Bionda Swim, la marca que nace tras los pasos de la primera mujer que desfiló en bikini
Con tan solo 25 años, Melina Bernardini fundó en 2020 Bionda Swim con la misión de crear en Mallorca bañadores y bikinis a partir de residuos de los océanos.
El parón obligatorio impuesto por la pandemia nos empujó a reajustar el ritmo de nuestra vida y permanecer enclaustrados en nuestras casas durante meses. Un periodo de renacimiento que muchos experimentaron como un punto de inflexión para dar un giro a su vida o arrancar antiguos proyectos que habían dejado por el camino. Melina Bernardini fue una de ellas y, con tan solo 25 años, decidió dar vida a Bionda Swim: una firma de trajes de baño ‘made in Mallorca’ con el foco en la sostenibilidad.
Con raíces italianas y de madre suiza, Milena Bernardini nació en Zurich, pero creció en Mallorca en plena naturaleza frente al Mediterráneo. Tras terminar la etapa escolar, se trasladó a Madrid para cursar finanzas en el IED y, después de trabajar en diferentes empresas ligadas al mundo de la moda. En la pandemia, decidió desmarcarse de su trayectoria profesional para emprender un nuevo camino con un objetivo: ofrecer una alternativa sostenible en la moda de baño a las antípodas de la fast fashion.
Impulsada por un espíritu emprendedor que llevaba en los genes –tanto su madre como su padre impulsaron sus propios negocios– para entender la conexión de Bernardini con la moda de baño nos remontamos más de medio siglo en el tiempo. “Esto viene de atrás, Michelle Bernardini, que era pariente mía, fue la primera mujer en desfilar en una pasarela con un bikini de dos piezas en 1946”, nos cuenta a S Moda por teléfono. Así, después del acto por entonces “revolucionario” en el que su familiar irrumpió en una pasarela con el abdomen al descubierto, ahora Melina ha impulsado una firma disruptiva con la misión de poner en jaque la producción en masa y la moda rápida.
Desde sus inicios, la creativa ha situado la sostenibilidad en el epicentro de su proyecto, algo que experimenta como una necesidad y no una elección. “Con la situación actual, ser sostenible debería ser la norma de todas las empresas”, explica. Sus diseños atemporales e inspirados en la inmensidad de la naturaleza se dirigen a mujeres “con una fuerte personalidad y una energía desbordante y explosiva”. Con la ambiciosa misión de que sus creaciones nos acompañen a lo largo de los años, el cuidado proceso de producción arranca en Mallorca, en un pequeño estudio donde la diseñadora traza las primeras líneas de los bocetos. “Allí el universo de Bionda toma forma, color y textura. Es el lugar donde trabajo junto a amigos y artistas para crear cortes e ideas originales”, apunta. Un largo y minucioso proceso que se dilata entre siete y nueve meses hasta dar con el patrón definitivo. “Nuestras piezas se adaptan a cualquier tipo de cuerpo, por lo que dedicamos tiempo y dedicación al proceso de muestreo hasta que podemos entrar en producción”, afirma.
La firme posición de Bionda Swim por respaldar la urgencia mediombiental se cristaliza tanto en el modelo de fabricación como en los materiales que dan vida a sus personales trajes de baño. Con una producción local y limitada en la que dan forma a cada una de sus piezas de forma artesanal en pequeños talleres, dividen la confección de sus diseños entre España y Brasil. En su primera colección cápsula, utilizaron naylon reciclado procedente de plásticos y desechos marinos. “En esta última colección hemos trabajado con tejidos deadstock, es decir, telas sobrantes de producciones de otras firmas que quizá se equivocaron adquiriendo más tejido de la cuenta o lo tiñeron del color erróneo. Así, los errores de otros se convierten en nuestro tesoro”, confiesa el alma máter del proyecto.
En un escenario en el que producir de manera responsable se ha convertido en una necesidad urgente, Melina reconoce como, en ocasiones, esta realidad se sitúa más cerca de una estrategia de marketing que de una sincera consciencia medioambiental. “A medida que la sostenibilidad se generaliza en la industria, hay una línea muy fina entre la autenticidad y el green washing (una práctica de marketing verde destinada a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica). Del mismo modo que las empresas deberían ser cada vez más transparentes con el consumidor, también deberíamos ‘educar’ a la sociedad para que sea más crítica y consciente con lo que realmente está consumiendo”, sostiene. Y reconoce la inabarcable brecha existente entre los costes de producción tradicionales y los gastos ligados a los procesos que respetan el medio ambiente. “Ser realmente sostenible agrega muchos gastos que son desconocidos para los clientes y es muy difícil para las empresas que apostamos por este modelo de fabricación competir con los precios de la moda rápida. Todavía estamos a kilómetros de equilibrar la sostenibilidad a los costes de producción tradicionales” recalca.
Si hablamos de futuro, la directora creativa planea trasladar la esencia de la firma de baño a las prendas de ropa. “Estamos trabajando en una línea de ropa confeccionada con tejidos deadstock procedentes de Italia y también experimentando con ropa vintage para darle una segunda vida”, nos cuenta. Pero siempre con una misión clara: “No queremos poner más ropa nueva en el planeta que acabe en los vertederos, sino crear pequeñas cápsulas con tejidos reciclados y dar una nueva vida a estos materiales”, termina.
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