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Muere Hubert de Givenchy: cuatro cosas que hicieron de él un diseñador único

El creador ha fallecido a los 91 años y deja un gran vacío en el mundo de la moda. Repasamos las claves que hicieron de él una figura irrepetible.

Hupert de Givenchy en 1969.
Hupert de Givenchy en 1969.Getty

El mundo de la moda ha perdido a uno de sus diseñadores más aclamados: Hubert de Givenchy ha fallecido a los 91 años. El creador, que siempre aseguró haber sido feliz por poder dedicarse «a lo que siempre había soñado», deja un gran vacío en la industria. Recordamos algunas de las claves por las que siempre será recordado:

1. Demostró que las revoluciones que empiezan por el armario: la época de Givenchy tiene poco que ver con la que vive la moda actual. Aquel fue un momento de maestros que, desde sus casas de costuras, moldeaban la apariencia de las mujeres más influyentes del mundo. Hoy las tendencias viven periodos tan breves como intensos; entonces, cada pequeño cambio estético era vivido como una auténtica innovación. Sólo hay que evocar el giro de 180 grados que provocó Chanel en el modo en que las mujeres se relacionaban con el vestuario. La carrera de Hubert de Givenchy también empezó con una novedad influyente. La blusa Bettina (su nombre viene de la modelo Bettina Graziani), joya de su primer desfile en 1952. El New Look de Dior todavía estaba en alza, y Givenchy proponía un canon de elegancia contrario al de aquel. Frente a la majestuosidad del patronaje y los metros de tejido noble, el joven diseñador presentó una blusa confeccionada en algodón (el material, por común aún estaba mal visto en la Alta Costura) de cortes simples y fluídos. Se abrió una era en la que la elegancia se leía con las claves de la simplicidad, los vestidos se creaban con el mínimo de costuras posibles y las siluetas buscaban realzar el cuerpo sin ocultarlo bajo complejos cortes.

2. Su relación con Audrey Hepburn:  Suya es una historia pionera: no sólo porque su relación duró casi cuatro décadas, también porque Givenchy fue el primer modisto en utilizar una embajadora como imagen y herramienta publicitaria. Pero el maestro no sólo firmó el vestuario de Hepburn. También se encargó de vestir a los que eran los iconos aspiracionales de mediados del siglo XX: princesas, primeras damas y personajes de la alta sociedad. Su trabajo nos retrotae a una época de bailes de sociedad, recepciones y viajes de Estado. Entonces, como ahora, corrían ríos de tinta sobre la indumentaria de las celebridades, pero las ocasiones y las motivacioens para vestirlas eran muy distintas.

3. Artesanía para llevar: de Balenciaga aprendió que el tejido era tan importante como el diseño. El modisto francés se tomó a rajatabla esa máxima que su mentor no se cansaba de repetir: un vestido tiene que ser tan majestuoso por fuera como por dentro. En este sentido, Givenchy pertenece a una generación en la que los modistos buscaban sin cesar el material perfecto y perfeccionaban el corte y la costura adecuada. La moda se concebía con una especie de arquitectura viva que iba evolucionando con cada prueba que se realizaba a la clienta. Su mundo era el de los costureros con bata blanca que trabajan minuciosamente en el atelier. Admirar de cerca sus creaciones es, en realidad, acercarse al oficio del artesano de la Alta Costura; contemplar de frente el resultado de largas horas de trabajo en equipo.

Hupert de Givenchy en 1969.
Hupert de Givenchy en 1969.Getty

4. Fue el modisto del negro: Después de Chanel, Givenchy es el diseñador del negro. Un color que tenía poca cabida en la moda de entonces. Con sus creaciones, él demostró que no sólo podía ser el epítome de la sofisticación, también que la oscuridad, con el tejido adecuado, abría un campo fértil para la experimentación.

Hizo del negro su seña de identidad.
Hizo del negro su seña de identidad.Getty

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