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Cómo y qué es el Vantablack: el color más oscuro jamás creado que genera sensación de «agujero negro»

Cuando un objeto está recubierto de Vantablack pierde todos los reflejos de la luz así que a ojos del ser humano se convierte en algo bidimensional: desaparecen las arrugas, los volúmenes, las protuberancias, las formas.

Imagen de la serie 'Fleishman Is in Trouble'.
Imagen de la serie 'Fleishman Is in Trouble'.

No hace falta haber empezado a ver Fleishman Is in Trouble (Hulu, disponible en Disney +) para comprender el símil. Tampoco es necesario conocer a Toby, protagonista de esta miniserie, para medir su desamparo. Basta con saber que (en el capítulo cinco), tirando de recursos para combatir su soledad decide ir al Museo Americano de Historia Natural a ver una exposición dedicada a un color tan profundo como su vacío interior: el negro. Mejor, dicho, el Vantablack. El negro más negro que existe, la oscuridad más absoluta, la nada más inmensa. Un tono enigmático, surrealista e incluso considerado tan peligroso que en la vida real que no se puede comprar. ¿Qué es esto?

Vantablack es un pigmento desarrollado por los científicos británicos de Surrey NanoSystems, una empresa especializada en nanotecnología e investigación. Buscaban crear el negro más negro, el más puro, la sustancia más oscura jamás creada por el hombre, para su uso con fines aeroespaciales en sistemas de calibración en satélites. Y lo consiguieron en 2014, con este pigmento capaz de tragarse el 99,96% de la luz que recibe: un agujero de luz en miniatura.

Cuando un objeto está recubierto de Vantablack pierde todos los reflejos de la luz así que a ojos del ser humano se convierte en algo bidimensional: desaparecen las arrugas, los volúmenes, las protuberancias, las formas. Es como si estuviéramos observando una pantalla y se hubieran recortado un objeto, dejando solo su ausencia. Observar algo en Vantablack da la sensación de estar mirando al vacío. Es un poco como un oxímoron: un color tan intenso que dejas de verlo.

Sin embargo, el Vantablack (cuyo nombre es el acrónimo Vertically Aligned Nano Tube Array seguido de black, negro en inglés) no es una pintura en sí, sino un pigmento formado por millones de nanotubos de carbono: cada uno de estos es aproximadamente 5.000 veces más fino que un pelo humano y en un solo centímetro cuadrado hay 1.000 millones de nanotubos. Lo que ocurre entonces es que cualquier luz que caiga sobre su superficie se absorbe casi por completo, en vez de reflejarse, y se convierte en calor. Desaparece. Allí por donde pasa el Vantablack no hay vida. De ahí su perfecto encaje con la crisis vital que pinta la serie.

En los últimos años los creadores del Vantablack han evolucionado esta tecnología hasta conseguir un negro más negro aún, capaz de absorber un 99,965% de la luz que recibe, e incluso han creado un spray llamado Vantablack S-VIS con el que es posible aplicar a los objetos este recubrimiento de nanotubos de carbono. Además de eliminar la sensación de la tercera dimensión, tiene otras particularidades como la hidrofobia, su resistencia a la vibración de un lanzamiento o soportar temperaturas de entre -196ºC y 300ºC. Sin embargo, el pigmento tiene tantas implicaciones que no está permitido su uso comercial, principalmente por razones de seguridad.

En 2019 el fabricante alemán de coches BMW presentó un modelo en colaboración con Surrey Nanosystems recubierto de esta capa de invisibilidad, el BMW X6 Vantablack, que al mirar de frente o de costado parece una silueta plana. El diseño nunca llegará a comercializarse porque su color tan oscuro podría acarrear graves problemas en la carretera.

El Vantablack nació pensando en el espacio pero sin embargo el universo en el que ha supuesto un auténtico revulsivo pertenece a nuestro mundo, el del arte. El mismo 2014 el escultor británico de origen indio Anish Kapoor compró los derechos en exclusiva del Vantablack, con lo que suyo y solo suyo es el uso del pigmento en espray para usos artísticos o creativos. Aquello desató la pelea por el negro más negro: el mundo del arte rechazó de inmediato lo que consideraba un monopolio y muchos artistas criticaron a Kapoor por ello. Christian Furr, el artista británico más joven en recibir el encargo de pintar a la reina Isabel II, declaró que los demás artistas deberían «poder usarlo, no es justo que pertenezca a un solo hombre», y recordó que “los mejores artistas tenían fijación con el negro puro, Turner, Manet, Goya… este negro es como dinamita para el mundo del arte”.

Otro artista británico, Stuart Semple, emprendió una guerra abierta contra Kapoor y se decidió a crear su propia versión de ese negro más negro en 2019: en tan solo 38 horas consiguió la financiación completa para su desarrollo a través de una campaña de Kickstarter. Logró crear el Black 3.0, pero este solo se quedó muy cerca: solo absorbe entre el 98% y el 99% de la luz. Además, quiso darle a su némesis de su propia medicina y compró los derechos de otro color singular, el pinkest pink (o el rosa más rosa), que se puede comprar en su web salvo si eres Anish Kapoor. En el momento de compra hay que aceptar una cláusula que detalla que el comprador no puede trabajar, colaborar o tener relación artística con Kapoor. Este contestó a través de Instagram con una foto en la que mostraba su dedo corazón untado en rosa; “Up yours pink” (una abreviatura de un “métetelo por el culo”), escribió. Semple también ha inventado el blanco más puro del mundo, llamado White 2.0, que asegura ser un 50% más brillante que cualquier otro blanco del mundo y que refleja el 75% de los rayos del sol, con lo que casi hace falta ponerse gafas de sol para verlo.

Pero volvamos al negro. Lo cierto es que el mundo de la moda, la belleza y el arte siempre ha mirado al negro con fascinación. «El negro es discreto e insolente, al mismo tiempo. El negro es fácil y cómodo, pero también misterioso. Pero, sobre todas las cosas, el negro dice: ‘Yo no te molesto, así que tú no me molestes”. La mejor definición posible sobre el color negro la pronunció Yohji Yamamoto, el más complejo de los diseñadores japoneses y faro de la modernidad desde  finales de los años 80. Numerosos diseñadores han dejado claro que el negro es lo que tú quieras que sea, puede ser clásico, puede ser provocador, puede ser arreglado y puede ser un desastre. “Puedes llevarlo en cualquier momento, a cualquier edad, en cualquier ocasión” (palabras de Christian Dior). Sinónimo del chic gracias a Gabrielle Chanel, quien liberó a las mujeres de parecer un florero y las vistió de negro. El negro es al mismo tiempo símbolo de la elegancia (Audrey Hepburn como Holly Golightly en Givenchy en Desayuno con Diamantes, Carolyn Bessette Kennedy con su perfecto minimalismo a finales de los 80), del atrevimiento (Mireille Darc en El Gran Rubio con un Zapato Negro vestida de Guy Laroche) y de las bandas de post-punk (Bauhaus, Echo & the Bunnymen), de los diseñadores conceptuales (Rei Kawakuwo, la “reina de la oscuridad”, cuyos fans allá por los años ochenta se autollamaban The Crows –Los Cuervos– que vestían de riguroso luto porque negrura es lo que sentían y llevaban por dentro; Rick Owens, que se pasó su adolescencia en los años 70 escondido tras ropa negra y desde entonces no se ha puesto otra cosa) y de la música electrónica (Depeche Mode). Si la poesía fuera de un color, probablemente sería negra. Aunque quizá dejaría pasar algo más de luz que el Vantablack.

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