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La comodidad cotiza al alza

Comodidad sin perder el estilo parece la máxima de una nueva tendencia que, aunque empezó como una etiqueta aislada, ha crecido hasta hacerse global. La nueva moda será confortable o no será.

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Estos días la etiqueta 'normcore' no para de reproducirse en blogs, revistas y redes sociales para definir a esa nueva oleada de modernidad que tiene a la normalidad como referente y objetivo. Vaqueros de madre, camisetas de propaganda, gorras con visera, Seinfeld como referente estético. Un conjunto de elementos que sirven como réplica a las gafas de pasta, las barbas, los pitillos remangados y todos los accesorios que definieron al moderno que dejó de serlo al hacerse masivo y ahora busca una nueva manera de diferenciarse.

Sin embargo, esa supuesta normalidad que persiguen los seguidores de la etiqueta -quizás aún es demasiado anecdótica como para llamarla tendencia- reside en otro universo estético al que muy pocos prestan atención y que se formula como la verdadera fuerza comercial: la comodidad. Un factor que no está definido por el aspecto que la prenda dota a la persona sino por lo confortable que resulta llevarla y que es más importante que todo lo demás.

En inglés la palabra 'cozy' significa “cómodo, acogedor, confortable”. Hasta ahora solía ponerse convertida en hashtag gracias a la # acompañando a fotos de pies con calcetines, tazas de café humeante y otras representaciones del bienestar. El equivalente a 'peli y mantita' castellano pero en el entorno anglosajón, frecuente los domingos lluviosos de invierno y en los blogs y tableros de Pinterest de los amantes del romanticismo.

El término ha derivado en otra etiqueta que sirve para definir a un incipiente pero potente movimiento estético en un principio masculino: los 'cozyboys'. El Urban Dictionary define a los seguidores de dicha tendencia como: “jóvenes a los que les gusta ir a la moda… pero cómodos”. Es decir, que el vestir confortable no significa ir hecho un desastre con un chándal de táctel y una camiseta que ha pasado mil veces por la lavadora, sino llevar prendas que resulten agradables. Las colecciones de Carol Lim y Humberto Leon para Kenzo podrían ser un buen ejemplo de definición del término.

Un simple rastreo por Instagram o por Twitter sirve para hacerse una idea del alcance de la influencia, que también ha llegado a la moda femenina. En el hashtag #cozygirl aún se cuelan imágenes de tazas de té y batas hogareñas, pero poco a poco sigue el camino de su equivalente masculino, como señalan en Refinery29, en dónde no dudan en afirmar que la tendencia está en pleno auge.

No es que sea ninguna sorpresa. Desde que las sudaderas se subieran a la pasarela de la mano de firmas como Givenchy o Balenciaga iniciando así el camino hacia su masificación, la ropa deportiva no ha hecho más que reclamar su protagonismo, llegando incluso a influenciar a firmas tan clásicas como Chanel (¿Quién no recuerda las famosas zapatillas firmadas por Karl Lagerfeld?).

Atrás queda el refrán que afirma que 'para lucir hay que sufrir'. Nada más lejos de la realidad y, como se mencionaba en un principio, de la normalidad. Después de décadas intentado adaptar los cuerpos a las prendas parece que por fin ha llegado el momento de que la acción se revierta y la comodidad se imponga: los cozyboys (y las cozygirls) ya han abierto el camino y por lo que parece, no les faltan seguidores.

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