Erin Wasson: «Un actor llamó a mi agencia para pedir mi teléfono después del desfile de Victoria’s secret. Me sentó muy mal»
Presencia definitoria en las pasarelas, grandes campañas y editoriales de fotos importantes en la primera década del siglo XXI, la modelo texana Erin Wasson rememora sus años gloriosos frente a los objetivos más controvertidos. Y explica cómo ha logrado capear temporales y ser feliz
Erin Wasson (Irving, Texas, 42 años) habla sin parar con un inconfundible tono ronco al otro lado del teléfono. Es el segundo día que intentamos conversar: el primero no podía porque estaba rodeada del bullicio que se forma a lo largo del día en Cecile, el café con opciones vega-nas que ha abierto junto a su marido, el emprendedor francés Barth Tassy, en Marsella, la ciudad natal de él. “Fue una decisión muy difícil mudarme. En Nueva York conocía absolutamente a todo el mundo, sabía cómo moverme, conocía las dinámicas, qué esperar. Pero aun así, tuve la valentía de venir y empezar de cero”, cuenta esta modelo que se inició en la profesión gracias a un concurso convocado por una pequeña agencia de Dallas (Texas), estado del que es oriunda y del que conserva el proverbial carácter abierto que caracteriza a sus paisanos y un acento líquido y nasal con el que continúa explicando: “He vivido en Nueva York muchísimos años y, claro, acostumbrarse a las rutinas de una ciudad más pequeña, más provinciana, donde las tiendas y los bares cierran a horas normales, en contraste con otra que, literalmente, jamás dormía, pues es un reto. Pero el negocio va fenomenal, mucho mejor de lo que esperaba y estoy muy orgullosa de nosotros. Ahora que lo hemos conseguido, jamás nos lo arrebatarán de las manos”, dice sin miedo al lenguaje épico esta mujer que se toma muy en serio su trabajo y a la vez no.
Presencia recurrente en los desfiles más importantes de la primera década del siglo XXI (la nómina de firmas para las que se ha subido a la pasarela es imbatible: de Balenciaga a Givenchy, de Giorgio Armani a Gucci, de Calvin Klein a Louis Vuitton), musa de Karl Lagerfeld, favo-rita de John Galliano, su imagen espigada y rockera, su actitud desafiante, definió un tiempo en el que a las modelos les gustaba jugar con los límites de lo moralmente aceptable. Por eso posó para los grandes nombres de su tiempo, algunos de ellos cancelados por actitudes que hoy se han consensuado como intolerables. Wasson ha mirado directamente a los objetivos de Steven Meisel, Nan Goldin, Mario Testino, Peter Lindbergh, Patrick Demarchelier o Ellen von Unwerth y, cuenta ella, jamás se lo ha tomado como un trabajo en el que no tenía nada que decir. “A mí siempre me ha gustado involucrarme creativamente en todas las sesiones de las que he formado parte. En algunas de ellas sabía que estaba entrando en el universo de un creador, en su mente”. No quiere hacer distingos sexistas en su experiencia: “Para mí no ha habido ninguna diferencia si el fotógrafo era un hombre o una mujer. Lo importante es fijar de forma muy clara el tono de la sesión desde el primer momento y si tienes claro lo que va a ocurrir, qué quiere contar la historia, qué tipo de ropa es la que te vas a poner, si es sexy, cómo de sexy, por qué… si dices ‘esto es lo lejos que quieres llegar y de aquí no pasa’, pues entonces es extraño que haya problemas”.
Tener muy claros los límites
Lo que no quiere decir en absoluto que no los haya habido alguna vez. Wasson admite sin rubor, casi con orgullo, que en una ocasión (en 2006) abandonó una sesión de fotos de Vogue (prefiere no decir quién era el fotógrafo) porque no se sintió cómoda: “Se estaba produciendo una dinámica de dominación masculina que no me parecía que expresase nada intelectualmente interesante”. La modelo no se arrepiente: “Yo sé que ese tipo de actitudes por mi parte, esa manera de poner límites y de tener las cosas muy claras me ganaron a veces una reputación de ‘problemática’ en el sector, pero creo también que, gracias a eso, tantos años después me siguen llamando y sigo en el oficio”, explica. Esta tejana valiente no niega, sin embargo, que hay algunos trabajos pasados que se han reevaluado a la luz de los nuevos tiempos. Por ejemplo su desfile para Victoria’s Secret en 2007. “Esa fue una experiencia que no me gustó nada: no llegaba con desfilar. Había que ser burbujeante, hacerse fotos con los famosos. Después del desfile un actor muy famoso llamó a la agencia para pedir mi teléfono y eso me enfadó muchísimo y les canté las cuarenta. ‘Según mis últimas informaciones, esto no era un sitio de citas’, les dije. El hecho de que yo sea una mujer bonita no quiere decir que pase a formar parte automáticamente de una transacción económica como si fuese un objeto”.
Ninguna de estas anécdotas significa que Erin Wasson se arrepienta de haber elegido el camino de la moda: “Es una profesión alucinante, muy bien pagada, gracias a la que he aprendido idiomas y que me ha dado acceso a mundos que ni siquiera podía imaginar”, explica, rememorando sus inicios cuando, sin redes sociales, ni móviles, para una chica de 17 años aterrizar en Nueva York desde una pequeña ciudad de Texas podía ser aterrador. “Yo soy una persona en permanente estado de gratitud. He aprovechado cada oportunidad que se me ha presentado y jamás he sentido ansiedad cuando el teléfono no ha sonado. Siempre he sabido cómo buscarme la vida”.
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