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Salir de las tinieblas por la pasión: por qué los vampiros son los monstruos clásicos que mejor reflejan nuestros miedos y deseos

Durante la década de los dos mil se experimentó un auge de la temática vampírica en el terreno audiovisual que triunfó entre los adolescentes. Estas míticas criaturas nocturnas pasaron de ser monstruosas y terroríficas a levantar pasiones y conectar con toda una generación

Vampires monsters
Edward y Bella (Robert Pattinson y Kristen Stewart), el vampiro y la humana que se enamoran en 'Crepúsculo'.Alamy Stock Photo

Un cervatillo que pasea tranquilo por un vasto bosque estadounidense de árboles perennifolios está a punto de ser devorado por un depredador inesperado: un vampiro. Durante la quietud que precede a la caza, una voz en off recita la frase que da comienzo a una de las sagas más icónicas de la cultura pop millenial: “Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, pero morir en lugar de alguien a quien se ama me parece una buena forma de acabar”. Este y otros fragmentos del guion de Crepúsculo (Catherine Hardwicke) se quedaron a vivir en la memoria de un montón de adolescentes que forraban sus carpetas y paredes de la habitación con imágenes de los protagonistas de las películas. Lo curioso es que, a pesar de que el mito haya evolucionado y mutado, ha sabido continuar muy presente en la cultura pop: “El vampiro es el único monstruo clásico que ha logrado adaptarse a los tiempos porque ha pasado de reflejar nuestros miedos a plasmar también nuestros deseos”, afirma David Remartínez, periodista y escritor del libro Una historia pop de los vampiros.

Sin duda, las adaptaciones al cine de los libros de Stephenie Meyer ―responsables de las ojeras que muchos jóvenes lucían bajo los ojos tras pasar la noche en vela con ellos entre las manos―, supusieron el culmen de la tendencia narrativa de vampiros del siglo XXI. Sin embargo, existen muchas otras que también calaron profundamente en el ideario colectivo de los adolescentes del momento, como la pionera Buffy, cazavampiros (Joss Whedon), True Blood (Alan Ball) o Crónicas vampíricas (Kevin Williamson; Julie Plec), todas ellas marcadas por tramas repletas de pericias sobrenaturales en las que criaturas oscuras, jóvenes y guapas se enamoran y desenamoran entre ellas y de otros seres humanos. Atrás quedaron las aterradoras características del Nosferatu de Murnau y el remoto castillo maldito del Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola). Ahora estos seres dejan a un lado su naturaleza malvada, tienen un rostro y un cuerpo eternamente bello y encarnan muchos de los anhelos humanos.

Alexander Skarsgård fue el vampiro Eric Northman en 'True Blood'.
Alexander Skarsgård fue el vampiro Eric Northman en 'True Blood'.Alamy Stock Photo

Morder el espíritu adolescente

“Soy una amante del teatro y las buenas películas. Ya te dije que para mí una referencia es Crepúsculo”, le decía Inés Hernand a Mercedes Milá en el monográfico dedicado a la interpretación de su nuevo programa No sé de qué me hablas, generando risas de complicidad entre el público. El formato pretende mostrar a los jóvenes cómo era la sociedad española hace décadas y es precisamente Hernand, colaboradora del programa, quien representa las ideas, las características y la esencia de las últimas generaciones. Por esta razón, referenciar a Crepúsculo en los primeros minutos de un episodio dedicado a la interpretación configura una zona de confort para gran parte de la audiencia, que en su día se debatía entre vampiros y hombres lobos. Es posible que se perciba como un meme, pero al fin y al cabo muchas personas siguen sintiendo ternura al pensar en ello, ya que forma parte de sus recuerdos y de su adolescencia: “Toda época ha tenido un vampiro que la representara. Estas reinterpretaciones y adaptaciones de mitos anteriores se realizan siempre intentando hablar a una nueva generación que se identifique con ellas”, reflexiona Julio Pérez Manzanares, doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Drácula Superstar.

Este sentimiento de cohesión podría darse, entre otras cuestiones, porque dichas narrativas encarnan muchas de las fantasías adolescentes. Efectivamente, en todas estas series y películas hay varias características comunes: los protagonistas son jóvenes, guapos, misteriosos, rebeldes y seductores. Ciertamente, durante esta etapa vital, desear ser alternativo, especial y distinto al resto no es ninguna rareza. Y es que, en estas propuestas audiovisuales, según Remartínez, se presenta al vampiro como un modelo aspiracional y resulta atractivo por sus tormentos y placeres, que coinciden con las turbulencias de la adolescencia: “Todas estas propuestas han conectado con sus públicos porque les han prometido una adolescencia de fantasía, donde sus sentimientos y poderes se oponen a los del mundo de los adultos”.

Spike (James Marsters) y Buffy (Sarah Michelle Gellar), una historia de redención vampírica en 'Buffy cazavampiros'.
Spike (James Marsters) y Buffy (Sarah Michelle Gellar), una historia de redención vampírica en 'Buffy cazavampiros'.Bloomberg News/ Cordon Press

Otros temas que atraen a la mayoría de los jóvenes como polillas a la luz son el erotismo y el romanticismo. Algunos no lo han vivido y todavía lo perciben como algo platónico y otros están comenzando a experimentarlo; en cualquier caso, supone algo novedoso que suele despertar curiosidad. “Los vampiros del siglo XXI pueden mantener relaciones sexuales, algo que antes tenían prohibido por la religión. Drácula mordía, pero no tenía sexo. Hoy los vampiros juveniles ni temen siquiera al sol, no te digo ya al crucifijo. Les aterra el desamor y eso explica por sí solo la evolución”, afirma Remartínez.

Esta preferencia por la inclinación romántica por encima de la terrorífica ―incluso en la noventera Buffy, cazavampiros, cuya protagonista luchaba contra ellos, se enamoraba de uno―, queda reflejada en cifras. Uno de los vídeos subidos por la youtuber y comunicadora Andrea Compton, hablando precisamente de Crónicas vampíricas, reúne ni más ni menos que 378.000 visualizaciones y más de 1.900 comentarios. Sin duda, esta serie es especialmente famosa por sus besos apasionados, sus líos amorosos y por su capacidad para mantener a la audiencia en vilo, pendiente de qué rumbo tomarán los corazones de los protagonistas. “A medida que la figura se ha ido haciendo más familiar, y aportando nuevos matices al hilo de los cambios sociales se ha convertido en una especie de estrella del rock mucho más deseable que los buenos de la película. De ahí que estos tengan que ir rindiéndole admiración o incluso enamorarse de ella para que el conflicto pueda seguir existiendo”, explica Pérez Manzanares.

Esta tendencia es palpable también en películas de vampiros del siglo XXI que no están destinadas a este público, como Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch, en la que los protagonistas abrazan su intimidad reposando juntos en un sofá, visten ropas glamurosas, protegen sus ojos del sol ocultándolos tras unas Ray-Ban y viven rodeados de guitarras eléctricas, un montón de libros y un aura cool que los hace parecer precisamente eso: estrellas de rock enamoradas y perdidas en un mar de siglos vividos.

Huellas de pasiones pretéritas

Forks es a día de hoy prácticamente un parque de atracciones: es posible visitar la supuesta casa de Bella, cuya furgoneta está aparcada en la entrada en la misma posición que en la película, hay un museo con objetos utilizados en la saga ―Forever Twilight in Forks Collection― y un enorme cartel de bienvenida hace un guiño a la saga y al potencial peligro de encontrar vampiros en la pequeña ciudad perteneciente al estado de Washington. Si se escribe Forks en el buscador de Instagram o de TikTok, es posible encontrar un montón de vídeos de personas que visitan esta región haciendo referencia a Crepúsculo. Sin duda, a pesar de que esta no fue la localización donde se filmaron las películas, ya que realmente se grabaron en Oregón (EE UU) y Vancouver (Canadá), la localidad estadounidense supo sacar partido a su popularidad realizando todas estas acciones, además de añadir un espacio dedicado a la saga en su página de turismo e incluso organizando un festival temático anual. “Dentro del fenómeno fan y la mitomanía siempre ha sido muy importante la peregrinación al lugar en el que sentirse ‘parte de la historia’. Lo paradójico del asunto es que esos lugares, ciertamente, nunca fueron reales. Esto resulta evidente en el caso del castillo de Drácula en Transilvania, que jamás fue visitado por dicha figura histórica”, comenta Pérez Manzanares.

Esta idea de la importancia del fenómeno fan también podría resumirse en una intervención de la youtuber Andrea Compton ―que debe su apellido a Bill Compton, vampiro protagonista de la serie True Blood, en un episodio del programa de radio de la Cadena SER dedicado al cine y las series, La Script. Durante el mismo, la comunicadora, que encabeza el podcast Cuarto Milenial, declaraba que con Crepúsculo “hemos aprendido lo que es un fandom y lo que es llorar con tus amigas con una historia de vampiros que no tiene ningún sentido. Es algo generacional y es precioso”.

El vampiro Bill (Stephen Moyer) y Sookie Stackhouse (Anna Paquin), en 'True Blood'.
El vampiro Bill (Stephen Moyer) y Sookie Stackhouse (Anna Paquin), en 'True Blood'.Alamy Stock Photo

El otro gran pilar de la permanencia en el tiempo de estas series de vampiros modernos destinados esencialmente a un público adolescente es, como con tantas otras tendencias que inspiran las corrientes actuales, la nostalgia y el gusto por revivir el pretérito. Tanto es así que series como True Blood siguen estando de completa actualidad ―sin ir más lejos, Netflix la añadió a su catálogo a finales de 2023― y que sea muy fácil encontrar camisetas y memes relacionados con este universo: “La cultura pop siempre vive de volver sobre sí misma. La recurrencia y la pervivencia nostálgica de los iconos es fundamental para que sean parte del ideario popular colectivo”, afirma Pérez Manzanares.

En definitiva, son varios los motivos por los que durante la época de los primeros dos mil las series y películas de temática vampírica proliferaron y triunfaron a partes iguales, ofreciendo nuevas narrativas y percepciones con respecto a un monstruo que, a pesar de haber mostrado romanticismo, sensibilidad y atisbos de humanidad en anteriores versiones, como en la icónica Drácula de Bram Stoker, continúa siendo una criatura despiadada a la que temer, capaz de cometer cualquier aberración. Tal vez cuando no se obtiene aquello que se anhela en la realidad se recurre a la fantasía ―especialmente en una etapa tan convulsa como la adolescencia, en la que todo sabe a poco y nadie parece entender a nadie―. Se viaja a los libros, a las películas y a todos esos otros escenarios en los que es posible soñar con una versión más elevada y excitante de nosotros mismos, en la que los vampiros brillan con la luz del sol y hablan con un lenguaje enrevesado que, entonces, resultaba encantador.

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