Maria ke Fisherman: «Nuestra moda se difunde como un viral»
Esta pareja de creadores nos abre su nuevo estudio de Madrid para descubrirnos los secretos de unas prendas que suben como la espuma.
Viral, así es su trabajo. No tienen agencia de comunicación ni showroom, solamente sus diseños. Unas creaciones con las que ya han conseguido estar presentes en Opening Ceremony (Nueva York y Los Ángeles), Candy (Tokio), Lab & iD (Toronto) o junto a algunas de las tiendas más revolucionarias de San Francisco o París. Además, desde que crearon su marca (en el año 2009) han pasado de hacer piezas exclusivamente para sus desfiles de EGO en Madrid a producir cada temporada 300 modelos bajo pedido o a desfilar en la pasada semana de la moda de Nueva York. «Nuestra ropa ha tenido un posicionamiento natural», nos cuenta Víctor Alonso, el 50% de Maria Ke Fisherman, junto a su socia y pareja María Lemus. «Fue a partir de nuestro tercer desfile (otoño–invierno 2013/2014) cuando todo se disparó. La colección se convirtió en un spam en las redes sociales. Los trendsetters colgaban fotos, y a través de sus cuentas viajamos de Brooklyn a Shibuya [Tokio]», dice Lemus, aún sorprendida.
S Moda es la primera en visitar su casa y estudio a las afueras de Madrid, en donde se han instalado hace apenas tres semanas. La planta baja del dúplex la han decorado con un sofá rojo y dos islas de cocina que utilizan como mesas de trabajo. Sobre ellas: vinilos, elásticos, cuerdas, pieles sintéticas con cortes tridimensionales, además de botones y cremalleras con el logo, que cambian cada colección. «Todos los detalles pequeños me apasionan», comenta Lemus, quien nos explica cómo surgió el nombre de la marca. «Era 2009. Yo había terminado de estudiar Moda y a Víctor le quedaba un año para finalizar Ciencias Ambientales e iba a pedir una beca Erasmus. Pero al mes de conocerlo ya había decidido que me iba con él».
«Somos vectoriales, no dibujamos a mano», comenta la pareja sentada en su mesa de trabajo. Obsesivos del orden, todo el espacio está decorado en tres tonos: blanco, negro y rojo.
Germán Saiz
Su pareja eligió Grecia como destino. «De los seis meses de la beca, pasamos dos en Matala (Creta), que es una colonia hippy donde estuvo Bob Dylan o Joni Mitchell. Allí había un inglés que se dedicaba a pescar. Nunca hablaba con nadie y siempre caminaba con un geranio en la oreja: el fisherman», recuerda Alonso. «Fue entonces cuando empezamos a crear piezas que no tenían nada que ver con la moda clásica. ¿Para qué hacer algo que ya otros hacían mejor?». Entre boceto y boceto, Lemus solía dibujar corazones en los que escribía Maria ke Fisherman (María y el pescador). «Así que cuando decidimos que el trabajo que estábamos desarrollando podía ser una firma y no solo un proyecto artístico, el nombre ya lo teníamos claro», explica ella.
Punto de despegue: Madrid. No les ha supuesto un trauma abandonar Badajoz, la tierra natal de Lemus. «Al principio era estupendo estar allí, porque podíamos controlar la línea de ganchillo. Pero por infraestructura teníamos que venir a Madrid». Las piezas hechas con esta técnica son las más cotizadas, con precios que oscilan entre los 400 y los 1.200 euros. «El croché me vuelve loca», dice ella con seriedad. «Aquí se asocia con el tapete, pero fuera se valora muchísimo». Y nos muestra un top con el pecho cubierto de leones con relieves. «Yo he conseguido darle la vuelta y traerlo a mi mundo, con estampados tridimensionales, cortes o cremalleras. Son piezas hechas a mano y con un proceso muy laborioso, de ahí su precio», continúa. «Una monja puede estar trabajando tres semanas en uno de los vestidos de ganchillo desmontables que tenemos», añade desplegando uno de estos modelos. ¿Una monja?, preguntamos.
Vestido reflectante de la colección otoño-invierno 2014/2015. «Usamos el mejor vinilo y lo planchamos 10 veces», cuenta Lemus.
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«El año pasado nos contactó Opening Ceremony para que les creásemos una colección en exclusiva inspirada en nuestra primera colección para EGO», recuerda Lemus. Aquel encargo llegó el 10 de enero de 2013, y el templo de las tendencias quería 50 piezas hechas a mano para la semana de la moda de febrero. «No nos daba tiempo. Entonces nos enteramos de que en Huelva abrían un convento de monjas de clausura de la orden de las Carmelitas. Una tía mía las conocía y nos puso en contacto con ellas. Lemus sonríe. «Igual que unos conventos sobreviven haciendo dulces, ellas lo hacen trabajando el ganchillo para Opening· Ceremony», explica con naturalidad Alonso.
Desde entonces se han consolidado como los creadores del vestuario de estrellas no exentas de polémica. Una red de croché con mangas de pelo sintético provocó la mayor discusión entre Miley Cyrus y su madre. «Se lo puso con tanga y pezoneras para el festival iHeart Radio. La madre no quería que saliera así, pero ella pasó», comenta Lemus. De este diseño, valorado en 1.000 euros, vendieron 20. A Cyrus le siguieron Katy Perry, Lady Gaga (quien ha vestido con su marca la imagen promocional de su gira Artrave), Brooke Candy o Lindsay Lohan. «Le mandamos ropa a su estilista para una sesión de fotos. Cuando la devolvieron, faltaba un top y una falda de ganchillo. La llamamos y confesó: «Se lo ha quedado». Ese mismo día Lindsay colgó en Instagram una foto con las prendas de la firma. Nos encantó», cuenta Lemus.
Bajo los diseños de croché, sandalias que crean en exclusiva para Buffalo Boots.
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Ahora esperan la resolución del certamen Who’s On Next, el próximo 17 de junio, que organizanVogue e Inditex. De ganarlo, se harían con un premio de 100.000 euros. «Con él montaríamos una infraestructura, regresaríamos a Nueva York, iríamos a las ferias de París… Aunque si no nos lo dan, lo haremos igual. Toda esta burbuja de estrellas y seguidores que se ha creado hay que convertirla en algo sólido», concluye Alonso.
Lemus coloca los elásticos del vestido de novia de su primera colección Yeah, yeah, Yeah!, (primavera- verano 2012).
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Usamos piel sintética por conciencia y porque con ella se hacen cosas que con lo natural es imposible», dice Alonso
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