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La república independiente de María Escoté y Carlos Díez

Flúor y bigotes han protagonizado el espectáculo de dos diseñadores que han compartido apoyos y front-row.

María Escoté Carlos Díez

Y entonces llegaron Escoté y Díez y lo de Alaska, Bimba y Mario se queda en verbena de pueblo. O no. Porque la Terremoto de Alcorcón se ha cortado a las horas de hacer aspavientos. Eso sí, Miranda Makaroff hiperventila cuando las campanas de Escoté aparecen en escena. A partir de ahí los leopardos se alternan con vestidos fosforitos que recuerdan a Christopher Kane. El clímax lo consigue con una chupa plastificada en rosa, siempre flúor -fórmula que repite en naranja y verde- y con sus vestidos vaporosos (de triple cremallera o desigual corte). Sus creepers de doble suela (y Jeffrey Campbell) llevan pinchos (también hay chanclas de goma y plataforma), y de sus blusas y faldas cuelgan las mismas cruces egipcias y estrellas de David recortadas en vinilo que pueblan sus accesorios, una serie que luego se completa con hileras tricolores de púas planchadas sobre sudaderas.

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Hay mostachos y, de nuevo, bombines así como deportivas gorras para los chicos y chicas de Carlos Díez. Vestidos caftán, poncho y camiseros -de manga mariposa o cuello extensible que se convierte en capucha- en estampados de flores y digitales que se intrincan jugando al despiste. Sus prendas, entre las que contamos monos o pichis, están de vuelta de todo: se superponen, repiten, reversionan y deconstruyen pero aunque nos haya parecido ver lindos gatitos una y otra vez, la secuencia se arregla con el orgulloso trote del diseñador al final de su desfile.

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