Lukas Gschwandtner: “Me enseñaron que un bolso era una forma de arquitectura, estás creando un espacio”
Silvia Venturini Fendi lo tiene claro: su firma, que en 2025 se convertirá en centenaria, es sinónimo de diseño. Por eso dio carta blanca al austriaco Lukas Gschwandtner en Design Miami. Él miró al pasado proyectándolo en el futuro con ‘Triclinium’. ¿Su objetivo? Repensar los objetos y su relación con el cuerpo.
Lukas Gschwandtner recuerda bien cuál fue su primer diseño. “Tenía nueve años, era un bolso para mi madre. Ella tenía en casa unas muestras de telas para tapizar y decidí hacerle uno, repensando el suyo, rehaciéndolo. Siempre he estado interesado en saber cómo han sido creados los objetos, me gusta comprender cómo se utilizan; es una manera de mirar, supongo que a partir de ahí empieza mi proceso de diseño”, explica el creador austriaco mientras gesticula con las manos. Ha viajado desde Viena para presentar su instalación Triclinium en Design Miami, la feria centrada en el mobiliario y la decoración celebrada en Florida a finales de diciembre de 2022, coincidiendo con la gran cita del mundo del arte contemporáneo Art Basel Miami Beach. Es la propuesta auspiciada por Fendi en este salón al que acuden punteras galerías internacionales como la milanesa Nilufar o la brasileña Diletante42.
Silvia Venturini Fendi y su equipo eligieron a este diseñador de 27 años, que se formó en el Chelsea College de Londres y ahora reside en Viena, porque dentro de su trabajo es vital la relación entre cuerpo y objeto. Ella misma lo explica mientras observa con una sonrisa satisfecha la instalación nacida de esta colaboración, protagonizada por triclinios, esos asientos para comer o recibir visitas reclinados, presentes en la historia del arte desde la Antigüedad clásica y actualizados ahora por el creador en tonos neutros y con una puesta en escena sobria, casi hospitalaria: “Lukas es un diseñador muy interesante porque explora la unión de moda y diseño, para mí sus creaciones son como piezas de mobiliario que se pueden vestir”. La firma romana lleva vinculada a Design Miami desde 2008. Esta feria había nacido solo tres años antes, y Venturini Fendi tenía claro que quería estar presente. Para ella, ligar el nombre de la enseña que lleva su apellido, que cumplirá 100 años en 2025, con el mundo del diseño de objetos era algo esencial. “Muchas veces me preguntan, ¿por qué apoyas el diseño? Y esta puede ser la respuesta adecuada: creo de verdad que el proceso detrás de diseñar una prenda o diseñar mobiliario es muy similar, compartimos muchos valores”, precisa. Ella misma ideó en 1997 un bolso que ya se ha convertido en un diseño icónico, el Baguette. ¿Cómo se logra eso? “Una buena pieza de diseño es la que supera el test del tiempo”, sintetiza.
Cristina Celestino, Kueng Caputo o Peter Mabeo han sido algunos de los diseñadores en los que su marca ha confiado para esta cita en Miami a lo largo de los años. “No tienen nada en común, y eso es lo que me gusta de este proyecto”, subraya Venturini Fendi, “cada uno de ellos habla un lenguaje propio, pero todos comparten su habilidad artesana, trabajan con sus manos, y eso para mí es muy interesante”. Gschwandtner reconoce que le gusta ensuciarse las manos en sus procesos, tocar los materiales, jugar con ellos, revelar su pátina. Cuenta que Triclinium es un punto y seguido respecto a Pillow Portraits, su primer proyecto en solitario, que presentó en la galería Maniera de Bruselas en 2021 y en el que ya investigaba la relación entre cuerpo y objetos del día a día como una silla o un bolso, con el calicó, la tela de algodón que sirve para crear prototipos en moda, como material de trabajo. Ese tejido, matizado por una iluminación muy blanca, crea una sensación de taller de costura al llegar a su instalación en Design Miami. Con él Gschwandtner recrea las veladuras de algunas de las pinturas en las que se ha inspirado.
Formas de estar sentado
El interés por cómo interactúan los objetos y el cuerpo humano no es nuevo para el creador; una vez les pidió a todos sus amigos que le enviaran fotos de ellos en sus sillas preferidas para observar qué revelaba de ellos ese acto cotidiano del sentarse. “También llevo años coleccionando cientos de imágenes de mujeres reclinadas en triclinios, cuadros, esculturas… Para mí era interesante ver cómo siempre se lograba retratar a estas mujeres de una manera tan informal, desenfadada, elegante y bella. Quería entender cómo sucedía eso y cómo se habían sentido esas mujeres, que normalmente estaban siendo retratadas por hombres. Y probablemente en proyectos encargados por hombres”, reflexiona el diseñador, intrigado por cómo esos momentos tan privados han pasado a formar parte de la historia del arte.
Para conocer de primera mano algunas de esas obras cuyas imágenes ha coleccionado —como la escultura de Paulina Bonaparte de Antonio Cánova conservada en Villa Borghese— el diseñador pasó una temporada en Roma. “Si has nacido allí, como yo, resulta normal sentirse atraído por el pasado y querer reinventarlo para proyectarlo en el futuro”, indica Venturini Fendi, que buscó transferir esa sensación a Gschwandtner. “Cuando Lukas vino a vernos estaba hipnotizado por lo que vio, no pudo evitar caer bajo el hechizo romano, estar inspirado por la Antigua Roma. Esas mujeres que se sentaban en sus camas de día no estaban allí para solo descansar, sino para pensar y también para ser vistas. Eran mujeres fuertes, que ejercían su poder”, añade.
Sostiene el diseñador que ponerse en la piel de esos personajes era crucial, por eso recrea sus posados en un vídeo que se proyecta dentro de su instalación. Busca mostrar una nueva visión, la suya, de ese pasado. “Me interesa cómo utilizamos los muebles, me gusta pensar en el mobiliario como algo que apoya al cuerpo, que revela el lenguaje propio de cada uno, y yo busco capturar esos lenguajes corporales en mis trabajos”, señala. Ese interés por comprender estructuras y diseccionar objetos lo ha trasladado también a su versión deconstruida del Peckaboo, uno de los bolsos que han marcado la historia de Fendi. “Quería entender cómo se había creado, por eso utilicé el yeso y corté cada compartimento de su interior, desarmé el bolso y así nació mi aproximación a él”, explica. Fue casi un homenaje a sus inicios, a ese bolso que le hizo a su madre cuando tenía nueve años, o a los que comenzó a crear a los 14, cuando estudiaba cómo trabajar el cuero en el palacio barroco vienés de Hetzendorf. “Mi profesora era arquitecta y para ella un bolso era una forma de arquitectura, pensaba que en ambos casos tú estás creando un espacio, solo varía la escala. No importa que sea algo grande o pequeño, puedes jugar con eso. Y esa enseñanza ha marcado mi vida”.
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