Íñigo Errejón: «Hablar de ropa reta la masculinidad de algunos»
Abandonó Podemos para conquistar Madrid. No lo ha conseguido, pero el madrileño no piensa rendirse. Hablamos con él de política, derechos LGTBI y, por supuesto, de moda.
A Íñigo Errejón (Madrid, 1983) no le da miedo hablar de moda ni ponérsela. Esa es una de las cosas que hacen de él un líder político muy particular. También lo fue la campaña electoral que protagonizó junto a Manuela Carmena para conquistar con su formación, Más Madrid, la alcaldía y la presidencia de la Comunidad. Desde la presencia de los Javis y Pedro Almodóvar en sus actos electorales, hasta las magdalenas con el rostro de los candidatos, pasando por la chaqueta Harrington con la que abrió su primer mitin en el barrio madrileño de Orcasitas, estuvo llena de comentadísimos momentos. En un guiño amable, Errejón trae bajo el brazo a nuestra sesión de fotos la mítica prenda. «Me la regaló un amigo. Es chula, ¿verdad?», dice con naturalidad. «Lo que más me gusta es la carga cultural que tiene».
¿Admite que su forma de vestir es un instrumento de comunicación muy meditado?
Yo admito que no me visto igual ahora que cuando empecé a ir a las instituciones, pero esto no es algo que me haya inventado yo. Salvador Seguí, el líder anarcosindicalista catalán de los años veinte, pertenecía a una familia muy humilde y fue pintor de brocha gorda. Cuando tenía que asistir a una reunión, a un pleno o ir a negociar con los patrones en nombre de su sindicato, se cambiaba el mono de pintor para vestirse con traje clásico, porque afirmaba: «Represento la dignidad de la gente que me ha elegido».
¿Es consciente de lo impopular que es la coquetería entre algunos sectores de la izquierda?
Hay mucha impostura. Mis amigos, los que dejaron el instituto muy pronto, los que se reventaron a trabajar en la construcción o en otras cosas que les iban apareciendo por el camino, cuando luego salían un viernes se ponían de punta en blanco. Y precisamente los que íbamos a la universidad y teníamos un futuro a priori un poco más sencillo, cuando llegaba el viernes, elegíamos el vaquero que estaba más roto. Todos los abogados laboralistas saben lo importante que es ir bien vestido a un juicio para representar a unos trabajadores, para que nadie mire por encima del hombro a quien les está defendiendo.
El líder de Más Madrid conoce muy bien la importancia de los símbolos, y por eso, no puede olvidar un día que iba paseando por Lavapiés, el barrio donde vive de alquiler, y un señor al que no le resultaba precisamente simpático le espetó, a modo de insulto: «¡Viva España!». Desde entonces le interesa mucho la idea de «resignificar» la bandera: quiere que la enseña nacional, que en los últimos tiempos adorna todos los balcones de los barrios más conservadores de la capital, deje de representar solo a la mitad del país. «No me imagino a un danés diciéndole a otro ‘¡Viva Dinamarca!’ para fastidiar», dice irónico.
Así que quiere darle un nuevo significado a la bandera, pero no a los códigos de vestimenta establecidos para ir a un juicio.
No quiero que se use la bandera contra mí. Y reconozco que las prendas dicen mucho y confieren cosas. Tú no crees igual a un médico si te habla sin nada puesto o si te las dice con una bata blanca. Su uniforme funciona como atributo de autoridad. Bueno, pues igual que las batas de los médicos, hay muchos otros atributos que comunican y eso todo el mundo lo sabe. Tienes que ser muy necio para no darte cuenta de que hay otras batas blancas que te rodean. Tienes que ir cómodo, no te tienes que disfrazar, pero cuando representas a más gente, creer que solo te representas a ti mismo es un lujo aristocrático. He llegado a pensar que el problema es que reta la masculinidad de algunos…
¿Y por qué piensa eso?
Los que dicen ‘yo no me peino’, ‘yo no me cuido’, ‘me pongo lo primero que cojo’… para empezar, es mentira. Pero es que además es una mentira que no tiene nada de progresista porque parte de la base de que si eres un hombre tienes que hacer como que tu aspecto te da igual, porque lo otro sería reconocer dudas, fragilidad.
Al final, ni Errejón ganó la Comunidad ni Manuela pudo quedarse en la alcaldía de Madrid. Cuando tuvo lugar esta entrevista, los tres partidos que se reunieron en febrero bajo la gigante bandera española de la Plaza de Colón estaban intentando hacer lo que habían prometido: pactar. El líder de Más Madrid consideraba entonces que, de todos los partidos implicados en la configuración del panorama político, el que merecía el reproche más duro era Ciudadanos: «Que una formación supuestamente liberal y regeneradora haya intentado ir de la mano de Vox es un error histórico. ¡La señora Rocío Monasterio pidió al Defensor del Pueblo que se permitieran las terapias para curar la homosexualidad!». Aún así, se resiste a calificar a Vox como fuerza fascista: «En el fondo Abascal es un niño mimado de Esperanza Aguirre que cuando no tuvo voz con el PP creó un partido que es como el PP, pero con tres copas». En cuanto al resultado propio, hace una lectura optimista: «Recortamos siete puntos con la campaña a las derechas». Y repite hasta ocho veces a lo largo del encuentro un mismo dato: «Quince por ciento, medio millón de votos».
¿Por qué cree que en una comunidad como Madrid, con tantas desigualdades y con un problema tan grave de corrupción, ha vuelto a ganar el PP?
Nosotros hemos recogido un clima creado a conciencia. Veinticinco años de destrucción del tejido social de los barrios, de un ataque decidido y fanático contra la sanidad y la educación pública para derivar a la gente al sector privado, aunque sea más caro… Eso lanza un mensaje claro: estás solo, sálvese quien pueda, lo que siembra el cinismo y la desconfianza.
Si tuviese que señalar el mayor error que cometieron Carmena y usted en campaña, ¿cuál sería?
Yo creo que habría que haberse esforzado más por entender las razones del «sálvese quien pueda», que le vienen tan bien a unos pocos que se han hecho de oro con ellas. ¿Cómo es posible que gente que vive en entornos muy humildes diga que le parece mal que se suba el impuesto de sucesiones a quien va a legar más de un millón de euros a sus hijos? Vivimos en una pirámide en la que todos los que están en la cúspide han conseguido que los que están abajo, por muy fastidiados que se sientan, vean el mundo con sus mismas gafas. A eso no se le da la vuelta con una campaña electoral.
Una parte de la izquierda le ha criticado que durante la campaña hablase mucho de los derechos LGTBI y no tanto de las medidas económicas. Hay quien dice que es una reivindicación «folclórica» y «cultural» que les ha pasado factura. ¿Qué dice a eso?
Esa es una visión muy antigua. Si tú eres transexual y no te contratan en nada y tienes una tasa de paro que es el triple de la de las personas que se han quedado con el mismo sexo que tenían al nacer, ese es un problema material concreto. Es decir, esta visión según la que existe lo económico y el resto son ‘cositas culturales’, eso, perdón que lo diga, es una inmensa tontería. La gente es muchas cosas y en nuestro mundo cada vez más y hay que articularlas todas para cooperar. Me da la sensación de que criticar mi posición con respecto a la lucha LGTBI es un pasatiempo para individuos que tienen muchas horas para gastar en Twitter.
¿Cree que Manuela Carmena podría haber sido más dura con el tema de la vivienda? Se aprobó muy tarde la medida contra los alquileres turísticos.
Debería haberse aprobado antes. Pero sobre todo creo que el partido socialista no debería haberse echado atrás en el decreto que aprobó sobre vivienda para que los ayuntamientos puedan regular los precios máximos. Lo pactaron Podemos y el gobierno socialista, y al final el PSOE se echó atrás.
¿Qué le parece que se signifique a la gente por la zona en la que vive? Al margen del chalet de Pablo Iglesias, también se ha criticado a Pablo Echenique recientemente.
El problema no es dónde elija vivir cada uno, el problema es que la mayor parte de la gente no tiene elección. Que cada vez hay más personas en Madrid que se tienen que ir a Toledo o Guadalajara porque no pueden seguir pagando la vivienda en el barrio del que eran. La ‘izquierda Twitter’ se pone a discutir: «Ah, mira, has elegido el barrio no se dónde [voz de burla]». Y aquí lo gordo es que haya ciudadanos de 35 años que tengan que volver a casa de sus padres.
Íñigo Errejón admite que sueña con unas vacaciones en la playa: «Nos las hemos ganado», bromea. Ha adelgazado mucho a lo largo de la carrera electoral. Pero aunque ha habido un desgaste físico, él asegura que psicológicamente no le ha pasado factura. Es más, le ilusiona hacer una oposición reposada con la que aprender «después de un ritmo frenético impuesto por nueve elecciones en cinco años.» Tiene ganas de seguir, pero a la vez, está convencido de que los madrileños aún no son capaces de dimensionar lo que van a echar de menos a Manuela Carmena. «Cuando pase el tiempo cada uno se tendrá que preguntar: ‘¿Qué hice yo para conservar el mejor ayuntamiento que ha tenido la ciudad en los últimos 40 años?’ A mí me salen las cuentas. Hice todo lo que estaba en mi mano». De pasarse a otras fuerzas políticas no quiere ni oír hablar.
En su día votó a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Qué piensa cuando le acusan de sostener un flirteo con el PSOE?
Esa crítica viene de un sector muy pequeño. Nosotros le hemos reprochado al PSOE que no le pone ganas, que va con las manos en los bolsillos, como diciendo, «bueno pues si se puede, se puede y si no, lo hemos intentado». Para enderezar ciertas cosas hay que ponerse más firme, y en los momentos decisivos al partido socialista le falta dureza.
Supongamos que hay un PSOE ahora que entra en una fase de logros. ¿Íñigo Errejón se ve ahí?
No. Yo me veo en Más Madrid porque creo que hemos tenido unos resultados excelentes.
¿Si volviese a irse de Podemos lo haría de una forma más estética y no en medio de la baja de paternidad de Iglesias?
Es que eso no fue una decisión personal con respecto a la vida de nadie. Fue una decisión política que había que tomar en ese momento. No había otra manera de hacerlo y la prueba es que después de mí se ha ido mucha más gente.
¿Pero entendió su reproche?
Creo que no entró en el fondo de la cuestión: ¿Qué pasa para que tanta gente haya hecho lo mismo? ¿Por qué nuestra propuesta tiene un resultado muy bueno? Porque mucha gente estaba esperando que existiese una alternativa con capacidad de escucha, que es para lo que yo entré en política en el 2014.
¿Quién diría que es más populista a día de hoy: Pablo Iglesias o usted mismo?
Los medios han convertido el término en sinónimo de demagogia, pero si de lo que hablamos es de una política que aspira a cambiar las cosas construyendo un pueblo y no solo juntando a los que ya están convencidos de la izquierda, yo seguiré en las mismas, erre que erre.
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