Martine Carol, una Lola Montes en su ocaso que explora la grotesca cultura de la fama
Una mujer que quedó atrapada como una esfinge en su mito fue la inspiración para una de las obras cumbre de Max Ophüls
En 1955, la última gran aventura (póstuma) de Lola Montes fue la película que le dedicó el director Max Ophüls. El genio alemán se despedía del cine con una obra en cinemascope sobre la agitada vida de esta célebre bailarina de danza española. Lejos de los escenarios de Europa, Lola Montes viaja por su memoria desde la pista de un circo de Nueva Orleans. Allí, exhibida como una atracción de feria, recuerda sus escándalos amorosos mientras el maestro de ceremonias (Peter Ustinov) la presenta como un monstruo con ojos de ángel, una femme fatale entre rejas.
Lola Montes fue un estrepitoso fracaso comercial cuyos productores acabaron remontando. En 2008, se reestrenó en su versión original restaurada, que es la que está disponible en Filmin. Muchos achacaron el batacazo a su actriz protagonista, Martine Carol, que interpreta a la diva en su ocaso. La figura de Montes, que falleció a los 39 años en un hospital de Nueva York, le valió a Ophüls para adelantarse décadas a la grotesca cultura de la fama y su explotación a través de la vida-espectáculo de una mujer que coleccionó amantes mientras recorría los teatros vendiendo sus aventuras y ataviada con sus castañuelas, su mantilla y sus claveles en el pelo.
Nacida en Irlanda como Eliza Gilbert en 1821, fue la ascendencia española de su madre la que le dio la pista para crear su identidad artística. Hija de un militar, se crio en India. Cuando su padre murió, su madre quiso casarla por dinero con un viejo aristócrata y ella huyó del brazo de otro hombre más joven. Fue el primero de los gestos rebeldes de una mujer independiente acostumbrada a los escándalos por vivir a su manera.
Amante del compositor Franz Liszt, accedió de su mano a los ambientes culturales de la época. Luego llegaron Alejandro Dumas, Alexandre Dujarrier, director del periódico La Presse, y, sobre todo, Luis I de Baviera, que acabó abdicando en su hijo después de años con problemas de Estado por su relación con Montes. Estos son algunos de los recuerdos que Ophüls repasa en el circo sin red de su película, un baile trágico a todo color alrededor de una mujer que acabó atrapada como una esfinge en su mito.
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