La de Pablo Iglesias y otras cocinas de políticos que han dado mucho que hablar
En el terreno de las cocinas casi ningún político ha escapado indemne de la experiencia. ¿Por qué sus gabinetes de prensa se empeñan en humanizarlos a través de ellas?
Es un recurso que ha calado hondo entre la clase política, el viejo truco de recibir a la prensa en la cocina para mostrar su cara más cercana. No hay cargo que se precie que no abra sus despensas y nos invite husmear entre sus cacharros, como si fuéramos vecinas criticonas en busca de sartenes mal lavadas. Margaret Thatcher ya era aficionada a esta maniobra, que sin embargo, no ofrece los niveles de éxitos esperados. En el terreno de las cocinas casi nadie ha escapado indemne de la experiencia. Ni tipos listos como Varufakis, que se arrepintió enseguida de haber posado para Paris Match en su terraza con vistas al Partenon. Quizás el único que haya salido airoso ha sido el antiguo presidente de Uruguay, José Mújica. El exguerrillero, al contrario que otros animales de despacho, no desentonaba en su ambiente. También es verdad que las pantuflas y la perra de tres patas nos ablanda más que el expicadero con posters de piso de estudiante del líder de Podemos.
Para empezar, el atrezzo es extremadamente peligroso. El Cola Cao de Pablo Iglesias, y esa lata de tomate frito que no sale en cámara pero que se intuye, podrían haberle congraciado con muchos treintañeros sin intereses culinarios o haber enternecido a sus madres proveedoras de tuppers. Pero el salmorejo de bote le tiró sin remedio al foso de los leones.
Ejercer de comidillas forzado tampoco garantiza el éxito. Durante la campaña electoral de Mariano Rajoy se hizo unas fotos cortando queso y tomate en su cocina. Lo hizo con la soltura de un levantador de pesas al que ponen a bordar.
Esta imagen no benefició para nada a Miliband.
Si el descuido trae problemas, la escenificación también. Pongamos el caso de Ed Milliband, el exlider laborista del Reino Unido. Su torpeza frente a las cámaras no ayudaba en plena campaña y a algún asesor se le ocurrió la brillante idea de retratarle en la cocina de su casa. Él y su mujer posaron con la mayor naturalidad que pudieron en una cocinita impersonal, propia del apartotel más olvidable. La idea era subrayar la sencillez el jefe de la oposición, del que muchos desconfiaban por haber arrebatado el liderazgo del partido a su carismático hermano mayor. Pero cómo no podía ser de otra manera, la operación de acercar a Milliband a las masas fue un fracaso. Esa cocinita que el creía digna y sencilla encogió el corazón al electorado y le hizo quedar como un ser gris que sólo tiene a la vista un cubo de la basura verde fosforito. Pero peor fue el remedio que la enfermedad. Una amiga de la familia salió en su defensa en Twitter y desveló que esa era solo una de sus dos cocinas, la que la familia utiliza para preparar té y comer alguna galleta. Eso fue imperdonable.
David Cameron, el primer ministro británico, tiene nada menos que tres cocinas. Una en el número 10 de Downing Street, otra en el piso de encima que usan a diario y una tercera en la vivienda de su circunscripción. Cosas del sistema electoral británico. Su número de cocinas perfectamente diseñadas no le ha perjudicado tanto como a Milliband: terminó ganando las elecciones. Pero a nadie se le escaparon sus intentos de esconder sus orígenes privilegiados y hacerse pasar por un individuo de clase media. Esos productos básicos de supermercado conviviendo con especias exóticas y cacharrería aspiracional retrataron a un bienqueda. Como antiguo relaciones públicas que es, preparó la operación al detalle, aunque los medios recordaron enseguida que esa fotogénica cocina se pagó con el dinero del contribuyente. Los Cameron se gastaron 40.000 euros de fondos públicos en reformas
El matrimonio Cameron tiene tres cocinas y una de ellas hasta reciben a Michelle Obama.
Tal vez los gabinetes de prensa de los partidos deberían buscar otro lugar para humanizar a sus líderes. Pero la realidad es que la cocina es uno de los más poderosos símbolos de estatus, gustos y aspiraciones de la vida contemporánea. Pueden situar a un candidato más eficientemente que un punto del programa. Al fin y al cabo a todos disfrutamos curioseando. Que no les pase a los políticos lo que a Naim Thomas, concursante de la primera edición de Operación Triunfo. Salió celebrando la cena de Navidad con su familia en un restaurante y el público nunca le volvió a ver de la misma manera. En el fondo preferimos el salmorejo de bote a la nada.
Así posó Varoufakis para París Match.
Paris Match Twitter
José Mujica, el único que ha salido airoso.
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