Los intérpretes revelación: el timo recurrente de los Premios Goya
Ruth Díaz, Belén Cuesta o Carlos Santos son algunos de los célebres actores nominados este año. ¿Existe la competencia desleal en la categoría?
Suele ser uno de los greatest hits habituales de cada edición. En la del pasado año, por ejemplo, el joven Miguel Herrán (A cambio de nada) emocionó a todos los espectadores con un discurso que rebosaba emotividad. Ese “me has dado una vida, Daniel” actuó impecable tanto en los pelos del respetable como en las glándulas lagrimales de su interlocutor, el director Daniel Guzmán, para convertirse de paso en el protagonista de un meme todavía hoy vigente. Las categorías de mejor actriz y actor revelación nos han dejado un buen puñado de momentos memorables en los Premios Goya. La posibilidad de ver subir al escenario a jóvenes intérpretes –o no tanto– que se muestran con total sinceridad, vírgenes de la impostura que aporta la experiencia en este tipo de lides, es oro para la televisión. Sin embargo, la vocación con la que nacieron estos premios, la de descubrir e impulsar el talento nuevo, ha ido pervirtiéndose a lo largo del tiempo. Las productoras, en connivencia con la Academia, aprovechan la categoría para sumar nominaciones sugiriendo candidatos que no se adhieren a ningún criterio. Una estafa recurrente que vivirá este próximo 4 de febrero un nuevo capítulo con “descubrimientos” de la talla de Roberto Gómez, Ruth Díaz o Carlos Santos, actores con más de una década de trabajo a sus espaldas. ¿Por qué lo llaman revelación cuando quieren decir ‘más invitados para la alfombra roja’?
Si quisiéramos descifrar la norma para designar a alguien como «revelación», lo lógico sería pensar en que esa fuera la primera aparición cinematográfica de un determinado actor. Abriendo la mano, podríamos sumar también a aquel que pasa de papeles anecdóticos o de figuración a su primer rol importante, o a un intérprete extranjero que se estrena en nuestra industria y es desconocido por el público mayoritario. ¿Alguno de estos principios es seguido por la Academia española? No. La única regla existente es que el actor en cuestión no haya sido candidato antes. Este vacío legal es aprovechado por las productoras, que proponen los candidatos, para sumar nominaciones evitando que sus actores se hagan competencia entre sí y acaben por eliminarse el uno al otro en la carrera por el Goya.
Un ejemplo: Kiki, el amor se hace es una de las películas españolas más alabadas del año. El filme, una recopilación de pequeñas historias que se entrecruzan, cuenta con un reparto coral en el que es casi imposible distinguir entre protagonistas o secundarios. Pero para poder aspirar a más premios, la productora dividió a sus actores en diferentes candidaturas. Como Natalia de Molina y Mª Paz Sayago fueron las elegidas para la categoría de protagonista, y Alexandra Jiménez y Candela Peña para la de intérpretes de reparto, propusieron a Belén Cuesta como actriz revelación. ¿Hace su trayectoria honor a tal denominación? Teniendo en cuenta que Cuesta fue una de las protagonistas de la película española más vista de 2015, Ocho apellidos catalanes, no lo parece. El caso es que a Vértigo Films, la productora de la película, la jugada les ha salido redonda. Tanto Candela Peña como Belén Cuesta han sido nominadas para sendos premios y estarán en la gala este 4 de febrero.
El caso de Kiki es el protocolo seguido por cualquiera que decide presentarse a los Goya. No es ilegal, la Academia lo permite y secunda, y cualquier actor está encantado de recibir un ‘cabezón’ sin importar la categoría. Esta circunstancia no es solo publicidad engañosa para los espectadores, sino una caja de pandora para la aparición de dilemas éticamente cuestionables. En esta edición figuran varios nombres habituales del cine español con opción al premio. En el apartado masculino compiten Ricardo Gómez, Carlos Santos y Rodrigo de la Serna (además de Raúl Jiménez). Los dos primeros, personajes televisivos tan conocidos como Carlos Alcántara (Cuéntame cómo pasó) y Povedilla (Los hombres de Paco), cuentan también con anteriores experiencias en la gran pantalla. De la Serna es uno de los actores argentinos más respetados en todo el mundo, que el público español recordará como compañero de Gael García Bernal en Diarios de motocicleta (Goya al mejor guion adaptado en 2005).
En el lado femenino, además de Belén Cuesta, también está nominada Ruth Díaz por Tarde para la ira. Su caso llama la atención porque la cántabra ha ganado el premio a la mejor actriz en la sección Horizontes del festival de Venecia y el de actriz de reparto en los Feroz. El cambio de categoría de su papel en los Goya suponemos que responde a la necesidad de la productora de asegurarse un premio, ya que la película no cuenta con ninguna otra actriz que pudiera haberle hecho competencia. Rivalizar con Silvia Pérez Cruz o Anna Castillo no es lo mismo que hacerlo con Penélope Cruz o Bárbara Lennie, por nombrar a dos de las nominadas a mejor actriz. El problema ético llega cuando enfrentamos en una misma categoría a Ruth Díaz, con una dilatada carrera cinematográfica, y a Silvia Pérez Cruz, cantante catalana que debuta delante de la cámara con la película Cerca de tu casa. El año pasado, el mencionado Miguel Herrán ganó el premio por delante de Fernando Colomo, director con más de 40 años de trayectoria y decenas de pequeños papeles en su haber. ¿Debemos asumir que los votantes siempre actuarán con imparcialidad ante el compromiso de premiar a un joven desconocido –que de verdad necesita el impulso que otorga la gala– y un nombre con décadas de prestigio y relaciones en el sector?
Los académicos no ven en estos casos el problema ético que sí percibieron en 2011, cuando decidieron cambiar los estatutos para que en esta categoría no pudieran presentarse los menores de 16 años. Enrique González Macho, por entonces presidente de la Academia, aseguró que era una medida de protección al menor: “Cuando un niño gana un Goya le puede afectar profundamente en su desarrollo posterior”, dijo. De haberse aplicado con anterioridad, cuatro actores que parecen haber desarrollado una carrera sin mayores traumas como María Valverde, Nerea Camacho, Ivana Baquero o Juan José Ballesta, no tendrían en sus manos el galardón. ¿Por qué en cambio la Academia sí permite la competencia desleal en la categoría? Lo que parece evidente es que los actores son las grandes estrellas de este circo, los culpables de que millones de personas decidan sintonizar la ceremonia en sus televisiones. A mayor número de intérpretes conocidos, mayor repercusión, más fotos en la alfombra roja y más share. Y cuando la audiencia se cruza con la credibilidad ya sabemos quién suele llevarse el premio a casa.
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