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Drogas y moda: lucrarse a base de excesos

Si Tao Lin se pasaba las noches en vela puesto de Aderall hasta las cejas y sacó una buena tajada vanagloriándose de ello, ¿qué impide a Brian Lichtenberg –ese diseñador que ha hecho negocio con la autoparodia de la moda– hacer lo propio? Algo revueltas andan las filas fashionistas más canallas. La culpa la tienen unas camisetas que hacen apología de esta sustancia anfetamínica, del Xanax y del Vicodin a unos 40 euros la pieza. Igual que la de la última estrella rompecorazones galáctica (o eso dicen), pero en versión narcótica.

La colección cápsula que el diseñador ofrece en la tienda virtual de Kitson se ha llevado un doble varapalo (y mucha publicidad) en la última semana. De poco ha servido el mensaje ondeante que avisa a los compradores virtuales de que "parte de los beneficios irán destinados a una organización que lucha contra el abuso de las drogas". A las farmaceúticas responsables de estas sustancias y a la ONG a la que (en teoría) se destinará parte de las ganancias no les ha hecho ni pizca de gracia encontrarse con camisetas que banalizan el consumo de drogas, legales, pero con un elevado índice de adicción.

"Ni estamos involucrados ni aprobamos la venta de este producto que glorifica el abuso de nuestro producto", indicaron desde Aderall. Respuestas en la misma línea llegaron desde las otras dos farmaceúticas responsables. Drugfree.org, la organización a la que Kitson ofrece ganancias, ha publicado un comunicado en el que se desvincula del proyecto y exige la retirada de los modelos.

Cómo lucrarse aprovechando el tirón del extásis (‘Molly’ en la jerga de EE UU) en la lírica musical, gracias a Etsy.

Etsy.com

Aunque varias amenazas de pleito judicial se ciernen sobre la firma, las camisetas siguen a la venta en su web. Total, no es difícil rastrear el mercado digital (Etsy es un buen escaparate) para encontrar múltiples ejemplos que también tiran de drogas (y no precisamente legales) para subir las ventas.

Sin olvidar el furor que en su día causó el Oh my coke de Elena Gallén y su camiseta homenaje al incidente de Kate Moss, el coqueteo de la moda y la cultura pop con la glamourización de las sustancias ilegales ha sido una tónica constante en la industria. Desde el Rehab de Amy Winehouse, a la Sweet Mary Jane de Rodriguez o el Lucy in the Sky with Diamonds de los Beatles, pasando por el doble juego que ofrecía el smiley del Acid House, las referencias veladas (y no tan veladas) al consumo de sustancias no son, precisamente, una novedad en la música y la moda.

Dejando atrás la glorificación de drogas duras del pasado, ahora la tónica de la lírica del mainstream musical (y hasta del New York Times) es publicitar y exhibir la sofisticación del MDMA entre sus incondicionales. Molly (así llaman a la metilendioximetanfetamina en el slang estadounidense) es la nueva estrella en la lírica pop. Aparece en el We Can't Stop de Miley Cyrus, Jay Z también la menciona en Magna Carta Holy Grail y hasta Madonna bromeó con su público sobre Molly en un festival en Miami en 2012.

Y con las letras, llegó el negocio. El Have you seen Molly? que entonó Ciccone en su concierto ya es lema de camisetas a la venta en Etsy –aunque también responde al juego verbal de comprar la sustancia–. También se comercializa el modelo en algodón de Popped a Molly, I'm sweating, que responde a ciertos versos de All Gold Everything de Trinidad James, un tema que pasó de ser mixtape autoproducido a alcanzar el top 40 del Billboard y a ser tatareado por el mismísimo LeBron James. Y mientras la ONU culpa a los famosos de la banalización del consumo y del cinismo que impera frente al consumidor desconocido, en algún rincón de Internet alguien se está lucrando con la última ocurrencia de su cantante (o diseñador) favorito.

Miley Cyrus, Jay Z o Madonna, tres artistas que han puesto a ‘Molly’ en el mapa de la cultura pop.

Instagram/ Getty

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