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‘Succession’: el problema de la escena del bolso que supuestamente delata la clase de la novia del primo Greg

En el primer episodio de la nueva temporada de la serie sobre la familia Roy, una mujer comete un error de vestuario aparentemente imperdonable para los superricos. ¿Cuánto hay de verdad?

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Raquel Peláez

En el primer capítulo de la cuarta temporada de Succession, un gran bolso de cuadros se convierte en protagonista inesperado. El bolso en cuestión es un tote de dos asas cubierto con el clásico estampado de Burberry que lleva al hombro la cita del primo Greg en el cumpleaños del patriarca Logan Roy, un evento al que se supone solo puede asistir personas que, o bien como ellos pertenecen al famoso uno por ciento, o bien tienen los mimbres para acceder al universo de este porcentaje sin hacer el ridículo.

Y al parecer, la elección de este bolso es tan desafortunada que inmediatamente hace identificar a los miembros del clan que esta chica con la que ha aparecido “uno de los suyos” ni pertenece a su club ni tiene los mimbres para hacerlo: ha elegido para presentarse en uno de los eventos clave para la familia un bolso que supuestamente aúna varios problemas.

El primero es que es demasiado grande y los bolsos grandes cumplen la función de almacenar cosas que el portador tiene que llevar encima por necesidad. Se supone que el uno por ciento no lleva encima las cosas: tiene asistentes que las lleven por ellos. El segundo es que el hecho de que esta persona necesite llevar tantas cosas en el bolso (desde un tupper para comer en la oficina hasta las zapatillas para volver a bajar al metro) denota su pertenencia a la clase trabajadora. El tercero es que el modelo escogido, pese a estar valorado en el mercado real en 3.000 euros (aproximadamente) no transmite lujo sino ostentación, dado que el estampado que lo cubre no es sinónimo de discreción entre los compradores de este tipo de bienes. 

En un artículo que publicaba ayer The Cut sobre la carga semiótica del bolso. la periodista especializada en moda Danya Issawi argumentaba que efectivamente ese bolso de Burberry significaba todo un alarde de mal gusto frente, por ejemplo, a las elecciones de Kendall en este episodio «que lleva una gorra de cashmere de Loro Piana (valorada en 600 euros) y una chaqueta bomber de Tom Ford (valorada 7.000 euros), ambas sin logotipos pero perfectamente reconocibles para los de su igual”.   

¿Pero qué hay de cierto en todo esto? ¿De verdad ese supuesto uno por ciento privilegiado que cierra compraventas de compañías valoradas en billones durante una fiesta de cumpleaños da importancia al hecho de que una invitada acuda con un bolso demasiado grande? ¿Es un bolso demasiado grande sinónimo de clase trabajadora? ¿Es el cuadro de Burberry de verdad un anatema entre los muy ricos?

Es cierto que existe un dress code que se aplica a las ocasiones especiales, independientemente de la clase social del convocante o los asistentes. En la fiesta de cumpleaños del CEO de una gran compañía el dress code probablemente será como mínimo cocktail y efectivamente en un cocktail se lleva bolso de mano (conocido en el lenguaje internacional de la moda como clutch) o un pequeño bolso de asa (pochette). De ahí para arriba, cualquier bolso grande resulta un estorbo, una ridiculez o un patinazo, dependiendo de lo tolerante o malicioso que sea el anfitrión.

Primero,  un bolso demasiado grande no es en ningún caso sinónimo de clase social alguna ni lleva implícito que dentro se guarden adminículos propios de alguien que trabaja en una oficina (por no mencionar que, por supuesto, que el uno por ciento lleva encima sus pertenencias, como evidencia el hecho de que las actrices mejor pagadas del mundo llevan mochilas o las esposas de los grandes magnates llevan totes de Goyard).

Segundo, algunos de los bolsos más caros y cotizados del mercado internacional del lujo (desde el de primera mano hasta las subastas de Christie’s) son Birkins de Hermès de un tamaño colosal. Otra cosa muy diferente, que no está relacionada con el tamaño necesariamente, es que el tipo de bolso que lleva la novia del primo Greg a este evento festivo, una shopping bag, sea en género específico para contextos de trabajo o prácticos (como su propio nombre indica, para ir a hacer la compra). 

Tercero, el asunto Burberry. Es cierto que a principios de la década de los 2000 el cuadro de la firma inglesa falsificado había sido fagocitado por la clase media británica, los famosos chavs; hasta tal punto que en un episodio de Eastenders, en 2002, la actriz Daniella Westbrook, para hacer mofa del abuso del cuadro entre la “gente corriente”, apareció vestida con un abrigo, un bolso y un carricoche cubierto de cuadros de Burberry. Sin embargo, tras este episodio la marca retiró sus licencias en todo el mundo, creó un sello llamado Prorsum pensado específicamente para darle una nueva pátina de sofisticación al buque insignia británico y contrató al director creativo Christopher Bailey, quien relanzó la marca por todo lo alto. Desde entonces, Burberry no ha dejado de significar lujo (y ha pasado ya por tres directores creativos diferentes) al más alto nivel.

Aquí el equipo de guión de Succession ha patinado, pero quizá es un detalle que perciba un uno por ciento de los espectadores. 

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.
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