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Palabra de provocador de la moda

Simon Doonan, gurú de estilo de los almacenes Barneys New York, desmonta en un libro la industria que ayudó a configurar.

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HUGH PATRICK BROWN (Time Inc/Cordon Press)

Durante años dirigió el departamento creativo de los almacenes de lujo Barneys New York, un contenedor imprescindible de primeras marcas. Con cuarenta localizaciones repartidas por el mundo, Simon Doonan (Reading, Reino Unido, 1952) rescató la firma de la bancarrota y la situó en la primera división de las tiendas multimarca. Ahora, desde su nueva posición de creative ambassador-at-large de la compañía, reina pero no gobierna: los asesora desde la distancia y dedica su tiempo a otras cosas infinitamente más divertidas. Opina, molesta y escribe libros que no gustan a todos. Después de títulos como Confesiones de un escaparatista, Gente guapa y Los gais no engordan, Doonan se atreve con una obra que define como "un collage de reminiscencias culturales". The Asylum (El Asilo), que se publicó la semana pasada en Estados Unidos, es un despiece de experiencias personales que cabalgan desde los años de Diana Vreeland hasta la actualidad.

"Si secuestraran a Thom Browne en su casa de Nueva York y lo abandonaran en una tienda de ultramarinos de Kentucky, la gente pensaría que se trata de un paciente fugado del manicomio de la ciudad", explica. Con esta afirmación, Doonan se confiesa como un experimentado descreído que no se toma demasiado en serio a sí mismo ni al mundillo que representa. Según dice, en esta obra ha optado por maquillar algunos nombres con el fin preservar su identidad y "proteger su fabulosidad", pero las anécdotas que cuenta son reales. Narrado en un tono que invoca el mejor humor inglés, en sus páginas la industria de la moda adquiere un tono satírico y disparatado que el autor compara con el de un sanatorio mental.

Por increíble que parezca Doonan dispara contra las modas semestrales, las mismas que dan sentido a los calendarios que llenan y vacían las perchas de Barneys New York. Al parecer, las nuevas tendencias son las viejas de ayer hechas hoy, y surgen de esa forma. ¿Y quién lo hace? Pues gente como la estilista Polly Mellen, protegida de Diana Vreeland, que trabajó con ella para Harper's Bazaar y Vogue. Doonan cuenta cotilleos de algunas de las más famosas galas Met, donde Mellen y la modelo Carolyn Murphy "ponían verdes a las asistentes mientras contaban las veces que Donatella Versace y Kate Moss iban juntas al baño".

Pero para insolente la soprano peruana Yma Sumac, que se comportaba como una auténtica princesa inca sobre el escenario (más bien como una diva caprichosa e insoportable). Los años cincuenta, con sus coches angulosos y esa predisposición a la dulce exageración, fueron testigos de la llegada de esta descendiente de Atahualpa que consiguió llegar a las cinco octavas sin despeinarse. Las portadas de sus discos eran una antología exorbitante de la grandeur precolombina. Y Thierry Mugler, tan aficionado a ese universo donde las mujeres trotan sobre unicornios, cayó rendido a sus pies. Doonan cuenta que acompañó al diseñador a un concierto de Sumac con el fin de requerirle para un desfile, y aquel encuentro acabó siendo tan extravagante como se pueden imaginar. Nunca llegó a los extremos de Maria Callas, que cuentan que se tragó una tenia para controlar su peso, pero consiguió forjar una leyenda difícil de olvidar.

Más excéntrico todavía es el vicio de algunos diseñadores. Según Doonan, la mayoría de ellos "solo se enamora de farsantes y actores porno". Ofrece algunas pistas para evitar dar nombres, pero a pesar de tantas sutilezas no resulta complicado imaginar que habla de tipos como Marc Jacobs o Calvin Klein. El primero mantiene una relación con una estrella X llamada Harry Louis y el segundo… Bueno, lo del segundo se parece más al argumento de My fair lady. Se enamoró de Nick Gruber, otro actor del ramo, pero la cosa acabó en siniestro total. A finales de agosto se filtró a la prensa un adelanto de las supuestas memorias del exnovio del modisto: celos, infidelidades, adicciones y un sinfín de catastróficas desdichas conforman un balance que resulta francamente triste.

Las reinas indiscutibles de la trayectoria de Doonan son sin duda Diana Vreeland y Anna Wintour, dos visiones antagónicas de la moda. La primera, que se pasaba el día con un cigarrillo en una mano y el mechero en la otra, era todo lo que no es la segunda. Según cuenta el autor, Wintour no tiene nada que ver con su personaje de El diablo viste de Prada. Un desfile de Miguel Adrover donde Suzy Menkes casi pierde la vida y la primera fotografía del misterioso Martin Margiela son otras de las historias de este asilo en el que la realidad supera sobradamente a la ficción.

Thom Browne Women's - Front Row - Mercedes-Benz Fashion Week Spring 2014
Chelsea Lauren (Getty Images)

Doonan, en el desfile de Thom Browne hace unos días.

Getty

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