Giambattista Valli: “Quizá me haya pasado seis meses con un vestido, pero tiene que tener la fuerza de haberlo hecho en una noche”
El diseñador italiano presentó en Barcelona su línea nupcial, que nunca antes había subido a una pasarela. “Para diseñar vestidos de novia hay que saber manejar la psicoterapia”, comenta.
Cuando Giambattista Valli debutó en el muy exclusivo calendario de la semana de la Alta Costura parisina, en 2011, su colección fue tan aclamada que la Cámara Sindical de la Costura, el organismo que regula quién desfila y quién no durante esas fechas, decidió hacerlo miembro permanente. Lo normal es que las firmas entren como invitadas y pasen un periodo de prueba superior a cinco años (es decir, diez desfiles). Valli, que además es italiano, no francés, lo logró con solo dos colecciones. “Me gusta pensar que lo que hago tiene ese lado romántico pero contemporáneo. Tenemos a los clientes más jóvenes de la Alta Costura, y creo que vienen a nosotros porque manejamos la idea de excelencia y artesanía de una forma moderna”, explica el diseñador. De hecho, dice, no le gusta hablar de las horas de trabajo que hay detrás de un vestido de costura, un recurso muy frecuente entre el resto de casas que se dedican a esto: “Nunca me ha gustado explicar los metros de tul, las horas de confección...me resulta aburrido. Quizá me haya pasado seis meses pensando un vestido, pero para mí está perfecto cuando tiene una energía y una frescura similar a haberlo hecho en una noche”, dice. El italiano produce absolutamente todo en su estudio parisino, también su línea de prêt à porter, “y por supuesto que lo que más feliz me hace del mundo es trabajar con los maestros de mi taller, pero no me gustan las piezas de museo, no quiero polvo en mis diseños, quiero cosas que estén vivas”, comenta.
Valli ha pasado una semana en Barcelona ultimando los detalles de su desfile nupcial, celebrado el pasado martes dentro de la Barcelona Bridal fashion week. Lanzó su colección de novias, ‘The Love Collection’, en 2021, y es la primera vez que la presenta en pasarela. “Hago Alta Costura, así que llevo muchos años haciendo trajes de novia a medida a mujeres increíbles, pero quería abrirme a otro tipo de público”, explica el autor de, entre otros, el vestido nupcial de Carlota Casiraghi, “quería algo que tuviera mi identidad pero fuera más democrático”. Aunque los diseños, como es habitual, requieren varias pruebas y se compran bajo cita previa, tienen un precio inferior porque no están hechos a medida desde cero, son un punto intermedio entre la artesanía de la costura y la confección en fábrica del Prêt à porter, “pero a nivel estético no hago distinciones. Si lo pienso, creo que la colaboración que hice con H&M es, por ejemplo, la más ‘costura’ que he hecho nunca”, comenta sobre su alianza con el gigante sueco, en 2019: “La pensé y la trabajé muchísimo precisamente porque se me dio la oportunidad de hacer prendas que la gente de a pie aún conserva y lleva por la calle”.
Aunque sus diseños nupciales conservan en parte sus señas de identidad, es decir, sus voluminosos volantes de tul o las flores drapeadas, hay estilos para todos los gustos: “la primera colección fue más experimental, la segunda estaba más enfocada en lo que mis potenciales clientes esperaban de mi, y esta tercera es como un ABC de lo que para mí significa hacer un vestido de novia”, explica, mientras muestra en su móvil a una modelo probándose un body blanco con flores en el escote, “es la primera salida del desfile, un body y una capa, ¿por qué no? No me interesan los rituales, me interesa que la persona que va a casarse se exprese como quiera, ya sea con un diseño de cuento de hadas o en una piscina con amigos”, dice. “A las nuevas generaciones no les interesa tanto que el vestido de su boda sea algo a la moda; su idea tiene más que ver con un momento suspendido en el tiempo, aquí opera la fantasía de cada uno´. El último vestido a medida que hice estaba inspirado en Narnia”.
A Giambattista Valli le encanta compaginar la moda con el diseño nupcial, pero reconoce que son trabajos muy distintos: “No me gusta imponer mi criterio en ninguno de los dos casos, creo que ese es el mayor error de algunos diseñadores”, comenta, “pero aquí soy más psicoterapueta que diseñador. Primero, bocetando la idea, sin tener al cliente delante, tengo que entender cuáles son sus motivaciones para haberme llamado a mí. Muchas clientas vienen con ideas que tienen desde la infancia, sobre cómo imaginaban su boida cuando eran pequeñas. Pero luego hay que aterrizar esas ideas. Es un diálogo largo. Si quieren mi punto de vista voy a ser lo más honesto posible pero al final hay que entender que este es un momento único para una persona que no soy yo”, explica.
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