Ascenso, caída y renacer del jersey al hombro en varios momentos clave
El gesto, asociado a los pijos de los noventa, hoy se reinterpreta en las nuevas colecciones de marcas tan alejadas como Loewe, Zara y Aimé Leon Dore. Es la piedra angular de la nueva ola del ‘preppy’


Está por todas partes en 2025: en uno de los desfiles de moda más comentado de la temporada -el entusiasta debut de Jack McCollough y Lazaro Hernandez al frente de Loewe, pero también en la colección que su predecesor, Jonathan Anderson, diseñó este verano para Uniqlo-, en la sección The New con las prendas recién llegadas a Zara, afectadamente descolocado sobre el polo de Gracie Abrams a su llegada al desfile de Chanel en París o reposando sobre Harry Styles en las fotos que estos días le toman los paparazzi. El jersey sobre los hombros, el último gesto de informalidad estudiada, ese estilo al mismo tiempo caro y descuidado, vuelve –si es que alguna vez se fue a alguna parte– a lo más alto de la pirámide de las tendencias.

La buena noticia es que no resulta necesario comprar nada para emular el estilo, es más, para que el efecto funcione este no debería parecer nuevo sino todo lo contrario. El jersey sobre los hombros como declaración de estatus nació al calor de las universidades allá por los años cincuenta. A este lado del Atlántico la memoria cultural lo sitúa en Retorno a Brideshead, la novela de Evelyn Waugh publicada en 1945. Al otro, en los campus de la Ivy League de la costa Este estadounidense. El gesto se convirtió en un código no escrito: un uniforme de privilegio de cuna, una prenda “de estilo de vida” con un mensaje clarísimo. Con el paso de los años, la silueta del suéter anudado se consolidó como la tarjeta de presentación del preppy, esa estética blanca, limpia y cuidadosamente despreocupada que se convirtió en un rasgo WASP.

El gran salto cultural llegó en 1980 con The Official Preppy Handbook, mitad guía de estilo, mitad sátira social y 100% biblia de lo pijo, que convirtió aquel look universitario en aspiración de masas. Ralph Lauren, Lacoste o Tommy Hilfiger lo transformaron en campañas publicitarias, mientras Brooke Shields o Diana de Gales lo llevaban a la calle. En esta década se convirtió en uniforme de los nuevos yuppies neoyorquinos -la versión de fin de semana de los tirantes rojos de Wall Street-, y en los noventa ya era pura imagen pop: Giorgio Armani al teléfono con suéter azul sobre camiseta a juego, Yasmin Le Bon en Vogue retratada por Arthur Elgort con un jersey verde intenso sobre los hombros, y marcas como J.Crew o Ralph Lauren construyendo cierta identidad americana sobre la iconografía preppy.

Y así, la influencia del jersey sobre los hombros cruzó fronteras. En Japón, POPEYE -la “revista para chicos de ciudad”, lanzada en 1976- convirtió el look universitario estadounidense en un culto de estilo, mezclando streetwear, skatewear, workwear y vintage americano, inspirada además por el libro Take Ivy. De regreso a Estados Unidos, músicos negros y líderes de derechos civiles reinterpretaron el Ivy look a su manera, incorporándolo a la cultura urbana. Para mediados de los noventa, el preppy estaba en todas partes: raperos en gruesos suéteres universitarios citaban Nautica o Tommy, y la era College Dropout de Kanye West en los 2000 marcó la celebración definitiva de esta fusión entre tradición universitaria y cultura pop.

Aquella imagen se copió tanto a sí misma que acabó en caricatura. El Urban Dictionary bautizó en 2010 al sweaterdouche, algo así como “el gilipollas del jersey”, que describía a ese tipo que proyectaba aire de superioridad con su suéter anudado y reflejaba un punto de inflexión cultural. En pocas palabras, resumía la caída del look “preppy” al ridículo.

En un nuevo giro, el cliché se quitó el polvo de encima en nuestra década. El zeitgeist de los actuales años veinte, marcado por cierta falsa nostalgia y la búsqueda de códigos clásicos reinterpretados, ha decidido recuperar el jersey sobre los hombros, eso sí, con una estética menos impostada. Parte de su frescura actual llega del norte de Europa, donde firmas escandinavas como Saman Amel, Rubato o Berg & Berg han refinado la fórmula. En lugar de camisas amplias o chaquetas clásicas, proponen llevar el jersey sobre prendas de punto ligeras o sobre trajes desestructurados, logrando un aire contemporáneo, limpio y nada afectado.

La otra gran fuerza de este renacimiento viene de Nueva York. Aimé Leon Dore, la firma de Teddy Santis, ha hecho del “downtown meeting uptown” su filosofía, mezclando estética universitaria con workwear y sportswear. Sus editoriales, como The World’s Borough en 2022, han contagiado a una nueva generación, y coinciden con la visión contemporánea de directores creativos de grandísimas marcas como Jonathan Anderson o el dúo formado por Jack McCollough y Lazaro Hernandez. Y así, todo cambia para que nada cambie: en 2025, el gesto de colgarse un jersey sobre los hombros se ha convertido en símbolo de un tipo que parece hacerlo todo con facilidad, en la imagen de alguien que se viste con un descuido de lo más ingenioso. ¿Y quién no aspiraría (otra vez) a emular algo así?
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