Cómo Instagram convirtió el selfie de WC en un símbolo de estatus
De la privacidad a la ubicuidad: hoteles y restaurantes colocan hashtags en baños reformados y con espíritu viral para buscar la promoción en redes.
Casi 30 años separan al baño más sucio de Escocia (Trainspotting) de la invasión de hashtag personalizado para selfie en espejo de restaurante/hotel cool de turno como alarde aspiracional en Instagram. La tiranía del bodegón preciosista que propiciaron las redes ha convertido al selfie cutre en cuarto de baño en un fenómeno comercial del que no existe escapatoria posible. No hay local de moda de turno que no quiera escapar a la oportunidad de convertir a su WC en el más deseado de la ciudad. Desde el #OralCorner que supuso una plaga de selfies en el baño con neón de la pizzería Frankie Gallo Cha Cha de Barcelona tras su inauguración al #PeeInPink que reclama compartir el espejo del restaurante Motel Morris de Nueva York o la reforma del exclusivo club Annabel’s de Londres, encargada a la maquilladora Charlotte Tillbury para convertir a sus baños en un tocador viral entre los jóvenes, los baños de reataurantes y bares piden entrar en este nuevo fenómeno aspiracional.
«El baño es el photocall de muchos restaurantes, discotecas o centros de ocio. Es el único espacio donde puedes ajustar tu apariencia y hacer mil posturitas o morritos, sin parecer un perfecto gilipollas. Te dan un cobijo especial, como si sus paredes y efluvios te protegieran del ridículo intrínseco a hacerte una foto a ti mismo. El selfie de lavabo es un subgénero que no pasa de moda y los baños de restaurantes, coctelerías y otros establecimientos cool han sabido verlo», apunta Òscar Broc, periodista que se recorrió hace unos años prácticamente todos los baños de bares y restaurantes de Barcelona para publicar después Barcelona és una merda (Contra), un libro en tono humorístico sobre sus vivencias en los WC de todo pelaje de la ciudad.
Broc, que editó el libro hace unos cinco años pero destaca como baños más instagrameables de la ciudad a los de El Velódromo («clase y estilo») o los del Artte («modernísimos») , ya notaba esta fiebre de apelar a los instintos narcisistas de los clientes cuando inició su búsqueda: «Que los lavabos son reflejos muy nítidos de las recovecos más inaccesibles de la psique de sus propietarios. Ya mutaban, sí, se percibía un afán por ser el más original, eso sí todavía estaban exento del virus del postureo que han introducido las redes sociales en los últimos años», apunta.
El selfie en WC –también llamado en la cultura anglosajona Shower selfie o Thrist selfie, por aquello de posar en ropa interior y marcando músculo para redes de ligoteo y encuentros sexuales, algo en lo que se graduó cum laude Kim Kardashian– ha mutado a un género preciosista del que ya se hacen eco publicaciones de tendencias con posts como Los baños más instagrameables de todo Londres (Vogue, aquí gana el de Sketch) o Los baños de hotel más instagrameables (Suitcase escoge al baño más millennial pink, el del Henrietta de Londres). Existen cuentas de culto como las que recopila en Vox Chavie Lieber: @Iluvbathrooms (gestionada por la CM de la firma de culto Everlane) o Bathrooms of Instagram, con la friolera de 332.000 seguidores.
Una tendencia que muta a vertientes menos estéticas y más enfocadas a la política y psicología del propio baño. En Nueva York se lanzará próximamente Facility Mag, una publicación que busca poner el foco en este rincón de nuestras vidas porque es «la lente a través del cual se pueden ver temas de género, infraestructura, segregación, sexo, miedo, cuidado, ecología y acceso. Temas como la contaminación, el mantenimiento, la rutina, la automatización y la suciedad», defienden. Mientras tanto, en su web incluyen una lista con los códigos de acceso a los baños de bares y restaurantes de la ciudad o una encuesta sobre las rutinas personales en el WC. No todo tienen que ser likes de Instagram.
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