Los ‘piercings’ ya no son lo que eran: ahora son finos y de diamantes
Lo que empezó como una ramificación del revival noventero es ya una tendencia que arrasa entre estilistas, editoras y famosas.
PHélix, ante-hélix, tragus, daith…. Estos nombres que suenan a saga medieval, tienen un significado más prosaico, pero no menos de culto. Son términos que describen ciertos puntos de perforación de la oreja. Un vocabulario muy especializado que sin embargo está a la orden del día. ¿La razón? Las orejas agujereadas están de moda. Lo que empezó como una ramificación del revival noventero, aupada por las presentaciones de Givenchy y modelos como Abbey Lee Kershaw, Daria Werbowy, es ya una tendencia que arrasa entre estilistas, editoras y famosas como Gwyneth Paltrow, Emma Stone y Julianne Moore. Una de las pruebas de que el piercing pega fuerte es que ya hay profesionales estrella, tan solicitados como peluqueros o facialistas. La mayor parte de las influencers han hecho una visita a Maria Tash, profesional del piercing y diseñadora de joyas que se reparte entre su estudio de Nueva York y los tremendamente populares espacios temporales que organiza en Londres.
Cuatro en una oreja, seis en otra. Las conversas no se conforman con un simple arito en el cartílago. No tiene problemas en dejarse los pabellones auditivos como bonitos coladores, aunque la gran diferencia con, por ejemplo, el estilo punk, es que los pendientes ahora son manifiestamente más lujosos. De oro amarillo o rosa, con brillantes o perlas y diseños tan delicados y estilosos, que se diría que es la excusa perfecta para llevar más diamantes encima. Este piercing del que hablamos es más de Repossi que de esas anillas industriales de la época grunge. Aunque no hace falta ir a las boutiques de la Place Vendôme para conseguir el efecto. Asos o Urban Outfitters ofrecen pendientes desparejados bastante aparentes.
“Ahora las chicas se perforan para verse guapas. No hay tanto componente de rebeldía”, explica Ángel López-Redondo, perforador de Tatoo Magic, el estudio de tatuaje favorito entre futbolistas y actores, y donde Sara Carbonero se hizo un par de agujeros. Los más populares, además de los múltiples en el lóbulo, son en el hélix (parte superior del cartílago) y en tragus (el trozo redondeado de cartílago que sale desde la zona de la mandíbula). Las posibilidades, sin embargo, son enormes. Into the Gloss publicó una guía con el asesoramiento de J. Colby Smith, el perforador más buscado de Nueva York, para ayudar a las indecisas. Este diseñador de joyas y artista del piercing mantiene que las orejas son distintas entre sí como lo son los copos de nieve, y que aunque se vaya con una foto de Pinterest en la cabeza, siempre es aconsejable consultar con un profesional.
López-Redondo recomienda ciertos agujeros a sus clientes teniendo en cuenta la forma de la oreja o el estilo personal: “Intento que se hagan cosas en consecuencia con su forma de vida, aunque al final muchas se atreven porque en cualquier momento se lo pueden tapar con el pelo». El experto nota, sin embargo, un cambio de clientela. Los piercings son cada vez más habituales entre mujeres de cuarenta para arriba que quieren un sutil cambio de look o buscan una mini aventura estética más allá de la chupa de cuero. Algo así como un equivalente del auto deportivo en la crisis de los cuarenta. «Me visitan bastantes mujeres que durante años no se habían atrevido por su trabajo o por el qué dirán. Siempre repiten y algunas hasta traen a sus sobrinas”, explica López-Redondo.
Los estudios fiables utilizan agujas esterilizadas de usar y tirar. La pistola está prohibida en España desde hace 5 años, porque no puede esterilizarse tan exhaustivamente como las agujas. Tampoco se trataba de un método preciso, ya que se rasgaba el tejido con el propio pendiente. Los profesionales comparan la pistola como disparar a una puerta. Hay que tener en cuenta que aunque la incisión no es muy dolorosa, los agujeros en el cartílago tardan en curarse. La inflamación en puntos como el tragus no desaparece totalmente antes de los 8 meses. ¿Para presumir hay que sufrir? En este caso sí deberíamos considerar la manida frase hecha.
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