchel. Y cada semana la montan y desmontan según el proyecto que tengan entre manos. Amalia hacía fotos, Borre diseñaba muebles y arquitecturas efímeras y juntos emprendieron 240×120 en el confinamiento. «Nos llamaban para trabajos en los que necesitaban el set, la foto y la modelo. Y como estábamos confinados en el estudio de mi madre –la artista Isabel Alonso–, con mi hermana, que es modelo, podíamos hacerlo todo», apunta Amalia. Primero fueron unas fotos para Filip Custic, después llegaron Uterqüe y otros clientes. Ahora están haciendo fotografías de las flores salvajes del descampado y desarrollan una línea de muebles con Clara Cebrián y Pía Mendaro. Su trabajo abarca muchas disciplinas. «Hacemos producción de imagen, desde la escenografía y creación de lo que aparece en ella hasta la edición final de la foto», aclara Amalia, «por eso necesitábamos un espacio grande y cuando vimos este antiguo almacén de suministro eléctrico lo compramos». La mayoría de muebles y objetos que atesoran los encuentran por la calle, se los regalan o los hacen. «Tenemos que luchar contra el Diógenes porque nuestro discurso habla de las texturas y cogemos de todo», dice Borre mientras señala un faro de un coche sobre un trípode. «Cada cierto tiempo hacemos una criba y tiramos. Pero antes necesitamos convivir con los objetos para ver sus posibilidades», concluye.

La arquitecta e investigadora Tatiana Poggi, en el espació Habitación Número 34.
La arquitecta e investigadora Tatiana Poggi, en el espació Habitación Número 34. Ximena Garrigues y Sergio Moya

Otro espacio que cambia cada mes según el artista que lo intervenga es Habitación Número 34. Se trata de un escaparate que funciona como lugar expositivo en la avenida del Cerro de los Ángeles del contiguo distrito de Usera, conocido popularmente como el Chinatown madrileño. Abrió en septiembre de 2020 gracias al artista RGB. «Me traje mi estudio a Usera porque necesitaba un lugar más grande y barato. Y con el espacio que me sobraba monté una galería», cuenta. «Con ella quiero expandir la escena cultural a los barrios y que no esté siempre en el centro de las ciudades», reflexiona. Desde entonces, aquí montan exposiciones, performances, entrevistas, sets para dj y conciertos que se pueden ver a través de los cristales y en streaming. Las encargadas del comisariado de las instalaciones son Lava Project, Belinda Martín Porras y Paula Ramos Mollá. Trabajan con RGB desde que presentó en Londres su marca de ropa, 38191613162016135, y el 24 de junio inauguran la expo de Tatiana Poggi. Esta arquitecta exhibirá un telar impreso digitalmente y bordado a mano como reivindicación del trabajo de las mujeres en el desarrollo de la ciudad de Nueva York. «Mujeres que han sido de alguna forma invisibilizadas, apartadas de los espacios protagonistas a los que pertenecían. De alguna forma, mi trabajo alude al que históricamente se ha asociado exclusivamente a las mujeres: la costura», subraya.

Marta Ochoa, Ismael Santos, Emmanuel Álvarez y Yosi Negrín son los arquitectos que forman el colectivo Casa Antillón.
Marta Ochoa, Ismael Santos, Emmanuel Álvarez y Yosi Negrín son los arquitectos que forman el colectivo Casa Antillón.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Marta Ochoa, Yosi Negrín, Ismael Santos y Emmanuel Álvarez forman el colectivo Casa Antillón. Se hicieron amigos estudiando Arquitectura en Madrid y montaron su primera colectiva en la casa de uno de ellos antes de terminar la carrera. Llamaron a 30 artistas para intervenirla y fue tal cantidad de gente a la inauguración que tuvieron que alquilar un teatro cercano para las performances. Después repitieron éxito en su papel de comisarios en dos ocasiones y este año han alquilado su primer local en Carabanchel para trabajar juntos. «El día que nos dieron las llaves nos encontramos con un sótano secreto que transformamos en sala de exposiciones de artistas emergentes», cuenta Yosi. También alquilan el espacio a otros creadores del mundo de la moda, la marroquinería, la ilustración o la escultura. Pero este colectivo no pierde de vista su vocación. Las paredes de su nuevo espacio están pobladas de apuntes y bocetos de su próximo proyecto, una peluquería. «Somos un estudio de arquitectura cuyos materiales de construcción van cambiando. Pueden ser un mobiliario, un comisariado de arte o una peluquería», indica Ismael.

Llaman a la puerta y asoma la cabeza una vecina que quiere conocer qué se cuece aquí. Intuye, como todos, que en la nueva Casa Antillón no van a dejar de suceder cosas.

*Asistente de fotografía: Javier Hernández.

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