Amy Sherald, la retratista de Michelle Obama que cambió su vida radicalmente tras un trasplante de corazón a los 39 años
Con cuadros con títulos como ‘High Yella Masterpiece: We Ain’t No Cotton Pickin’ Negroes’, su objetivo es acabar con los estereotipos raciales. Los cuerpos y rostros de sus modelos siempre están pintados con grisalla para evocar el efecto de las primeras fotografías, con las que los afroamericanos se incorporaron a la cultura visual estadounidense.
La pintora Amy Sherald tuvo una revelación en la cama del hospital en 2012, recién operada de un trasplante de corazón a los 39 años. Esa convalecencia la llevó a replantearse su vida y su arte: “Sentía la inminencia de la muerte y quería saber quién era yo realmente, sin restricciones de género y de raza”, explicó en una entrevista concedida a la edición estadounidense de Vogue en 2019, justo un año después de que su suerte cambiara para siempre. Porque en 2018 esta pintora nacida en 1973 en Columbus, Georgia, corazón del denominado Sur Profundo de los Estados Unidos, hizo historia al convertirse en la primera mujer afroamericana en realizar un retrato oficial de una primera dama para la Smithsonian National Portrait Gallery de Washington.
Unos años después de ser operada Sherald tomó la que califica como la mejor decisión de su vida: se gastó 50 dólares en las taxas para poder presentar su trabajo a la National Portrait Gallery’s Outwin Boochever Portrait Competition. Y ganó el premio. De esta manera, se convirtió en la primera afroamericana en obtener el galardón y los Obama descubrieron su trabajo. Para su retrato presidencial el político eligió a Kehinde Wiley, un pintor angelino afincado en Nueva York ya conocido y cotizado, pero la primera dama apostó por una creadora que apenas había realizado exposiciones en solitario.
Sherald estudió Bellas Artes en la Clark Atlanta University, centro privado que fue la primera institución estadounidense en licenciar a afroamericanos, y completó su formación en el Maryland Institute College of Art, de Baltimore, ciudad en la que ha residido la mayor parte de su vida, aunque el año pasado se instaló en Nueva Jersey, donde ahora tiene su estudio. Su padre era dentista, pero enfermó de Parkinson y fue su madre, un ama de casa reconvertida en trabajadora de banca, quien tuvo que sacar adelante a la artista y a sus tres hermanos. En un principio todo indicaba que Amy acabaría estudiando Medicina, como querían sus padres, pero ella decidió cambiar su destino y tras iniciar sus estudios sanitarios cambió de carrera y eligió el arte.
Las figuras que protagonizan sus obras siempre son negras, sobre fondos monocolor y visten prendas llamativas. “Sus retratos son ardientes y contenidos, con gente negra llena de confianza cuya ropa estilosa y los telones de fondo contrastan con sus rostros, que son de una grisalla uniforme. Esos tonos grises neutrales aportan atemporalidad a los sujetos que retrata y reflejan su atracción por las fotografías antiguas. También utiliza la grisalla, ha dicho, porque quiere eliminar la raza de sus pinturas. Además de esta forma evoca las primeras fotografías, a través de las que las personas negras, que habían sido excluidas en gran medida de la pintura, se unieron a la cultura visual estadounidense”, explicó la crítica de arte de The New York Times Roberta Smith.
La ropa siempre tiene un papel central en los retratos de Sherald. Para vestir a la primera dama escogió un diseño de la firma neoyorquina Milly, creada en el año 2000 por Michelle Smith y habitual en los armarios de Beyoncé, Kate Middleton o Gwyneth Paltrow. El vestido de algodón de escote halter y voluminosa falda con estampados geométricos fue elegido por Michelle Obama y su estilista, Meredith Koop, y según explicó Smith, Sherald quería rendir homenaje a través de esta tela a las colchas artesanales creadas desde el siglo XIX por mujeres en la comunidad negra de Gee’s Bend, Alabama. En otros de sus retratos Sherald ha plasmado llamativos vestidos con rayas de colores, lunares, estampados florales, camisas o vaqueros; dice que siempre está buscando nuevos estampados y texturas, ve prendas que le gustan en eBay o tiendas de segunda mano y las adquiere para incorporarlas en sus obras.
Junto a la moda, la literatura es otra constante en su trabajo. Algunos de los títulos de sus obras nacen de citas literarias, como There is no charm equal to tenderness of heart, extraído de la novela de Jane Austen Emma, o A single man in possession of a good fortune, arranque de Orgullo y prejuicio, de la misma autora. El pasado otoño inauguró su primera gran exposición individual en la galería Hauser & Wirth de Manhattan, titulada The heart of the matter… “Me inspirén en el libro Salvation: Black People and Love, de bell hooks. Para el título de la muestra tomé prestado su primer capítulo . Y también me inspiró The Sovereignty of Quiet: Beyond Resistance in Black Culture, de Kevin Quashie, que reafirmó mi interés por la interioridad. Su primer capítulo examina la imagen del saludo de poder negro de los Juegos Olímpicos de 1968, que a menudo se interpreta como resistencia, aunque John Carlos y Tommie Smith guardan silencio. Hay una emoción subterránea en ellos, que no siempre es tenida en cuenta. Eso ocurre en mi obra. Mis retratos son tranquilos, pero no pasivos”.
Para Sherald todos los prejuicios están en la forma de mirar. Centra su obra en construir una nueva narrativa que provoque interpretaciones distintas. De ahí que en sus cuadros hasta los títulos encierren un mensaje no exento de ironía –en High Yella Masterpiece: We Ain’t No Cotton Pickin’ Negroes los protagonistas son dos hombres trajeados con sendos algodones de azúcar rosas–. El crítico de The New Yorker Peter Schjeldahl asegura que, como Kerry-James Marshall, Sherald busca redefinir el concepto de lo que es el canon en el arte occidental: “Marshall dibuja a todas sus figuras negras como el carbón. Sherald opta por la grisalla. De ese modo ambos apostrofan el pecado original de Estados Unidos y su crisis permanente: la diferencia del no blanco, sin importar sus gradaciones”.
Su procedencia sureña, reconoció la propia pintora en Smithsonian Magazine, ha forjado su manera de crear: “Ser del sur ha marcado mi identidad y mi ética del trabajo. Ha influido en cómo me veía a mí misma, y no siempre de una manera positiva (…) Ser consciente de los aspectos de raza y pertenencia al sur me he comprometido a explorar el interior de los negros americanos. Quiero crear narrativas ocultas”.
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