La hazaña de Telfar: crear un bolso de 150 euros y piel vegana que ya ha hecho historia
La marca neoyorquina ha logrado algo inaudito: crear un accesorio asequible que ya es un símbolo identitario para los jóvenes que no se sienten identificados con las firmas de moda habituales.
“Era la temporada de compras navideñas y todo el mundo iba con sus bolsas. Decidimos hacer una igual pero con el logo estampado”. Con esta aparente naturalidad explicaba Telfar Clemens horas antes de su desfile en Pitti Uomo lo que le llevó a crear su bolso. Obviamente, y aunque el diseñador neoyorquino estaba en Florencia para presentar la tercera parte de su colección de primavera (la primera parte la mostró en Nueva York y la segunda en París), la pregunta en cuestión era ineludible.
Como suele ocurrir con Clemens, la expectación llega tarde. Telfar, la marca, se creó en 2005, pero recibió el prestigioso galardón Vogue Fashion Fund al (ejem) diseñador emergente en 2017. El bolso en cuestión debutó en la pasarela de otoño de 2014, pero no ha sido hasta ahora cuando se ha convertido en un acontecimiento global. Y aquí acontecimiento no es una palabra exagerada: por primera vez, un accesorio barato (no supera los doscientos euros) adquiere la categoría de it bag y, lo que es quizá más importante, su estatus icónico, que trasciende raza, género y clase social, no emerge, como es habitual, del deseo aspiracional sino del sentimiento de pertenencia a una comunidad. De ahí que la revista Dazed and Confused lo defina como “historia de la moda reciente” y The Cut lo apode ‘el Birkin de Bushwick’, en alusión al bolso de Hermés, quizá el más deseado del mundo, y al barrio neoyorquino en el que la marca tiene su estudio, una zona más ‘auténtica’ que Williamsburg, epicentro tanto de aspirantes a artista como de familias de raíces haitianas y puertorriqueñas.
Se trata de una bolsa de piel vegana disponible en varios colores (con esta colección se han añadido el naranja y el dorado) y en tres tamaños, con asas, una correa cruzada y el logo estampado en relieve. Nada más. Aunque es muy probable que el diseñador fuera honesto al hablar de él como una creación sin pretensiones, porque sus prendas, que ya eran unisex cuando este concepto aún no estaba en boca de todos, también lo son. Camisetas, sudaderas, jerseys, pantalones que, una vez despojados del estilismo del desfile, recobran su apariencia básica. “No es para ti, es para todos”, ha sido el eslogan de Telfar desde su fundación. Pero esa vocación democrática esconde un discurso más complejo, que ha hecho que este creador de ascendencia liberiana esté por fin en boca de todos y, por extensión, que un bolso de diseño básico y precio ajustado sea el favorito de Solange, Selena Gómez, Rihanna y, a la vez, de cualquier persona anónima con aspiraciones creativas y conciencia política.
“La verdad es que no he venido aquí a complaceros”, bromea el diseñador ante un reducido grupo de periodistas horas antes de su desfile. Pero lo cierto es que habla bastante en serio. La noche anterior él y sus 40 invitados (su «comunidad creativa», una mayoría afroamericana de modelos, influencers, DJ’s, cantantes y performers) llegaron al mismísimo Palazzo Corsini y celebraron una cena/aquelarre en privado en la que compusieron la música y debatieron los pormenores del show del día siguiente. La mesa redonda sirvió de escenario, “pero no tenemos claro aún qué vamos a mostrar”, comentaba él aquella mañana. Sobre una mesa, algunas costureras terminaban las prendas.
Telfar combina una democracia pocas veces vista en moda con un renovado sentido de la exclusividad. “Me gustan Vivienne Westwood, Jean Paul Gaultier y Old Navy”, comentaba el que en sus inicios aspiraba a ser “como Michael Kors”; alguien que no tiene prejuicios a la hora de afirmar que quiere ser muy comercial y crecer tanto como pueda. No hay ‘alta y baja moda’ en su imaginario. Adquirió cierta fama colaborando con la cadena de comida rápida White Castle y su colección de invierno de 2017 se vendió minutos después de presentarse en los outlets americanos Century 21. Una estrategia que a la mayoría de las marcas les haría devaluar su valor y que a Telfar, sin embargo, (o, más concretamente, a su logotipo, presente en casi todas sus prendas y accesorios) le hizo ganar prestigio y peso simbólico.
Quizá sea porque Telfar Clemens, de formación autodidacta, practica el activismo desde la espontaneidad que otorga la propia biografía. “Hago ropa unisex porque soy queer y no encontraba nada para la gente como yo”, comenta. Del mismo modo que no encontraba un bolso asequible, funcional y personalizado. Y lo diseñó. : “Ese bolso es hoy un símbolo identitario para los jóvenes creativos, sobre todo para los queer y de color. Nunca había existido un it bag de estas características”, escriben en The Cut. También es una catapulta que le ha permitido facturar 1,6 millones de dólares en 2019. Hace tres años, antes de la fiebre, facturaba cien mil.
“Queremos que nuestro trabajo se perciba como un universo, porque necesitamos un universo en el que sentirse como lo hacemos nosotros. Los publicistas y la prensa llaman a esto comunidad; nosotros lo llamamos conspiración”. Así comenzaba la nota de prensa del fashion film que presentó la marca el pasado septiembre durante la semana de la moda de Nueva York. Esa ‘conspiración’ de la que habla es su cohorte de amigos y colaboradores, entre los que se encuentran la cantante Kelela, el DJ Total Freedom o la artista BoyChild. “Siempre han estado ahí. Hemos ido creciendo y creado juntos”, comenta el diseñador. Casi todos pertenecen a minorías queer y/o no caucásicas, y Telfar los sentó a la mesa que hacía las veces de escenario en su desfile florentino. Ellos siempre tienen prioridad, da igual la notoriedad que la marca obtenga o la gente importante que quiera estar en primera fila. Como tienen prioridad los usuarios anónimos que postean imágenes con su bolso: Telfar prefiere nombrarlos a ellos en sus redes y no a las celebridades. Del mismo modo que hace algunos años la marca Hood by Air (también afroamericana y queer) hacía fiestas en Nueva York en la que los desconocidos tenían prioridad sobre la mismísima Rihanna, la exclusividad de Telfar emerge del mismo sentimiento: el excluido tiene cabida y viceversa. “Este bolso es un hito porque trata a la gente que es como era Clemens a los 19 (gente que ama la moda pero se siente fuera de una industria reservada a los blancos con poder adquisitivo) como el cliente objetivo”, explican en Dazed and Confused. No es la primera vez que la minoría se convierte en (exótico) objeto de deseo de la mayoría. Pero tal vez sí es una de las primeras veces que lo consigue sin replegarse a las normas del sistema.
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