Monica Bellucci: agnóstica, feminista y femenina
La exmodelo y actriz, que acaba de lanzar una línea de maquillaje con sus amigos Domenico Dolce y Stefano Gabbana, se considera la heredera legítima de Sophia Loren, Anna Magnani y Claudia Cardinale.
Hay una ley no escrita del periodismo que obliga a mencionar siempre la edad de una actriz italiana, en sentido de incredulidad y admiración, cuando se escribe sobre ella. Es el Paradigma Sophia Loren (78), pero pronto podría conocerse como la Norma Monica Bellucci (48). La estrella presta ahora su nombre a una colección de maquillaje, la True Monica Collection, de la mano de sus amigos, los diseñadores Dolce & Gabbana. Con ella, asegura, «toda mujer puede sentirse como yo».
Sin embargo, Bellucci, la única actriz de su generación que se puede comparar con las grandes del cine de su país, a las que tanto admira, apenas ha hecho de italiana en el cine. Está casada con un francés, el actor Vincent Cassel; tiene casas en Francia, Inglaterra, Italia y Brasil; acaba de interpretar a una kurdo-iraní y se dispone a hacer de mujer serbia en un filme de Emir Kusturica. Su carrera –que incluye títulos tan dispares como Matrix Reloaded, de los hermanos Wachowski; Irreversible, de Gaspar Noé; o Malena, de Giuseppe Tornatore– es tan curiosa como su propio perfil público. A Bellucci nadie espera encontrársela, como al común de las celebridades, paseando por Los Ángeles con una esterilla de yoga en una mano y un vaso gigante de chai latte en la otra. Lo suyo tiene más que ver con el glamour mediterráneo y, a la hora de vestirse, se traduce en corsés, encajes y escotes de balcón (o sea, el ABC del estilo Dolce & Gabbana). También para atender a la prensa: en su encuentro con S Moda luce una blusa transparente, pantalón oscuro y unos Louboutin con tacón de escándalo. Pero hasta el estereotipo de bomba sexual retro también se le queda pequeño.
Belucci, quien cuando esperaba a su primera hija, Deva, posó desnuda en una portada como medida de protesta contra las estrictas leyes reproductivas de su país, se declara feminista y denuncia los resabios machistas que aún se arrastran en Italia. «Soy agnóstica. Quizá se debe a que me criaron como católica», bromea. Con su propia belleza, la actriz también parece guardar una relación ambigua. La celebra y a la vez –asegura– está deseando apearse de ella de vez en cuando, como ha hecho en su último papel en el cine, en el que da vida a una mujer de 60 años.
Vestido de Dolce & Gabbana y pulsera Juste Un Clou de Cartier.
Álvaro Beamud Cortés
Esta es una colección muy personal. ¿Qué recuerdos asocia con el maquillaje?
Siempre tengo presente la imagen de mi abuela pintándose los labios antes de ir a la iglesia los domingos. Era muy bonito ver esa actitud, ese momento que ella se dedicaba a sí misma. Las mujeres en Italia prestan mucha atención a su físico, son coquetas, muy femeninas.
Y usted, ¿qué tal se maneja con los pinceles?
En mi vida diaria no me pinto mucho. Llevo una base muy suave, un poco de brillo en los labios y rímel en las pestañas. No tengo suficiente habilidad como para maquillarme de forma sofisticada. Pero es lo bueno de esta colección. Tiene cosas para todos los estados de ánimo. Te puedes pintar los labios de rojo si estás lista para una fiesta y te sientes segura, pero también hay tonos más naturales para momentos de calma.
Lo suyo con Dolce & Gabbana es ya una relación estable.
Cuando estoy con ellos no siento que esté trabajando. Es más bien un juego. En la última campaña que hicimos juntos nos inspiramos en las leading ladies italianas de los 50 y los 60, y fue fantástico. Si hago cine es porque me inspiraron esas películas y esas increíbles mujeres. Además, son mis amigos. Colaboré con ellos como modelo hace muchísimos años, cuando yo era muy joven y ellos empezaban, y siempre hemos seguido juntos, hasta ahora que son unos diseñadores reconocidos.
De todos los vestidos de la firma que ha llevado, ¿recuerda alguno con especial cariño?
¡Han sido tantas alfombras rojas! He llevado vestidos suyos cortos, largos, estampados, lisos… Me encanta cómo visten el cuerpo femenino, respetándolo. Hasta un little black dress está tan bien hecho que cuando te lo pones es como si nunca hubieras llevado uno.
En la película Rhino Season, de Bahman Ghobadi –que aún no se ha estrenado en España, pero pudo verse en el pasado festival de San Sebastián–, interpreta a una mujer iraní y aparece envejecida y con el rostro marcado por el sufrimiento. ¿Le costó superar la vanidad y verse así en pantalla?
En absoluto. Gracias a Dios, puedo olvidarme de eso de vez en cuando. Se me hace raro que la gente me catalogue por mi belleza. Para mí, apartarme de esa imagen pública es un soplo de aire fresco. Así puedo centrarme en actuar con mis emociones y no en pensar en si aparezco guapa o no. Me encanta la feminidad y el glamour, pero cuando actúo estoy trabajando. Quiero sentirme libre para parecer vieja, fea o lo que toque.
Vestido de Dolce & Gabbana y pulsera Juste Un Clou de Cartier.
Álvaro Beamud Cortés
La actriz Jessica Biel dijo en una ocasión que no le daban papeles por ser demasiado guapa.
Que espere…
¿A usted le ha pasado lo mismo?
Sí, me ha pasado. La belleza puede ser un obstáculo a veces, pero tienes que esforzarte para que los demás vean más allá.
La mujer a la que interpreta, Mina, sufre en sus carnes la represión de un régimen machista…
Aunque Mina está muy alejada de lo que yo conozco, puedo entender lo que siente porque vengo de un país en el que las mujeres han tenido que luchar por sus derechos y todavía lo hacen. Hasta hace 60 años, una mujer podía ser asesinada por su marido y este no iba a la cárcel porque se consideraba un crimen pasional. Incluso ahora, en algunos pueblos del sur de Italia, la virginidad es muy importante si quieres encontrar un marido. Y si tienes más de 25 años y sigues soltera, se te considera una vieja. Sé lo que significa ser una mujer en un mundo en el que primero perteneces a tu padre y después a tu marido.
Hay quien dice, como Carla Bruni, que el feminismo ya no es necesario, que responde a otra época.
No sé lo que quiso decir ella, pero sí es necesario. Estamos en un periodo surrealista: la década de los 60 fue una etapa de libertad, pero han pasado todos estos años y parece que hemos retrocedido. Evolucionamos en tecnología, pero otras cosas dan la impresión de que siguen ancladas en la Edad Media.
Así que recurrió a sus antepasadas para construir su papel en Rhino Season.
Hay algo dentro de mí que viene de mi madre, de mi abuela. Soy una mujer libre e independiente, pero tengo el sufrimiento de todas estas mujeres que me marcaron. Cuando eres una actriz, buscas dentro de ti. Hay una parte de tu trabajo que es técnica, son cosas fáciles. Pero más allá de eso hay otra parte que tiene que ver con el inconsciente, y esa es la más interesante.
Corsé de mimbre sobre vestido, ambos de Dolce & Gabbana; y pulseras Juste Un Clou de Cartier.
Álvaro Beamud Cortés
¡Además tuvo que aprender farsi!
[Suelta un par de frases en ese idioma y sonríe coqueta]. La mayoría de las emociones del filme vienen del lenguaje corporal. No tengo muchos diálogos en la película, pero los que hay debían estar perfectos. Trabajé con un coach e intenté que saliera bien.
Como actriz, tiene fama de no conocer límites, de atreverse a hacer cosas que otras no harían, como la famosa escena de la violación de Irreversible. ¿Cómo se desprende de esas emociones al volver a casa?
Una parte se queda contigo para siempre. De lo contrario, no podrías darles vida.
¿Y cómo lo perciben sus hijas con dos padres actores?
Intento que no estén involucradas en mi carrera. Nunca tengo en casa las revistas en las que aparezco en portada ni mis películas. Primero tienen que verte como una madre y después como una actriz. Ellas saben que en casa son mi prioridad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.