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El síndrome del vestuario y la (escasa) autoestima del pene

La obsesión por el tamaño lleva a que el 90% de los hombres que piden un alargamiento de pene no lo necesitan.

Cover pene
Everett

¿Si el pene fuese un ser independiente y parlante, como creen que sería representado: cómo el amigo fiel que coopera cuando se le necesita y deja tranquilo a su amo cuando este lo requiere, cómo el niño travieso y juguetón al que le gusta llevar la contraria a sus padres y montar pataletas en el momento más inoportuno, o cómo el eterno insatisfecho y protestón, que cuando ve películas porno le susurra maliciosamente a su dueño: “ves, ese es más grande que yo”? La respuesta correcta sería probablemente un compendio de todas esas personalidades.

Si el hándicap de la sexualidad femenina es ser más difícil que la de los varones -el propio órgano genital, la vagina, es algo oculto e introvertido y el mecanismo del deseo es también más complicado y sujeto a múltiples variables en la mujer-; la cruz de los hombres está justamente en su extroversión, en su obviedad, en su incapacidad de esconderse y en la estrecha relación que siempre ha habido entre la sexualidad masculina y la genitalidad.

Tener un barómetro del deseo, la hombría y la fortaleza a la vista, como poco de ellos mismos, no debe ser una carga fácil de llevar. Sin contar con la idea aún extendida de que el placer de una relación sexual tiene uno de sus mayores pilares en la dureza y rigidez de ese pequeño ser, que aunque no piensa, si que tiene cabeza. Como señala la sexóloga y ginecóloga Francisca Molero, del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, “la visibilidad del pene hace que el aprendizaje sexual en los hombres sea más rápido. Se masturban antes y conocen mejor su fisiología que las mujeres, pero ocurre también que en un encuentro sexual uno de los ingredientes esenciales es percibir la excitación y el deseo en el otro. Todos estamos acostumbrados a que la mujer tenga una respuesta más lenta, sin embargo a los hombres se les exige que su pene actúe como un resorte y se mantenga erecto en todo momento, lo que provoca no pocos miedos e inseguridades”.

El tamaño es el asunto que ha hecho correr más ríos de tinta y lo políticamente correcto es decir que no importa, pero hasta ahora no he conocido a ningún hombre que no sepa al dedillo sus medidas -en reposo y en acción- en cuestión tan banal. Si la medida estándar del miembro es de 15 cm en erección, tal vez no haya mucha diferencia entre uno que mida 16 y otro de 19, pero si uno tiene un micropene los que no pasan de los 6 cm en estado de excitación, aunque esto es muy poco común-, realmente se puede decir que tiene un pequeño problema, como también lo tienen los que se exceden en el tamaño.

Jonah Falcon, el hombre con la polla más grande del planeta –24 cm en reposo y 34 en erección–, lo tuvo en un aeropuerto de EEUU, cuando intentaba pasar el control y fue detenido por los agentes de seguridad, que confundieron su abultada entrepierna con un arma de destrucción masiva. Falcon es actor –ha participado en series de televisión como Los Soprano o Melrose Place y tuvo una pequeña aparición en la película Una mente maravillosa– y a pesar de recibir numerosas ofertas para entrar en la industria del porno siempre se ha negado en redondo. Ha pasado penurias económicas, ha estado en paro, ha tenido que volver a vivir con su madre y ahora se ha estrenado en el mundo de la música de la mano del cantante Adam Barta con un tema titulado It’s too big (Es demasiado grande), que cuenta ya con más de 100.000 visitas en la red.

El vídeo remite a la falsa teoría –¿será verdad en algunos casos?- que dice que para bombear sangre a un miembro tan grande hay que sacarla de todas las partes del cuerpo, lo que hace que, a veces, no se irrigue bien el cerebro. Antes de disparar, queridos lectores, ruego que vean el citado tema en Youtube y, honestamente, opinen si exagero o me quedo corta.

La paranoia con las medidas ha provocado lo que se conoce como el síndrome del vestuario: los hombres infravaloran el tamaño de su órgano y piensan que es más pequeño de lo que realmente es. Según Aziz Fakiani, urólogo, andrólogo y jefe de servicio de la Unidad de Urología Integral de la Clínica Diagonal, en Barcelona, “el 90% de los pacientes que piden un alargamiento de pene no lo necesitan, pero últimamente esta es una demanda muy solicitada. Lo que vemos los profesionales es que los problemas con los que acuden los hombres a nuestras consultas tienen cada vez más, un origen psicológico, algo que antes no pasaba y que era más propio de las mujeres”.

Las operaciones de aumento de pene, tan demandadas en Japón, han sido descartadas ya por algunos como el Dr. Iván Mañero, cirujano plástico, puesto que según sus palabras “lo que se hace no es un alargamiento sino que se expone más el miembro, se hace más visible, ya que se rompe el ligamento suspensorio para que este cuelgue más. Lo máximo que pueden ganarse son 2 ó 3 cm y en reposo, nunca cuando el órgano está erecto. Así como las operaciones de estrechamiento de vagina se hacen para obtener más placer durante el coito, las de pene normalmente van dirigidas a uno mismo, a mejorar la autoestima, pero tienen una repercusión nula en la calidad de la sexualidad. Lo mismo ocurre con las intervenciones de cirugía genital, que también se hacen las mujeres. En el hombre las más solicitadas son la escrotolastia, en personas mayores, y que consiste en una reducción de la bolsa escrotal, ya que está cae debido a la edad, y las circuncisiones estéticas, que enseñan parte del glande”, apunta.

Y mientras los hombres sueñan con penes más largos, las mujeres, más que valorar la longitud, dan más protagonismo al diámetro, ya que uno grueso toca y llena mejor las paredes de la vagina. El ensanchamiento quirúrgico no han sido hasta ahora muy exitoso, porque, como cuenta el doctor Aziz, “consisten en inyectar grasa de otras partes del cuerpo, pero esta se reabsorbe y además el aspecto no siempre es homogéneo”.

Lo mejor que puede hacer un hombre por su pene es no pensar tanto en él. Hay un chiste que refleja esta obsesión y es el de un señor que va a cortarse el pelo y al que le preguntan. Y puesto que en cuestiones de tamaño hay poco que hacer, lo mejor es concentrarse, no tanto en la potencia, sino en la resistencia. La fisioterapia del suelo pélvico, como apunta Antonio Meldaña, “mejora la rigidez y el mantenimiento de la erección en aquellos que no tienen problemas para alcanzarla. Aunque el pene no es un músculo, en el se insertan bastantes, que pueden trabajarse”.

Es hora de que liberemos al pene de la pesada carga que ha trasportado durante siglos y de las muchas expectativas que hay puestas en él. Si la tecnología ha conseguido ya sustitutos –vibradores- casi perfectos, que penetran la vagina y encuentran el punto G a la vez que masajean el clítoris no hay que alarmarse por la competencia. Seguramente que esto no hará más que propiciar la vuelta a lo analógico, que recupera toda la belleza de la imperfección. Es probable que hasta el gatillazo se ponga de moda.

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