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Mi barba tiene mil pelos

Ante los tiempos de dificultad económica se interpreta como un símbolo de intelectualidad, austeridad e incluso de inconformismo.

Barbas

El pasado 18 de mayo se estrenó en Estados Unidos la película Mansome, del director Morgan Spurlock, nominado a un Oscar por el documental Super Size Me, que demostró los efectos en la salud de los alimentos de McDonald’s. Vinculado siempre, de algún modo, al mundo de la estética, Spurlock indaga ahora en la problemática de ser hombre hoy, en una era en la que ellos parecen mucho más preocupados por su físico. «Creo que hemos creado una sociedad en la que se le reprocha al hombre no estar a la altura de las circunstancias. Lo que la mujer ha experimentado durante décadas (“estás fea”, “estás gorda”) ahora también se nos dice y nos afecta a nosotros», afirma el director, cuyo estreno coincidió –¿casualmente?– con el apoyo de Obama al matrimonio homosexual. En la película, aparece Jack Passion, el tipo con la barba más larga de Estados Unidos, que ha sido nombrado en varias ocasiones campeón del mundo en curiosos concursos de longitud de barbas. En su grabación, manifiesta que el estado natural del hombre es ser barbudo. Y por lo tanto, según su opinión, todos deberían conservar el pelo en la cara. «Los que se afeitan están atrapados en la adolescencia perpetua», sentencia. El director también habla sobre su bigote, un mostacho semicircular que él asegura que es la fuente de su creatividad (quizás inspirado en la doctrina judía que dice que el pelo en la cara es el puente que une la mente y el corazón; los pensamientos y las acciones).

De hecho, el pelo siempre ha sido una de las grandes preocupaciones de la estética masculina (sobre todo su ausencia). Y la barba, concretamente, un significante de edad y sabiduría en la mayoría de las culturas y religiones tradicionales. Pero en la actualidad, un grupo de jóvenes, mayoritariamente profesionales creativos, las lucen y las cuidan defendiéndolas como parte de su identidad y como símbolo de modernidad. Recientemente, el columnista británico de la revista Wired, Rusell M. Davies, ironizaba sobre el físico masculino de los habitantes de Shoreditchen, el barrio de moda en Londres: «Aquí todo el mundo parece querer llevar barba tupida y delantal de carnicero». Un fenómeno que se reproduce en otras zonas del mundo asociadas a lo que es tendencia: Mitte, en Berlín, o Williamsburg, en Nueva York, por ejemplo. Algo que no pilla por sorpresa al director de la marca Rizos, Jairo Alonso: «En España, las tendencias de peluquería llegan, por norma, dos años tarde. En las capitales de la moda hace ya tiempo que triunfan las barberías de toda la vida. Acabarán por expandirse aquí también y, por fin, acudir a ellas dejará de ser “cosa de señores mayores”. De hecho, cada vez hay más estilistas jóvenes que trabajan en estos establecimientos».

El actor Rodolfo Sancho lleva camisa de Zara, tirantes de Lacasa y Marañón, pantalones de Timberland.

Pablo Zamora

Pero ¿de dónde viene esta pasión por recuperar la frondosidad pilosa en el rostro? Según comentan algunos expertos, el retorno de la barba entronca con la corriente retronostálgica que en los últimos años ha hecho rescatar a los hipsters varios rasgos estéticos del pasado. Concretamente, en este caso, con la tradición cultural decimonónica del intelectual barbado (de Tolstói a Marx, de Victor Hugo a Espronceda, de Tchaikovsky a Johannes Brahms). «La barba se ha culturizado. Ha dejado de ser solo un distintivo sexual para adquirir otros significados. Quien la lleva envía un mensaje, expresa una declaración de intenciones. Y especialmente en momentos caóticos, de reflexión, suele aparecer entre los intelectuales. Aun así, continúa teniendo muchos detractores. Solo hay que entrar en un museo y ver cómo en los cuadros del siglo XX y XXI no hay muchas barbas. Eso es porque todavía cuenta con varios enemigos muy influyentes: el fundamentalismo (a un fundamentalista nos lo imaginamos con barba); la metrosexualidad, que ya se ha asimilado socialmente; y la falta de tiempo (cuidar una barba requiere una gran dedicación», comenta Javier Garcés Prieto, presidente de la Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales.

Hay otros motivos que justificarían su proliferación: «La apariencia desaliñada es propia de etapas de desencanto. Muchos jóvenes ven hoy en día su horizonte profesional y social con cierto pesimismo. Y eso se traduce en un estilo alejado del metrosexual imperante en épocas de esplendor. De ahí el retorno de la barba, especialmente la de 10 días, tan de moda en los últimos tiempos», sostiene el doctor Javier Herrero, cirujano plástico de la clínica Teknon de Barcelona. Opinión que también defiende Carles Freixà, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Lleida: «Las barbas suelen aparecer en momentos de desconfianza ante el futuro (el tránsito al capitalismo industrial, el 68…). También puede ser un contrapunto de la tendencia metrosexual o del culto al cuerpo. Incluso puede ser una expresión de austeridad en lo corporal».

El poeta Peru Saiz Prez lleva un pañuelo puesto a modo de turbante de Lacasa y Marañón, camisa negra de Mirto.

Pablo Zamora

Lo indiscutible es que si valoramos las alfombras rojas y las pasarelas como termómetros de tendencias, las barbas están más de moda que nunca. En estas últimas, modelos como Patrick Petitjean (campañas para Bally, Gianfranco Ferré, Hermès, Kenzo o H&M), Christian Göran (el barbudo del anuncio de Trivago), Benjamin Dukhan (Jean Paul Gaultier, John Galliano y Yohji Yamamoto) o Tony Ward (que además de haber trabajado para Roberto Cavalli, Chanel, Dolce & Gabbana, Diesel, Fendi, H&M y Hugo Boss, es el preferido de Madonna y ha salido en varios de sus vídeos y sesiones fotográficas) se han convertido en tops cotizadísimos, gracias a una imagen camaleónica que es capaz de remitirnos al grunge, a la bohemia, al homeless o al perfecto caballero.

En cuanto al cine, el último Festival de Cannes se llenó de barbas: a destacar el icónico y estiloso Brad Pitt, el actor belga Matthias Schoenaerts (que cautivó a la crítica) o Gerard Butler. «En mi opinión, el resurgimiento de la barba tiene que ver con el hecho de que muchas firmas han contratado a hombres barbudos para sus campañas. Iconos como George Clooney la han popularizado de nuevo. Y también movimientos urbanos, como los hipsters. Tras la corriente metrosexual-übersexual, existe un voluntad de masculinización de volver a la esencia del hombre», comenta Patrick Phelippeau, director general de Jean Louis David para España.

Raúl Marina, ‘Look’ total de Dries van Noten.

Pablo Zamora

«Siempre se dice que las tendencias de moda son cíclicas y, con Internet, esos ciclos se acortan y aceleran aún más. Tras unos años de coqueteo con la década de los 80 y la barba a lo Burt Reynolds, estamos avanzando velozmente hacia los 90. Según mis cálculos, nos situamos en algún lugar entre 1990 y 1991. Por tanto, atentos a las barbas y perillas que lució Kurt Cobain», apunta Nick Burns, coautor junto a Allan Peterkin (por cierto, los dos lucen barba) del libro The Bearded Gentleman: The Style Guide to Shaving Face (disponible en Amazon). Los peluqueros tienen claro que el retorno de la barba no es un hecho anecdótico ni un capricho: ha venido para quedarse (por lo menos, al parecer, hasta que la crisis mundial desaparezca). «Los diseñadores y estilistas prefieren no jugársela en estos tiempos y, en ese sentido, es un valor seguro. No es el momento de movimientos y cambios rompedores. Por eso echamos mano del pasado. Es más fácil retroalimentarse de iconos de otras épocas», comenta Jairo Alonso.

La barba de un hombre contiene aproximadamente 30.000 pelos, que se reparten de manera irregular a lo largo y ancho de la cara, siendo la barbilla y el bigote las zonas de mayor concentración pilosa, ya que en ellas se pueden llegar a contar entre 70 y 120 pelos por centímetro cuadrado. Todos ellos crecen aproximadamente 0,3 milímetros por día, lo que viene a sumar un centímetro al mes, pero lo hacen de forma desigual, tal y como nos ocurre con el cabello. «Una de las conclusiones de nuestras reuniones y encuentros profesionales es que el segmento que más va a crecer en los próximos años será la barbería. En Rizos vamos a apostar por este servicio. Es ya un hecho que cada vez más hombres se retocan la barba en la peluquería en lugar de hacerlo en casa. Ocurre como en el siglo XIX, cuando ellos iban a cuidarse la barba al barbero», afirma Alonso.

Y, por último, no menospreciemos el valor añadido de las barbas y su capacidad para camuflar defectos: «Es el maquillaje del hombre, idóneo para ocultar ciertos rasgos poco favorecedores y para potenciar los más brillantes», afirma el peluquero Lluis Longueras. «Un buen estilista es capaz de obrar maravillas con una barba porque, a base de estudiar los rasgos y volúmenes de la cara, se puede esculpir el rostro y conseguir resultados muy buenos», asegura. Algo que comparte Nick Burns: «La barba a menudo se ve como una especie de máscara. Comúnmente se utiliza para ocultar imperfecciones (un mentón débil, una segunda barbilla, cicatrices, etc.). También es la forma más sencilla de cambiar la cara de forma importante».

Leiva lleva Camiseta de American Vintage, chaqueta de inspiración militar de La Condesa.

Pablo Zamora

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